Sigmund Freud escribió el ensayo Lo ominoso en 1919. En alemán, la palabra ominoso se traduce como unheimlich. Se compone de la palabra Heimlich, que designa a “lo familiar”, y el prefijo un, que significa en este caso no; o sea, umheimlich es lo “no familiar”. Y se refiere a cuando lo familiar se vuelve ominoso y siniestro. Freud habla de "lo siniestro". Si bien la película La bruja de Hitler, de los realizadores Virna Molina y Ernesto Ardito, es una ficción en la que ¿conviven? dos familias, nada más alejado de "lo familiar" –en términos de sana convivencia- y nada más cercano a "lo siniestro" es lo que sucede en el largometraje de los directores de Raymundo. La historia sucede en 1961 en la Patagonia argentina, donde una familia de prófugos nazis llega a la casa de los Krauss en busca de refugio para poder transitar una vida normal con total impunidad. 

"¿Cómo es la normalidad del silencio, la obediencia y la violencia para los hijos adolescentes de estas dos familias que son testigos y víctimas de abusos y crímenes impunes?", se preguntan los directores y buscan explicar -si es que se puede- en el largometraje que se estrena este jueves en Cinépolis. La película es una fábula -de terror- inspirada en personajes y hechos reales, en la que los horrores del nazismo que habitan en estos personajes aún persisten en el presente.

La bruja de Hitler nació en 2018. Fue cuando Molina y Ardito, dos experimentados documentalistas que habían pegado el salto a la ficción en 2017 con Sinfonía para Ana, empezaron a escribir el guión. "Nosotros veníamos percibiendo en la sociedad como un avance de esta sed de intolerancia y de odio que hay, y que con la pandemia se potenció más", señala Ardito, quien reconoce que la pandemia colaboró para que sugieran muchos líderes de ultraderecha en todo el mundo. "Nos dábamos cuenta de que el nazismo no quedó en la Segunda Guerra Mundial, sino que se proyecta de muchas maneras, incluso hasta la actualidad. Y que tiene que ver con ejercer la violencia y las ganas de destruir a la persona que es diferente. Ese nazismo cotidiano y persistente lo trabajamos dentro del interior de dos familias nazis que vivían en Bariloche", agrega Ardito.

-Si bien es una ficción, ¿cómo fue el trabajo de investigación?

Ernesto Ardito: -Nuestra segunda ciudad es Bariloche porque los viejos de Virna viven allá y vamos todos los años. Allí nos conectamos mucho con un amigo muy grande, el director Carlos Echeverría. Justamente, él trabajó toda la realidad y tiene un montón de anécdotas de los nazis que se refugiaron en Bariloche, que fueron avalados por la sociedad civil de allá, por el pueblo. Nosotros trabajamos justamente este tipo de personajes y basándonos en esas anécdotas. A la vez, la estética de la película es como un cuento de hadas donde toda esa belleza y todo ese mundo perfecto que van construyendo estas dos familias tiene un contrapunto, que es el lado oscuro, el lado de lo más horroroso. Entonces, se transforma también en lo que hacen los hijos de estas dos familias con lo que hacen sus padres en el pueblo; es decir, hacen también un pacto de silencio o se rebelan, o se dejan llevar. Eso es lo que pasa en la película.

-¿La idea fue mostrar cómo persiste el espíritu de los horrores del nazismo pero desde el punto de vista de los hijos de los torturadores?

Virna Molina: -En realidad, la propuesta era un viaje hacia la médula, hacia el espíritu del horror humano que para nosotros es muy fácil de reconocer en estas familias nazis porque para la humanidad, en general, es muy fácil reconocer el horror en la figura de un nazi. Ahora, es muy difícil reconocer ese mismo horror ejecutado por otras personas. Entonces, si esto es una fábula, si esto es un cuento fantástico vamos a poner a los malos haciendo de malos, que hacen lo que ellos hacían, pero también lo que hoy mucha gente sigue haciendo. Y este era un poco el punto. Esos hijos son como ese pueblo virgen, ese pueblo que todavía está tratando de entender por dónde va a ir y se seduce nuevamente con un pensamiento, con una forma perversa de ver el mundo. En ese sentido, para nosotros fueron un norte las palabras de Primo Levi, que decía: "Si entender es imposible, conocer es necesario porque nuestras mentes pueden ser seducidas nuevamente". El se refería justamente a que el nazismo no terminó en 1945. El lo decía en los años '70. Esto está volviendo a suceder. Nuevamente los seres humanos vuelven a creer en un discurso del odio y de la violencia. Nuevamente, el mundo se configura de una manera. Desgraciadamente, eso lo intuíamos en 2017, 2018. Hoy ya directamente es una realidad tangible.

-Justamente, la película se estrena en un contexto especial como lo es el avance de la ultraderecha en el mundo, pero también en la Argentina.

E.A.: -Sí, totalmente. Es terrible lo que puede llegar a pasar también en toda Latinoamérica porque siempre hay ecos en diferentes países de los procesos de los pueblos. Pero la película no sólo habla de ese nazismo, sino también de qué pasa con las mujeres dentro de ese contexto que nosotros contamos de los años '60. O sea, darle la posibilidad de decidir a una mujer sobre su libertad, su libertad de ser quien quiere ser, su libertad sexual también tiene que ver con ese otro modo de nazismo. Creo que la que más sufre en la película es justamente es esta protagonista que hace todo lo que la familia le dice que tiene que hacer. Y ese es un elemento de tortura continua y que se proyecta hoy en día en todo el mundo en un montón de lugares.

-Si bien no es la primera película de ficción que hacen, ustedes vienen del campo documental. ¿Cómo fue trabajar con el género de terror y suspenso?

V.M: -Me gustó mucho el hecho de poder volar, en términos de los espacios, de la construcción de los climas, de la banda sonora. Siento que cada vez más quiero alejarme de lo documental para ir hacia lo que es absolutamente ficción, porque hay tanto por explorar ahí que es fascinante; sobre todo, empezar a buscar nuevos recursos y nuevos lenguajes, más allá de lo que ofrece la industria o lo que pueden ofrecer Hollywood y las plataformas. Hay todo un campo muy interesante, sin perder al espectador, dialogando con el espectador, atrapándolo en el relato, pero proponiéndole una vuelta de tuerca, que era lo que proponía el viejo cine de autor. Ese es el camino que nos gustaría seguir trabajando porque hemos disfrutado mucho el tema de explorar los géneros.