Para llegar a la sala hay que tocar el portero eléctrico y entonces una voz de mujer te invita a pasar. Subís los dos pisos por escalera y antes de que empiece la obra te invitan café con galletitas en una habitación con techos altos de ladrillo a la vista y afiches en las paredes que cuentan la historia de Los CometaBrás, una cooperativa de artistas que en los ‘80, cuando volvía la democracia, pusieron en escena el horror y la violencia de la dictadura desde formas disruptivas para ese entonces.
Producto del aislamiento durante la pandemia, Los CometaBrás crearon este unipersonal en el que Dalila Real repasa la historia de las mujeres a través de la música, sus canciones y sus historias de lucha. Su voz emociona, interpela y hace reír al público que disfruta de este espectáculo que puede verse los domingos en Medio Mundo Teatro (Hipólito Yrigoyen2148 Timbre C).
“Música para tigresas empezó ahí, cuando se paró todo. Como todo el mundo, estuvimos mirándonos, enfrentándonos a nosotros mismos. A mí me aparecieron varias preguntas en relación a quién era, qué venía haciendo, qué quería, y también, al mismo tiempo, recordé que tenía algunos escritos, bocetos de canciones que no había desarrollado porque el mundo de antes de la pandemia exigía un ritmo y una dedicación que exigía muchísimo tiempo. Yo daba clases, estaba con mi grupo de teatro, con otros proyectos de canto también, y al parar todo fue tan angustiante como al mismo tiempo una oportunidad para meterme en otros temas que no había tenido tiempo de abordar”, dice a Las 12 Dalila Real.
¿En qué estaban trabajando cuando empezó la pandemia?
--Con mi grupo de teatro estábamos por reponer una tercera temporada de M.A.L. Mercados Asociados Limitados ,una obra inspirada en el Fausto de Goethe, con otra obra me iba a ir a Europa (algunas cosas que cuento en Música para tigresas eran ciertas). Luego se paró todo y empecé a indagar sobre temáticas específicamente personales y también de las mujeres, de qué pasaba que en nuestra civilización siempre fuimos portadoras de tantas estigmatizaciones. Y también cómo las luchas finalmente resultaron en un gran movimiento de mujeres en todo el mundo. Música para Tigresas habla del universo femenino. Además, aproveché para que muchas de mis mujeres, porque creo que no somos una sola persona, sino que estamos habitadas por otras, aparecieran. O mejor dicho, pudieran ver la luz en una obra de teatro. Música para Tigresas también fue una un salvavidas, en un momento tan especial como la pandemia no hice más que subirme a este maravilloso oficio de la actuación y a utilizar los recursos que tenía para poder seguir adelante.
¿Bajo qué conceptos e ideas nace ese lugar mítico que fundaste en los ’80, Medio Mundo Varieté?
--Había empezado la democracia, y nosotros, que como grupo hacíamos un teatro experimental y muy dramático, habíamos comenzado a cuestionarnos esa estética. Desde el punto de vista escénico habíamos pasado a trabajar la máscara de la comedia y empezado a investigar en el varieté, en números cortos. Habíamos actuado entre otros espacios en el Rojas, en el Parakultural, lugares donde podíamos empezar a plasmar y mostrar esos números, esas escenas breves, que se caracterizaban por tener mucha potencia en un período muy corto. Nuestra intención era trabajar desde la ruptura, desde el disfrute, provocando al público e invitándolo a participar. Y nos surgió la necesidad de un espacio propio. La idea era alquilar algún local, y justo en ese momento mi mamá me propone poner una mercería.
¡Nada que ver!
--Pero yo aproveché ese envión y le dije que para mí el único “negocio” posible era poner un teatro. Teníamos todo un grupo muy dispuesto a tomar ese desafío. Ella fue la socia capitalista y después hubo todo un enorme equipo de amigxs y compañerxs de teatro y otros que se acercaron también para llevar adelante este enorme desafío. Nuestro deseo era que Medio Mundo pudiera albergar a “medio mundo” de distintas corrientes, tanto desde el punto de vista de los artistas que participaran, como del público que pudiese acercarse al lugar. A la vez Medio Mundo aludía al hemisferio sur, el logo representaba la mitad SUR del planeta. Con ese ímpetu, con esa energía, abrimos ese espacio donde había: música, había teatro, bandas de rock, performances, varieté, exposiciones de plástica. Los lunes hacíamos el Banquete Teatral que coordinábamos junto a Batato Barea, donde se daba cabida a distintos tipos de expresiones, era un espacio que funcionaba desde las once y media de la noche hasta las cuatro o cinco de la mañana de un día lunes.
Pero también se podía bailar…
--Nosotros, como grupo, nos reservamos el horario del Dancing varieté, los sábados a partir de medianoche, en donde el grupo intervenía una pista de baile con distintas escenas que transcurrían en el escenario, en un balcón, en las gradas que rodeaban la pista y entre el público. Medio mundo era un espacio para cuatrocientos personas. Fue una hermosísima y dificilísima experiencia. La dramática crisis económica -durante los últimos años de Alfonsín- fue lo que de alguna manera signó el final de esa experiencia.
Una crisis a la que siguió otra y después otra más ¿Cómo ves este momento?
--Y… para mí el nombre es crisis. Creo que está todo en cuestión, que es un momento dramático, que puede ser creativo y trágicamente destructivo. Me parece que el tema de la guerra es fatal. Y las derechas, ese pensamiento paleolítico de cercenar derechos y de generar miseria y de despreocuparse de lo que le pasa al otro me parece miserable y muy poco inteligente.
¿Están ahora haciendo un documental sobre Medio Mundo?
--Sí, efectivamente, ese es un proyecto de la productora y cineasta Graciela Massa y la dirección y guión de Silvina Segundo, que se pusieron al hombro ese enorme desafío de hacer un documental de esa época que, específicamente en el caso de Medio Mundo hay poquísimo material, pero bueno, el amor puede más. Ahora el desafío que tienen es ver cómo desde el cine pueden recrear el aire de libertad, de fiesta, de disrupción y delirio que había en ese momento. Este año se filmó algo, una parte pequeñísima y el año que viene se hará lo que falta.
¿Creés que el arte ayuda a capear las crisis?
--Me parece que el arte sirve para cuestionarse, para encontrar la belleza en el mundo, en la vida. Y si hubiese alguna salida frente al individualismo es el trabajo grupal, el trabajo con los otros, el reconocer la importancia de lo que cada uno hace en su lugar y desde los grupos. Hace mucho tiempo que trabajo en grupo. El grupo nuestro tiene más de 30 años de trabajo en distintas formaciones. Y a veces uno está a la cabeza de un proyecto y el otro está atrás acompañándolo, sosteniéndolo, aportando otras cosas. En Música para Tigresas Los CometaBrás que me acompañan son: en la coreografía y la asistencia Marcela Trajtenberg y en la dramaturgia y dirección Leandro Rosati. Teresa López y Damián Calvo nos supervisan.
¿Cómo era actuar después de la dictadura?
--Hay dos episodios que pintan lo que sucedía en ese momento. Recién entrados en democracia, estábamos con una obra experimental muy dramática en la capilla del Centro Cultural Recoleta y se levantó una persona del público y de manera muy airada empezó a los gritos diciendo cómo podíamos hacer semejante obra al lado del altar de la patria. Y la otra situación fue que nos habían invitado a participar en un evento también en el Centro Cultural Recoleta, se ve que la zona no nos favorecía mucho, y nosotros estábamos haciendo número de teatro musical donde cantábamos la Maya a rayas. Éramos tres personajes, yo era la cantante; la letra decía: “Voy a ir a la playa a tomar baños de sol me pondré la maia a raias para quitarme el calor” y me contestaban Oligo y Frénica: “Tres dos uno cero, en el agua se metió”. Era una canción pop y muy ingenua de los ’60. En la mitad una funcionaria del lugar, interrumpió a los gritos diciendo: “Striptease al cabaret”. Salimos en Crónica con el título: “Un extraño caso de censura”. Actuar después de la dictadura implicó buscar otros lenguajes, otras formas de expresión. Salíamos desesperados de todo el horror que fue esa espantosa Dictadura Cívico Militar, con tantos desaparecidos, tantos muertos y tantas heridas que dejó. Estábamos amordazados, así que al acabar ese momento fue como empezar a respirar. Éramos jóvenes y estaba todo prohibido y era complicado juntarnos, socializar, disfrutar.
¿Y entonces apareció la comedia?
-- Fue una necesidad vital abordar otros lenguajes y otras maneras de expresión. Así comenzamos a investigar en la comicidad, no teníamos ni idea. Fue una búsqueda intuitiva, un poco salvaje, porque si bien en Argentina hay una gran tradición de comedia y de grandes comediantes, esta máscara no era enseñada en las escuelas de teatro.