Durante los últimos tres años, nuestra región estuvo marcada por un período importante de sequía. Sin embargo, los especialistas vaticinan que esto está cambiando y se vienen épocas de muchas lluvias, que pueden traer grandes consecuencias. La erosión hídrica es el segundo factor de degradación de tierras en nuestro país, por lo que es necesario implementar medidas de cuidado para preservarlas.
"La erosión hídrica ocurre cuando el suelo no puede absorber más agua, y esta escurre superficialmente. Tengamos en cuenta que funciona como una especie de esponja que tiene un límite de porosidad, y cuando ésta no está en su plenitud por el mal uso de esas tierras, el agua que no se absorbe e infiltra en profundidad, justamente escurre superficialmente. Eso es lo que genera la erosión: una especie de efecto en cascada que intensifica el proceso de degradación de las tierras de manera exponencial", explicó el investigador Néstor Di Leo, quien trabaja en el Centro de Estudios Territoriales, perteneciente a la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario, junto a Sergio Montico y José Alberto Berardi.
En este sentido, el investigador resaltó que al venir de una larga época de sequía con cultivos de poco rendimiento y baja cobertura, la primavera que se acerca va a sorprender a los campos de la región con precipitaciones altas e intensas. "Hay que tener en cuenta esta situación, porque es necesario tomar medidas para mitigar la erosión hídrica".
Hablar de erosión hídrica es abordar un tema que no está de moda ni en la agenda mediática, pero que genera consecuencias directas a todos los habitantes y al medioambiente. “Hay muchas localidades o barrios de distintos pueblos y ciudades que se inundan y nadie da una respuesta certera de las causas. Estos problemas agudos también suelen estar originados en parte por este proceso. Creo que si logramos controlar el problema y concientizar de la importancia de trabajar para evitarlo, vamos a generar beneficios para todos”.
Estudios recientes marcan que alrededor del 26% del territorio argentino presenta niveles de erosión hídrica que superan las tasas tolerables. De allí se desprende que al año se pierden alrededor de 1.500 millones de metros cúbicos de suelo.
"Cuando se tiene sequía, por lo general se tiene poco rendimiento de los campos lo que hace que quede poco rastrojo en la superficie. Para muchas funciones, el rastrojo es el aliado principal del suelo, el único protector que tiene este cuando funciona un sistema agrícola de manera continua. Esto genera que haya menos materia orgánica y el suelo se resiente", detalló y añadió: "La caída de agua en grandes cantidades actúa en este caso como un agente agresor desde el punto de vista estructural. Funciona con la misma lógica de una lija".
Cuando el suelo es impactado por el proceso de erosión hídrica, se desprenden nutrientes y partículas fundamentales. "Se pierde lo inorgánico, o sea la parte mineral, y se produce sedimentación. Lo mineral es arena fina, limo y arcilla, se transforma en un sedimento que va con el agua y es lo que tapa por ejemplo las alcantarillas, los canales de acceso a los puertos u otros sectores. Junto con eso, también se pierden los materiales orgánicos, como los nutrientes principales del suelo. En la erosión hídrica entonces terminas perdiendo suelo, materia orgánica, agua para el cultivo, y además al desprenderse de los nutrientes naturales, se termina perdiendo dinero en fertilizantes para suplantarlos".
Este problema se ve agravado por el excesivo uso agrícola continuo especialmente en condiciones de monocultivo de soja, como también por la ausencia de medidas de control y mitigación de este proceso. "Cuando se pone un recurso natural a funcionar en un proceso productivo obviamente va a existir un cambio, pero de ser éste negativo es necesario tomar medidas para mitigarlo y corregirlo. Lamentablemente, en nuestro país una gran proporción de la economía depende de las divisas generadas en el sector primario. Por lo tanto, Argentina no puede dejar de dedicarse a la agricultura por el momento, entonces hay que extremar las medidas para que esa agricultura sea realizada de manera sustentable".
Para enfrentar este problema, Argentina adhirió a la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, con el objetivo de alcanzar la neutralidad de la degradación de las tierras. Eso significa que, en el año 2030, debería haber 200 mil hectáreas de bosque nativo bajo proceso de restauración de bosques.
En ese sentido, Di Leo resaltó que para poder realizar los procesos de manera sustentable es necesario poder plantearse desde el vamos todo el estado de situación, midiendo incidencias y planificando los mejores cursos de acción para evitar cualquier tipo de degradación del recurso suelo. "Siempre que se desarrolle un sistema de producción agrícola, algo de erosión puede existir, ante esto conviene tomar sí o sí medidas mitigatorias, que además de evitar la erosión hídrica van a mejorar la economía del agua en el suelo. Una de ellas puede ser todo lo vinculado a sistematización con terrazas".
Impulsando soluciones
El Centro de Estudios Territoriales de la Facultad de Ciencias Agrarias cuenta con recursos técnicos e instrumentales para diseñar distintas soluciones para evitar la erosión hídrica y proteger de manera integral la salubridad de los suelos. "Desde nuestro espacio creemos importante resaltar que cada caso es una situación particular y que a partir de ello se debe estudiar para conocer cuáles son las distintas posibilidades a implementar".
Di Leo especificó que no es un estudio "que se pueda hacer desde lejos" sino que es necesario que especialistas puedan acudir al lugar para tener un panorama preciso de la situación. "Una vez que tenemos los datos, diseñamos una solución acorde. Una puede ser, como antes se mencionó, la sistematización con terrazas".
En la Argentina, por el tipo de paisaje e intensificación de las actividades agropecuarias, sería recomendable la realización de cultivos en terrazas en unas cuatro millones de hectáreas, pero el porcentaje que las adoptó es mucho menor.
Esta solución implica el diseño, cálculo y posterior construcción de bordos de tierra de unos 50 cm de altura y de ancho variable, los cuales pueden ser sembrados sin problemas y detienen el proceso erosivo. "Se busca frenar el agua antes de que la velocidad del agua sea erosiva, es decir antes que el suelo ya no pueda resistir esa velocidad. Para eso se coloca un terraplén o un borde de tierra que tiene como función desviar el exceso hídrico a otro canal. Esto se hace en simultáneo con otras terrazas en la sucesión topográfica, por lo que cuando el agua empieza a bajar, se va desviando antes de que dañe el suelo. De esta manera, esa hilera conserva el suelo del campo y evita un daño muy difícil de dimensionar".
Además, José Berardi está a cargo del desarrollo de parcelas de escurrimiento con finalidades experimentales, las cuales se utilizan para estudiar cómo la lluvia erosiona y cómo desgasta el suelo. Este sistema busca controlar la superficie de cultivos en donde cae el agua, utilizando un embudo para poder recolectarla en una fosa, con el objetivo de medir el caudal escurrido y sedimentos.
De esta manera, se pueden probar distintos usos de la tierra y determinar qué cultivo o combinación de ellos es el más perjudicial en este tipo de procesos. Básicamente funciona como un laboratorio a cielo abierto, en donde el agua recolectada da muestras de los sedimentos que se escurren y no quedaron en el suelo. "Esta metodología es la primera vez que se aplica en esta zona y que se investiga en profundidad en nuestra Facultad. Es un desarrollo muy interesante que entregará información precisa para cuantificar variables que sirvan para evitar el proceso de erosión hídrica", concluyó Di Leo.