La inflación va mutando sus características de acuerdo a su propia intensidad. Las inflaciones bajas, de un dígito, suelen responder a causas puntuales como saltos cambiarios o la suba de un precio clave como el petróleo o los alimentos. La moneda no ve afectada sus funciones y la solución suele pasar por cierto enfriamiento de la actividad que amortigüe su traspaso sectorial a precios hasta que la causa fundamental que provocó el alza de los precios pierda intensidad.

Si ello no logra controlarse y las tasas de inflación adquieren niveles de dos dígitos, la economía se sumerge en una situación de permanente puja distributiva con alta variabilidad de precios relativos. La sucesión de remarcaciones sectoriales es dispersa en el tiempo, por lo que en cada momento hay sectores que ven sus ingresos rezagados y pugnan por recomponerlos. Las recomposiciones de ingresos se dan al alza provocando una inflación estructural permanente (Julio Olivera dixit). La moneda comienza a perder su función de depósito de valor que, si no hay innovaciones financieras que la suplanten, es transferida al dólar. La solución a este tipo de inflaciones descansa en que se logre consolidar una distribución de los ingresos que ningún sector pueda desafiar.

Si la inflación estructural no logra ser dominada y escala hacia los tres dígitos, avanza en un proceso de inercialización. Dada la dificultad de realizar operaciones a mediano plazo por la incertidumbre sobre las tasas futuras de inflación, los contratos tienden a incorporar cláusulas de indexación. Es el caso de Argentina en el presente, cuando jubilaciones, asignaciones, salarios, alquileres, créditos, depósitos, tarifas y la política cambiaria se encuentra en un proceso de creciente indexación. 

La inflación del pasado se traslada hacia el futuro por el efecto de la indexación. La moneda comienza a perder su función de unidad de cuenta y muchos precios se establecen en relación a índices de precios o el dólar. Los precios relativos comienzan a tornarse rígidos y los intentos por modificarlos generan bruscas aceleraciones de la tasa de inflación. La solución para este tipo de inflaciones descansa en planes que pueda terminar con la indexación legal o de facto que subyace a la formación de precios e ingresos.

Si se fracasa y se escala hacia una hiperinflación, la moneda va perdiendo su función de medio de cambio en manos del dólar. La memoria inercial de la inflación se resetea ya que los precios pasan a fijarse en dólares (u otra referencia de valor), y se traducen a la moneda legal diariamente (y hasta varias veces por día) actualizándose según el valor del tipo de cambio. Los precios relativos pueden sufrir fuertes variaciones a muy corto plazo, pero son relativamente estables dado que la mayor parte de los sectores ya fijó sus ingresos en una divisa. La solución descansa sobre una política que genere una nueva moneda atada al dólar o un instrumento financiero (moneda indexada) que haya ido reemplazando a la moneda legal durante la hiper.

@AndresAsiain