Se trata de una estrategia capaz de permitir --en determinadas circunstancias, no en todas-- indagar en la propia constitución subjetiva, en el tipo de sujeto que se está siendo. Esto, con el objetivo de realizar cambios superadores de sí, junto a la posibilidad de resolver la situación en conflicto. Utilizar esta estrategia exige iniciar una indagación de zonas propias desconocidas y, por lo tanto, no desarrolladas, aunque posibles de serlo. Zonas que han pasado a ser --o lo han sido siempre--, parte de lo impensable para ese sujeto en cuestión.

La necesidad constante de resolver conflictos de diferentes dimensiones e importancia, de distinto grado de gravedad y de urgencia, la forma en que esos conflictos se intentan resolver en el devenir cotidiano, así como el grado de eficacia y satisfacción que de ello pueda derivar una vez superados, permite, a quien mantiene vigente el deseo de avanzar en el conocimiento de sí, observar su manera y forma de estar sujeto a la cultura, así como tiende a desempeñarse en el entramado subjetivo / objetivo en el que transcurre su existencia. En este contexto, posponer ciertos conflictos sin resolver exige estar atentos a la configuración de la cosa en sí, así como a los sentimientos, a las fantasías o cualquier otro contenido, sueño o emoción, surgidos desde espacios que, hasta ese momento, no había tenido en cuenta, no había podido hacerlo, debido a que habitaban en el inabarcable campo de lo impensable.

La posibilidad de transitar estas situaciones tiende a generar pequeños o grandes cambios, incluso transmutaciones capaces de permitir otras que solo la resolución de las anteriores ha hecho posible abordar. Esto, hasta donde cada sujeto se anime a avanzar. Esta tarea, además, puede ayudar a liberar al sujeto de parte de lo que otros han hecho con o de él, en el sentido de ajenarlo. Si bien este, como todo conocimiento, tiende a ser liberador, el camino a recorrer para acceder a él puede generar angustias, conflictos que, al lograr ser elaborados, permiten al sujeto aproximarse a aquello que, siéndole parte de lo más propio y tal vez mejor para él, ignoraba.

Esta estrategia debería sumarse a otras que permiten alguna forma de indagación y análisis del complejo universo del inconsciente como lo son los sueños, determinadas fantasías o los actos fallidos. Puede pensarse que se trata de un espacio modesto, pequeño, sin embargo, el más mínimo descubrimiento, capaz de hacer consciente aquello que hasta ese momento no lo era, puede servir de apoyo a un sujeto para realizar avances de consecuencias inesperadas en el conocimiento de sí. No es poco en el contexto de estructuras sociales en las que los mayores esfuerzos --de su arquitectura-- se encuentran puestos en función de ajenar, de controlar, de someter a sus sujetos empujándolos a experimentar todo tipo y forma de miserias. No es poco debido a que, de gran parte de la estructura social actual de un mundo dominado por un imperialismo salvaje, no puede esperarse ningún tipo de piedad, ningún límite a su deseo de saquearlo todo, con el objeto inexplicable de atesorar, de poseer, aquello que nunca necesitará.

En este trabajo de observarse y cuestionarse, es importante revisar no sólo el propio nivel cultural sino el desarrollo ideológico alcanzado[1]. En este punto siempre será útil recordar aquella frase de Nietzsche que afirma: No existe distancia entre el hacer y el ser, ya que el hacer no deja lugar a discusión alguna.

Para lo humano, desconocer implica contar con menos recursos de los necesarios para resolver sus conflictos, sus necesidades, de forma satisfactoria, lo que equivale a quedar en una situación de una constante minusvalía. Esto, en un contexto cultural desformativo, incluso aformativo sistematizado, donde una parte central del objetivo social consiste en capturar, en ajenar, al punto de exigir a cada sujeto llegar a hacer aquello que le será contrario, malo, incluso, muy malo[2]. Desconocer implica no estar en condiciones de poder realizar lecturas correctas de la cosa en sí, de aquello que es; eso lleva, por ejemplo, a creer estar transitando la vida por lugares que sólo la imaginación y la distorsión de la cosa en sí --la cosa para sí-- puede hacer la extraña peripecia de creer, fantasear o alucinar. Como puede verse, no nos referimos a peligros --apenas-- subjetivos debido a que, a lo humano, en cada decisión, de distintas formas le va su vida. Estos peligros son además muy objetivos con base en la microfísica del cuerpo. Sucede que, a causa de una decisión, muchas veces en apariencia banal, un sujeto puede llegar a ver disminuidas sus posibilidades vitales, tanto inmediatas como mediatas, viendo reducidas sus expectativas de vida, tanto en años a vivir como en su calidad.

Sepámoslo, sólo el verdadero conocimiento puede permitir a lo humano lograr la sabiduría que aleja del marasmo, del abandono, esa desdicha a la que el sistema mundial imperante empuja con una insistencia que sólo la más profunda cerrazón mental, propia de la epilepsia surgida de la sífilis, pueden sustentar.

Enrique E. Rodríguez Tosto es escritor, médico, homeópata unicista, creador del psicoanálisis nietzscheano, creador y director del Jardín y Reserva La Selvitadel Delta del Paraná.

Notas

[1] Para realizar con alguna posibilidad de éxito estos procesos, será imprescindible buscar quién o qué personas, qué instituciones, pueden hacer de guía y maestros de ellos, se trata de situaciones y búsquedas delicadas debido a que deja al sujeto enfrentado a una grave situación de mayor orfandad. Para intentar evitar este y otros peligros, deberá prestarse gran atención a las características subjetiva e ideológicas del maestro o acompañante a elegir, debido a que un error en este punto puede profundizar confusiones, tanto como el ajenamiento previo.

[2] Hemos escuchado que Henry Kissinger, mientras fue canciller “imperial" de su país, llegó a decir que es peligroso ser enemigo de EE.UU. pero muchas veces lo fatal es ser su amigo.