I.
Hubo un autor, Augusto Monterroso, que a mediados del siglo XX, inquietó a los guardianes de los usos y costumbres de la literatura, no sólo con su texto de siete palabras, “El dinosaurio”, sino con toda su producción narrativa. En América Latina y España se observaba desde entonces (incluso antes) un progresivo florecimiento de escritura brevísima. Así, los estudios teóricos fueron tomando en cuenta esta manifestación estética construida desde la elipsis, los sobreentendidos, la intertextualidad y el asombroso uso de formatos discursivos que no serían propios de los géneros literarios aristotélicos que delimitan las producciones escritas.
Para comenzar este recorrido con impronta periodística, recordamos al gran escritor uruguayo, Eduardo Galeano, que utilizó en muchas oportunidades el formato de la crónica periodística para construir un breve texto literario, es decir, una minificción:
Buenos Aires, julio de 1975: los hombres que cruzan el río
Hoy me entero de que todos los meses, el día que sale la revista, un grupo de hombres atraviesa el río Uruguay para leerla.
Son una veintena. Encabeza el grupo un profesor de sesenta y pico de años que estuvo largo tiempo preso.
Por la mañana salen de Paysandú y cruzan a tierra argentina. Compran, entre todos, un ejemplar de Crisis y ocupan un café. Uno de ellos lee en voz alta, página por página, para todos. Escuchan y discuten. La lectura dura todo el día. Cuando termina, dejan la revista, de regalo al dueño del café y se vuelven a mi país, donde está prohibida.
-Aunque sólo fuera por eso -pienso- valdría la pena.
II.
Las investigadoras rosarinas Graciela Tomassini y Stella Maris Colombo han contribuido con exhaustivos estudios para señalar ciertos rasgos constantes en este formato literario, y también para reconocer su complejidad a la hora de emprender una caracterización. Sin embargo, ambas afirman que “brevedad, despojamiento, concisión, instantaneidad, hibridez, levedad, son los principales atributos entrañados” en esta escritura posmoderna. “El primero de ellos es, obviamente, el rasgo más ostensible de este tipo de textos”.
Brevedad e instantaneidad se observan en el siguiente texto de la autora Patricia Delaloye Goyeneche de la ciudad de Colón, provincia de Entre Ríos.
El rey de la carne
Ella busca el libro Impuesto a la carne de Diamela Eltit, escritora chilena. Hace tiempo que lo rastrea a través de internet. A fuerza de empeño y dedicación ha invertido horas de sueño para encontrar los libros que puede leer de modo virtual, aunque sienta una sensación de cometer robo u otro delito. Pero sus bolsillos están vacíos. Ha pagado todas las cuentas, los servicios y le queda todo el mes para subsistir. No puede darse el lujo de comprar un libro en un país donde apenas con su jubilación de docente logra pagar los créditos que solicitó para arreglar la casa. Ahora tiene una cocina nueva, con pisos de cerámica y una mesada de granito original, traído de Córdoba. También un mueble grande color roble oscuro. Vuelve a escribir Impuesto a la carne y el buscador le despliega estos títulos: “El rey de la carne está prófugo y desafía a la justicia. Lo busca la interpol”. “Se fugó El Rey de la carne” “¿Dónde está el Rey de la Carne?”, “Ordenan captura internacional del Rey de la Carne”, “Nadie sabe dónde se esconde El Rey de la carne”…
III.
Dando por sentado que la literatura es una actividad social inmersa en su tiempo, no cabe dudas de que el lector de hoy es un sujeto diferente del lector del siglo XIX, cuyas posibilidades recreativas eran escasas, por lo que contaba con la posibilidad de dedicar muchas horas de lectura a las fructíferas novelas de su tiempo, ricas en detalles, donde todo era nombrado para intervenir de la manera más exacta posible en la recepción del lector. Sin embargo, los escritores de textos breves abren el juego, dejan al lector la posibilidad de concebir sus propias significaciones, de participar en el desafío de reponer información, de construir sentidos. Así, el texto de María Concepción Cairo, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
El sucucho
Osvaldo Bayer
Por vos, conocí el destino de los peones rurales de la Patagonia.
Pacífico anarquista, bondadoso, coherente.
Recibías a todos en tu casa, “el sucucho”, como la llamabas. No rechazabas invitaciones, desde viajes al sur para honrar a algún olvidado, o participar en charlas, talleres, actos, mesas redondas y, de ser necesario, en el video de algún grupo de rock.
Tengo que contarte algo, no es una buena noticia: Roca sigue allí, imperturbable, espada en mano, muy cerca de la Casa Rosada.
IV.
Conviene pensar en este momento que la brevedad trae aparejada la ausencia. Pero esa ausencia no es vivenciada por el lector como un vacío que lo abandona sino como un espacio abierto que lo invita a escuchar su propia voz en la lectura. El texto de María Cecilia Rivarola, de la ciudad de Rosario, deja de decir explícitamente para llenarse de implícitos con los que el lector hará su juego.
La buena conciencia del periodista
En un canal abierto existió hace algunos años un programa de un periodista que decidió mostrar los hechos delicados sin sensacionalismo ni morbosidad. Se había concientizado sobre el poder de los medios de comunicación y su influencia nefasta.
Tiempo después levantaron el programa del aire porque no generaba rating.