“La vanguardia más avanzada es la retaguardia”, escribió (aprox.) Héctor Libertella en La nueva escritura de América Latina. Pienso: la retaguardia es el pasado, y también es el culo. Esto, mirado bajo la luz multicolor de junio, tiene una fuerza especial. En el mes del pinkwashing, poner el culo es un acto menos revolucionario que trivial y mirar al pasado es una actividad nostálgica que no encuentra lugar en la agenda del puro presente.

Sí, nuestra vanguardia está en la retaguardia. El presente nos encandila y el futuro se borró, pero el pasado guarda todavía esos destellos de utopía que obsesionaron a José Esteban Muñoz (Utopía queer) y con los que venimos insistiendo desde hace meses. Por fortuna, contamos con cada vez más materiales en los que podemos rastrear esa utopía.

Desde el 24 de mayo, en la Ciudad de Buenos Aires puede recorrerse la muestra Amorales. Un archivo de la prensa popular, organizada por el Museo del libro y de la lengua de la Biblioteca Nacional. Es una aproximación al archivo del diario Crónica donde se guardan documentos de prensa y difusión muy relevantes para la historia de la comunidad LGBT+: comunicados de la Policía Bonaerense, boletines del Frente de Liberación Homosexual (FLH), cartas, fotografías y sobres que exhiben los distintos modos en que hemos sido nombrades (“amorales” es solo uno de estos).

“En este archivo conviven cosas muy distintas, algunas están buenísimas y otras son desopilantes o muy violentas, algunas provocan rechazo y otras te matan de risa”, observa Lucía Cytryn, integrante del equipo de realización y curaduría de la muestra. “Pero lo más importante es que da cuenta de la vida de un montón de personas. Hay registros de fiestas y manifestaciones de verdadera alegría, también hay evidencia de detenciones ilegales o cometidas en el marco de los famosos edictos policiales que en Buenos Aires rigieron hasta el año 2010, apenas ayer en términos históricos. Incluso sucede que les visitantxs identifican a personas conocidas, y a sí mismes, entre las fotografías que se exhiben en la muestra”.

Un archivo escandaloso

Más de 3 kilómetros de papel conforman el archivo del diario Crónica, creado en 1964. En el año 2014, los 550 muebles archiveros que albergaban estos documentos llegaron a la Biblioteca Nacional para su conservación y digitalización con el objetivo de abrir su acceso a investigadorxs y público en general. Hoy no solo conforman el archivo más grande de la Biblioteca Nacional (ocupa casi la totalidad del tercer subsuelo), también revelan en qué medida la prensa popular, reducida con frecuencia a la categoría de “amarillista”, se hizo eco del crecimiento de los movimientos LGBT+ a nivel internacional. Aunque no sin contradicciones: muchas de estas noticias están repletas de estereotipos, ironías y estigmatización, y transformaron a las existencias sexodisidentes en mercancías informativas para el escándalo o el divertimento público.

Para Lucía Cytryn, el tratamiento polémico de dichas cuestiones no empaña el hecho de que las publicaciones de la editorial Sarmiento (el diario Crónica y las revistas Esto! y Así) hayan funcionado, en efecto, como “una verdadera plataforma de visibilidad. Por ejemplo, en la revista Así salieron las primeras piezas oficiales de difusión del Frente de Liberación Homosexual (FLH), además de entrevistas a figuras como (Néstor) Perlongher. Por otro lado, Crónica cubrió desde las primeras marchas en Estados Unidos hasta las movilizaciones masivas en los 90 de Argentina, y ya informaba sobre travesticidios en la década de 1980. Temas que para el resto de los medios eran, y a menudo siguen siendo, irrelevantes”.

Cytryn trabajó cinco años como investigadora en la Biblioteca Nacional, donde participó de la curaduría en investigación de distintas exposiciones. Actualmente es becaria doctoral de CONICET e investigadora del Centro Interdisciplinario de Estudios y Políticas de Género (UNTREF); también participa del proyecto internacional “Archivos en transición” (Trans.Arch). Desde su experiencia, observa que “la particularidad de Amorales es que se trata de un archivo dividido en unidades temáticas, por lo cual es muy fácil buscar imágenes y fuentes relacionadas con diferentes episodios históricos, de ahí que sea tan consultado. La muestra busca dar cuenta precisamente de esto: expone los materiales de prensa pero también expone al archivo en sí, los sobres, los recortes, los mismos ficheros que estaban en Crónica y que muestran cómo se organizaba la actividad de la redacción”.

Las palabras y las cosas

El archivo, cuyas piezas hoy pueden verse en un museo por primera vez, “está compuesto por los recortes que en ese momento se recogían en el clipping, una actividad sobre la que todes les estudiantxs de Comunicación y Periodismo oyeron hablar. Era algo que realizaban antiguamente las redacciones para juntar en unidades temáticas las informaciones que pudieran servir como referencia a la hora de escribir”, explica Cytryn.

Entre las unidades temáticas que utilizaban los redactores de Crónica, se cuentan “Sexo. Ocultación”, “Hombres mujer. No confundir con travestis”, “Travestis”, “Homosexuales. Frente de Liberación Homosexual”, “Homosexuales. Textos hasta 1974”. El afán clasificatorio, puesto al servicio de la escritura, revela una lógica de hipervínculo anterior a la era digital y asume la necesidad de orientar a los redactores que puedan confundirse en los meandros del archivo.

Por ejemplo, los sobres catalogados bajo “Sexo. Ocultación” contienen solo noticias de casos en los que la normalidad circundante denuncia, con suma sorpresa, haber descubierto el engaño de un amoral disfrazado. “Una sirvienta ladrona resultó ser un amoral”, anuncia uno de los titulares más llamativos del catálogo de la muestra. La bajada anticipa: “Un hombre se disfrazaba de mujer para satisfacer sus inclinaciones femeninas y así poder emplearse como doméstica. Acostumbraba trabajar en casas de familias acaudaladas, a las cuales robaba con el fin de conseguir fondos para una operación que le cambiara el sexo”. Es una noticia de Así, fechada el 24 de septiembre de 1968.

 

Yo, amoral

Una de las razones por las que Amorales resulta relevante hoy en día es que ayuda, en los términos de Cytryn, “a reconocer la genealogía de distintos términos y categorías, y los distintos modos en que la prensa se figuró las representaciones del colectivo LGBT+ y sus prácticas”. En este sentido, cobra brillo la categoría de “amoral” como forma predilecta de la prensa popular para nombrarnos a nosotres, les disidentes de la sexualidad y el género. Hoy por hoy, muches montarían un escándalo contra esa denominación, porque buena parte de la disidencia sexual está posicionada muy cómodamente en el terreno de la disciplina y las buenas costumbres.

A diferencia de otras categorías históricamente empleadas para denostarnos y apropiadas por nosotres como signos de identidad (“queer”, “marica”, “puto”, “tortillera”, por traer algunas), “amoral” se resiste al cambio de acento valorativo porque implica algo más que una transgresión en el orden de la sexualidad y el género. En principio, no tener moral conlleva no ser material de asimilación para la sociedad normal y bien pensante. Uno puede ser puto pero buena gente, dirían las asimiladas, pero ser amoral cancela todas las salvedades posibles.

Por eso, la muestra en el Museo del libro y de la lengua resulta “especialmente necesaria en este momento”, subraya Cytryn. “Hoy en día hay cosas que son muy complicadas de decir y de mostrar sin caer en la corrección política”, que a menudo no es más que otra manifestación de esa moral que no nos pertenece. Hablando de corrección, el diccionario indica que la moral es el “conjunto de costumbres y normas que se consideran buenas para dirigir o juzgar el comportamiento de las personas en una comunidad”. O sea, heteronorma. Por no ser considerades amorales, con frecuencia nos internamos en la dirección contraria; la excesiva corrección es quizá una forma de acelerar el tránsito.

La prensa popular de ayer y de hoy

“No estamos en contra de lo políticamente correcto”, aclara Cytryn. “De hecho, creemos en la corrección, pero reconocemos que a veces hay demasiada cautela para hablar de algunas cosas, incluso demasiado conservadurismo que antes, en las notas de la prensa popular, no había”.

Desde luego, “hay diferencias inmensas entre los textos que componen el archivo de Amorales y los que se producen hoy en los diferentes medios con enfoques LGBT+”, considera Cytryn. “En principio, cada vez que surge un contenido que es patologizante o criminalizante, los activismos reaccionan rápidamente a través de las redes sociales y de medios como ‘SOY’. El problema es que no todos los contenidos tienen la misma magnitud y nuestra reacción por momentos se torna demasiado seria. Incluso corremos el riesgo de ser excesivamente conservadorxs y perder la alegría y el humor con que históricamente rebatimos las adversidades”.

Otra diferencia fundamental es que “hoy se busca que las representaciones en la prensa sean respetuosas y también se trata de que estas identidades estén representadas como sujetxs de la escritura. En otro tiempo, esta misma nota hubiera sido escrita muy probablemente por una persona ajena al colectivo LGBT+”.

 

Un futuro sin amorales

En relación con lo anterior, y teniendo en cuenta que todo trabajo de archivo es primero un ejercicio de imaginación, Cytryn señala que no puede figurarse una exposición como Amorales en el futuro. La razón: “las producciones actuales no lo permitirían, justamente por su corrección y su exageración del respeto”. “Todas las categorías del pasado que hoy pueden resultarnos absurdas, incluso cómicas a veces, como ‘desviados’, ‘amorales’ o ‘invertidos’, se desvanecieron en el presente de la corrección política. Para bien o para mal, los materiales del presente no se prestarán en el futuro a una lectura como la que propone Amorales”.

“Lo que ocurre con las publicaciones de Crónica es que se resisten mucho a una sentencia sencilla o rectificadora, no pueden ser reducidas a la cuestión de ‘está bien o está mal’”, algo que por cierto nos colocaría de lleno en el terreno de esa moral que no nos pertenece. “Son publicaciones contradictorias y deben ser leídas en relación con su contexto de producción: era un momento en el que no se estaba poniendo ojo crítico en esa contradicción. Hoy sí, hoy nuestra tendencia discursiva es a saldar todo tipo de contradicción o directamente hacer de cuenta que no existen las contradicciones”. Pero existen, y muy seguido ganan fuerza y espesor.

Por lo pronto, esta muestra en particular tiene su futuro garantizado hasta el 30 de diciembre de 2023. Visitarla en el mes internacional del Orgullo puede tener un efecto de mayor intensidad. Los textos y las imágenes que componen el archivo de Crónica nos recuerdan dónde estuvimos y quiénes fuimos; más aún, a dónde podemos llegar y quiénes podemos ser. Son documentos de una época en la que la revolución todavía era posible: quizás sea cuestión de mirarla de cerca para encontrar ahí la potencia que hoy nos hace falta.

 

Amorales. Un archivo de la prensa popular se puede visitar con entrada libre y gratuita, de martes a domingos de 14 a 19 h en el Museo del libro y de la lengua (Av. Las Heras 2555, CABA).