El fantasma de Jorge Luis Borges levita por la ex Biblioteca Nacional, la institución que dirigió entre 1955 y 1973. En el despacho que tuvo en este edificio de estilo Beaux-Arts dictaba sus poemas cuando empezó a quedarse ciego y reescribió sus cuentos tal como los conocemos hoy. En el “El libro de arena” el narrador, que tiene el mismo nombre que el autor empírico, esconde un libro que no tiene “principio ni fin” en un anónimo anaquel que había en este antiguo palacete construido por el arquitecto italiano Carlos Morra, que fue inaugurado en 1901 durante la gestión del primer director de la Biblioteca, el escritor franco-argentino Paul Groussac. El Ministerio de Cultura de la Nación organizó una recorrida para mostrar los avances de la restauración y puesta en valor de este edificio, una obra realizada junto con el Ministerio de Obras Públicas con una inversión de 352.312.328 de pesos.
La visita guiada estuvo encabezada por el ministro de Cultura, Tristán Bauer; el director de la Biblioteca Nacional (BN), Juan Sasturain; el director de Cultura de la BN, Guillermo David; el director del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, Germán Álvarez; la secretaria Nacional de Patrimonio Cultural, Valeria González, y otros responsables de las carteras de Obras Públicas y de Cultura junto con los encargados de la restauración. El trabajo de infraestructura, que arrancó en marzo del 2022, avanzó un poco más del 60 por ciento y se anunció que la obra estará concluida en marzo del año que viene. El Espacio Borges --que ya está funcionando en el primer piso del edificio-- se inaugurará “próximamente”, según confirmó Bauer ante los periodistas con un evidente guiño cinéfilo, pero sin precisar la fecha. El ministro de Cultura, que se define como “borgeano”, filmó en este edificio donde funcionó la ex Biblioteca Nacional su documental Los libros y la noche.
Las tareas de restauración y puesta en valor del edificio de la calle México 564 incluyen la limpieza de la fachada principal con la intención de recuperar su color original, un gris claro que contrasta con el actual amarillo pálido; el saneamiento de los sistemas pluviales; la renovación de solados en azoteas, balcones, patios y pasadizos; el control de humedades; carpinterías de madera y metal; instalaciones sanitarias, eléctricas y contra incendios; recuperación de los cielorrasos originales; restauración de boiserie y pisos de roble pinotea; preparación de pinturas en muro y la restauración del empapelado original.
La sala de lectura devino taller de restauración donde 30 trabajadores del equipo de Patrimonio --especialistas en ebanistería, textiles, metales, papeles, tapicería y luthería, entre otras-- trabajan con entusiasmo y rigor por el detalle para que los casi 60 objetos y muebles recuperados tengan una nueva vida, como el reloj de pie compuesto por un reloj patrón que comandaba a todos los relojes de las diferentes salas de la Biblioteca, el tintero que usó Borges, el sillón de cuero donde se sentó tantas veces, y el famoso escritorio que usó Groussac en forma de herradura, que luego utilizó Borges en su etapa como director y fue inmortalizado por la fotógrafa Sara Facio en una de las imágenes tomadas al autor de Ficciones.
“Hay distintos deterioros en alguno de los objetos, como puede ser la humedad, las manchas de pintura, la acumulación del polvo, que empiezan a formar parte de la materialidad de la madera”, comentó una de las conservadoras y se refirió sobre las decisiones que tuvieron que tomar acerca de hasta dónde llegar. “En el caso del tintero, se realizó retoque del lustre, pero se tomó la decisión de que permanezcan las manchas de tinta porque dan cuenta de su historia, de su tiempo y de su uso”. Entre otros objetos restaurados están las piezas de una chimenea, el faldón con el monograma de la BN, que fue el primer logo de la institución, y las arañas de los despachos.
La magnífica ironía del destino arquitectónico que va de la timba a los libros se materializa en ciertos detalles heredados. “Este edificio fue pensando como sede de la Lotería Nacional”, reveló Sasturain mientras señalaba los bolilleros dorados de la baranda de la escalera central. “Es muy borgeana la historia de este edificio”, destacó Alvarez y recordó que fue inaugurado en 1901 y que se inscribía en el proyecto del entonces presidente Julio Argentino Roca de cara al centenario de la república. La sede de la ex Biblioteca Nacional fue el segundo edificio del país en tener un ascensor Otis, además de contar con electricidad y una línea de teléfono. El director del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges aclaró que Groussac vivió en el segundo piso de este edificio durante su extenso período como director, que se extendió hasta 1929. Sasturain aseguró que fue Leonor Acevedo, la madre de Borges, la responsable de que el escritor no se mudara a la vivienda que estaba asignada a los directores de la Biblioteca.
En el primer piso, donde estuvo el despacho de Groussac y el de Borges, se restauró la boiserie, término francés usado para definir los paneles de madera en las paredes, una decoración interna en palacios y mansiones que era muy popular en la Francia de los siglos XVII y XVIII. También se está realizando la puesta en valor de los pisos de roble y pinotea y el empapelado original de lo que fue la Dirección y la Secretaría de Dirección. Como anfitrión y guía por los laberintos borgeanos, Bauer subrayó que Borges daba sus entrevistas en estas salas y también dictaba sus conferencias y cursos de literatura anglosajona a los que asistió por entonces una joven llamada María Kodama. “Este es un edificio muy borgeano -lo definió Álvarez-. Este lugar inspiró algunos de sus cuentos como ‘El libro de arena’ y acá reescribió sus obras como las conocemos hoy. También escondió manuscritos entre los anaqueles de los libros, pensando en el lector futuro”, explicó y precisó la media docena de revistas Sur que el escritor usaba como soporte original. “Tomaba la revista donde ya había publicado su texto, tachaba su firma y reescribía sobre lo ya publicado”, agregó Álvarez, quien junto a Laura Rosato, también directora del Centro de Estudios y Documentación Jorge Luis Borges, descubrieron inicialmente unos 50 libros donados y anotados por el autor de El Aleph. Los entregó cuando en 1973, con el regreso del peronismo, decidió abandonar su cargo y fue jubilado “en tiempo récord”. La cifra se elevó a más de 800 libros, que permanecen en el edifico diseñado por Clorindo Testa, donde funciona la BN desde 1992. “Para nosotros es un orgullo que se cierre este círculo y los libros vuelvan a estar en el lugar donde se inició esta aventura”, concluyó Álvarez.