La “nueva” derecha económica televisiva tiene dos enemigos centrales: la heterodoxia económica y el movimiento feminista. Hasta fines de mayo de 2023, sus dos principales “propuestas” de campaña residen en dolarizar y cerrar el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. La primera de las iniciativas implica renunciar a la soberanía monetaria mientras que la segunda se propone intentar que la sociedad argentina renuncie a los feminismos. Que estos dos ejes sean el blanco de las críticas no es casualidad sino causalidad.
El movimiento feminista fue el último gran movimiento en entrar en las casas de argentinos y argentinas. Entró a revolucionarlo todo y proponer una solución colectiva, imposible de llevar adelante sin una visión heterodoxa del funcionamiento de la economía. Los nuevos derechos económicos que los feminismos necesitan conquistar dependen de la existencia de un proyecto político económico que lea en esos derechos (así como en los derechos del trabajo) una fuente de expansión y no de paralización de la economía.
A su vez, la heterodoxia económica necesita de la perspectiva feminista si se propone resolver algunas de las causas más nobles que la conducen: la reducción de la pobreza estructural, la informalidad laboral y los supuestos “NiNis”. Fenómenos que se explican, en gran parte, por la feminización e invisibilización de las tareas de cuidado que los feminismos proponen redistribuir, remunerar y reconocer. De lo contrario, la discusión de la política social se empantana entre una dirigencia territorial masculina y una criminalización de la pobreza de corte mediática.
Hoy la heterodoxia económica libra sus propias batallas. Cómo frenar (o no poder frenar) la inflación se ha vuelto el Talón de Aquiles de toda una estructura de pensamiento económico alternativa. La misma que ha permitido en este siglo desendeudar al país, redistribuir recursos, generar empleo registrado y, por el momento, arañar el sueño de la industrialización. En definitiva, la que ha permitido que Argentina se recupere del impacto experimentado la última vez que alguien le vendió a la sociedad que la “dolarización” era el camino a la salvación. Durante la convertibilidad se logró freezar los precios pero no quedó nadie con empleo o con salarios dignos para poder comprar.
Y no es que la economía heterodoxa no haya hablado a tiempo. Cuando los mecanismos que explican la inflación aparecieron (podemos mencionar, el boom de precios de las commodities en los 2000, las bruscas devaluaciones del macrismo) no faltaron las propuestas de política para lograr el desacople. Sin embargo, estas iniciativas heterodoxas tuvieron que competir frente a la población con explicaciones televisivas sobre la inflación de cinco segundos de duración: “es el Estado”, “es el gasto público” y “es la emisión de dinero”.
Esa competencia no es menor, pues en ella se pierde (o no) el acompañamiento popular a medidas heterodoxas que para frenar la inflación necesitan si o si redistribuir la riqueza y, por lo tanto, afectar intereses. Por eso cobra central atención la propuesta de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner de buscar un acuerdo político de acción acerca de la economía bimonetaria, ese círculo vicioso que hace que vayamos al dólar porque hay inflación, lo que causa una suba del precio del dólar que provoca más inflación.
La oposición comprobó la necesidad de este pacto en su propia gestión; la devaluación inicial que no iba a pasar a precios sí pasó y coronaron su gobierno volviendo al aplicar el “cepo” para poder sostenerse. El peronismo necesita de este acuerdo para que, mientras que apliquen sus políticas, no le vendan a nadie atajos por la televisión. Los países desarrollados usan moneda propia, utilizan estratégicamente las rentas de sus recursos más importantes y gravan a los deciles de más altos ingresos porque todes viven mejor con más igualdad (incluso los de arriba).
En el mejor de los mundos, en donde ese pacto se lleva adelante entre todas las fuerzas políticas y no aparecen nuevos mecanismos de propulsión de la inflación, queda frenar la propagación, proceso agigantado por la falta de precios de referencia y su consecuente habilitación de la dispersión de precios. Es decir queda pensar cómo frenar la inercia, y para ello, construir en qué consiste una estabilización de precios “heterodoxa”. A la versión ortodoxa ya la conocemos, ajustar todos los gastos posibles para ajustar los precios; un camino que termina siendo un invertir los fines por los medios. Pero lo más grave es que ni siquiera resulta, simplemente compra tiempo, un tiempo que cada vez es más chico.
¿Cómo construir una economía para sostener la vida?
Frente a los viejos y nuevos desafíos que enfrenta Argentina, la mirada de la economía feminista es condición necesaria. Una corriente de pensamiento económico y de activismo feminista que aboga por transformar la economía que tenemos a nivel global y cuyo principal estandarte es construir una “economía para sostener la vida”. Se trata de una perspectiva que mira no sólo a la producción, sino también al modo en que se organiza nuestra reproducción y distribución: el trabajo de cuidado en los hogares, el trabajo remunerado en la calle y la forma en que se distribuye la riqueza generada.
¿Qué tienen los feminismos que decirle a la economía? ¿Cómo es que la perspectiva feminista atraviesa todos los tópicos que están a diario en la televisión, en esa economía llena de números y palabras que nos suenan extraños? ¿Cómo se cruzan la agenda feminista y la agenda económica en el siglo XXI? ¿Cómo se cruza nuestra vida «privada» con esas decisiones macroeconómicas tan lejanas? Y ahora que las consignas del feminismo ya están en la calle... ¿cómo se construye una economía feminista?, ¿es posible armar una economía completamente de acuerdo con sus principios?, ¿qué efecto tendría esa transformación en el resto de nuestra vida?
Estas preguntas son pertinentes en este contexto específico, porque si bien la mirada feminista ha llegado de una forma u otra (a veces en forma de capacitación, a veces en forma de incorporación) a los distintos rincones del país, todavía corremos el riesgo de que nos dejen en un cuartito al lado del que verdaderamente se toman las decisiones importantes. Para resolver realmente las desigualdades de género y no quedar sólo en el plano de lo simbólico y lo cultural, necesitamos transformar las condiciones materiales que generan y habilitan la desigualdad. Para eso necesitamos estar sentadas en la mesa donde se toman las decisiones macroeconómicas, recorrer los temas de la actualidad con esta perspectiva a diario y no solo ser evocadas el 8 de marzo o el 3 de junio. Aplicar esta mirada feminista a la distribución de recursos y de prioridades.
Los datos del Mapa Federal de Cuidados muestran que si tenés responsabilidades de cuidado, tenés más chances de ser pobre. Por eso, la próxima conquista de los feminismos será la de la redistribución económica. La redistribución y socialización de los cuidados que debe verse en cosas concretas: una cuota alimentaria bien paga, una vacante disponible en un jardín en la primera infancia, una licencia por paternidad que nos permita seguir trabajando, una trabajadora de cuidados bien paga y bien registrada.
Entre 2003 y 2015, Argentina instrumentó políticas que construyeron la antesala para esta lucha: la ley de trabajadoras de casas particulares, la Asignación Universal por Hijo y la Asignación Universal por Embarazo, solo por nombrar algunas. A lo largo de los últimos años también hicimos mucho para avanzar en ese sentido: el Programa Registradas, el reconocimiento previsional del cuidado de la Anses, la obligación de tener espacios de cuidado en establecimientos de trabajo de más de 100 personas (instrumentación del Artículo 179 de la Ley de Contrato de Trabajo), el Sello Igualar, el Programa de Infraestructura de de Cuidado que está construyendo 300 Centros de Desarrollo Infantil en todo el país. A esos avances se suma el reciente inicio del tratamiento parlamentario del proyecto de ley “Cuidar en Igualdad”; que crea licencias igualitarias para cuidar ante un nacimiento o adopción para los distintos regímenes laborales y tributarios, remunera a las cuidadoras comunitarias y crea un servicio de cuidadores domiciliarios dentro del plan médico obligatorio.
Toda esta agenda sólo puede seguir avanzando si la entendemos como un beneficio para toda la sociedad, para todos los que van a recibir cuidados y contemplando todo su impacto en la reducción total de la pobreza y la informalidad. A los panelistas que se preguntan dónde están los puestos de trabajo para que crezca Argentina, nosotras les decimos “acá están”. Construir una “economía para sostener la vida”, requiere recorrer la economía con lentes violetas, para democratizarla y acercarla a los problemas urgentes y erradicar la desigualdad.
*Economista feminista - Integrante de Paridad en la Macro y Futuros Mejores. Autora del libro Economía para sostener la vida.