Vuelta a la tradición

Potentes sorrentinos de chorizo colorado y queso, generosos panzotti de osobuco braseado, clásicos ravioles de verdura, ñoquis de papa, tallarines al huevo y más, mucho más: un paneo por el gran catálogo dominguero de raigambre italiana y ADN argentino, de eso se trata La Casa de Sara, pequeña fábrica de pastas nacida hace un par de años de la mano de tres jóvenes –Ezequiel, Juan, Verónica– que rondan los 40 años de edad. “Comenzamos en la casa de mi abuela, Sara, haciendo pastas para amigos, solo con una Pastalinda. De a poco fuimos creciendo, incorporando tecnología... y justo antes de la pandemia, abrimos el primer local en Adrogué”, cuenta Ezequiel.

A tono con su historia artesana, La Casa de Sara apuesta por las pastas de siempre trabajadas con lógicas actuales: con ganas de aprender, estos tres jóvenes supieron juntarse con la gente correcta (“Vicente, de 75 años, que siempre tuvo fábrica de pastas, nos enseñó cómo usar las máquinas que habíamos comprado en una fábrica antigua; Fernando Orciani, un cocinero capo de la tecnología, nos enseñó sobre abatidores, roner y envasadoras al vacío”), para ofrecer así un producto repleto de sabor casero y calidad.

El fuerte de la casa son los sorrentinos ($1950 los de calabaza, $2100 los de jamón y queso, $2400 los de pollo, champignones, muzzarella y verdeo), lo mismo que los ravioles (de verdura y muzzarella a $900, de pollo estofado a $980), entre más oferta. Se suman salsas como la de tuco y estofado ($1400, con la carne tierna tras 12 horas de cocción a baja temperatura), además de crema de puerro o de hongos ($580), pesto ($1200) o una conocida bolognesa ($1400); y también algunos platos que van más allá de las pastas, en una lista que incluye empanadas, guisos, tartas y algunos postres.

Más allá de algunos caprichos (unos panzotti de langostinos, ricota y limón), La Casa de Sara apuesta por sabores conocidos, esos que gustan a todos, los que dan vida a tantos almuerzos de domingo. Tradición bien entendida.

La Casa de Sara queda en Cordero 730, Adrogué (sucursales en Wilde y Banfield). WhatsApp: 11-3385-7278. Horario: lun a sáb de 10 a 14 y de 17 a 20; dom de 10 a 14. Instagram: @pastaslacasadesara.

Nápoles en el barrio

En una calle tranquila y arbolada de Caballito, ahí nomás de Av. Gaona, Cacto llama la atención: lejos de competir con tanta pizzería tradicional que pulula por el barrio, este lugar llegó levantando en alto la bandera de la pizza de estilo napolitano, con un bello horno y el fuego encendido. “Soy gastronómico desde hace 15 años, siempre trabajando en lugares como Cañitas o Palermo. Después de la pandemia vi que había una la descentralización de la gastronomía, con lugares nuevos abriendo en zonas donde antes era difícil que estén. Yo soy vecino de esta parte de Caballito; empezamos abriendo Chill Garden acá enfrente, un local con un jardín delantero precioso; y ahora redoblamos la apuesta con Cacto”, cuenta Juan Cruz Gioia, uno de los socios.

Cacto es pequeño y canchero, en su estética y gráfica, uno de esos lugares que uno suele ver en polos de gastronomía: tiene una pequeña barra dentro y un deck en la vereda. La estrella de la casa es la pizza, elaborada con un mix de harinas, reposo de 24 horas, y cocinada luego en el horno a leña y gas que llega a los 400ºC. Si bien la técnica recuerda a la del sur de Italia, luego por encima la casa se permite muchos guiños a la porteñidad. “Queríamos ser un puente entre la pizza de siempre, la de los gallegos de toda la vida, y las pizzas de Nápoles. Por eso jugamos con sabores conocidos e ingredientes un poco más generosos de lo que suele ser este estilo”, explica Juan. Esto se traduce en pizzas todas individuales y finitas, con opciones como la De cancha (tomate italiano especiado, aceite de ajo, pasta de aceituna negra, $2300), la Fugazy (cebolla encurtida, cebolla blanca y morada asadas, muzzarella y parmesano gratinado, $2500), la Morrón (con tomate italiano, pasta de morrones asados y huevos de codorniz, $2600) o la Pistachela, una de las estrellas, que lleva straciatella, mortadela y praliné de pistachos ($2900), entre otras. Hay también faina, un par de cervezas, gin&tonic ($1500), sidra ($1300) y vino ($3800).

Una rica pizza, con buen producto y mirada bien contemporánea: una buena noticia para un barrio que la andaba precisando.

Cacto queda en Pujol 946. WhatsApp 11-2396-3195. Horario de atención: miércoles a lunes de noche; jueves a domingo también mediodía. Instagram: @cactopizza.

Un viaje por Italia

La de Cristian Aquila es una de esas historias que no se repiten a menudo, de alguien que –con ya una vida formada– torció el rumbo de su destino para hacer lo que amaba, y le salió muy bien. Tras 25 años de trabajar en una multinacional, decidió que lo suyo era la cocina y las redes sociales. Abrió un blog, un YouTube, un sitio web y un Instagram bajo el nombre de Cocinar en Casa; allí comenzó a compartir recetas con un estilo relajado y alegre. Lejos de improvisar, se tomó el trabajo en serio: estudió gastronomía y se profesionalizó. Luego, con la pandemia, el crecimiento fue exponencial: de unas decenas de miles, pasó a tener más de 700.000 seguidores que hoy confían en él y que saben que sus recetas funcionan.

Tal vez cansado de tanta virtualidad, Cristian abrió un proyecto paralelo, Cocina Escondida, al que define como “la casa de un chef”. En un antiguo departamento del microcentro porteño da talleres de cocina para grupos de ocho personas, que terminan con todos comiendo y bebiendo unas copas de vino (además de llevarse lo que cada uno hizo en la clase).

Si bien Cristian enseña diversos menúes del mundo, es la cocina italiana la que siente más cercana: varias veces recorrió Italia, tomó allá cursos y clases, habló con esas señoras que cocinan desde la cuna. Hoy ofrece un taller de pastas italianas, otro de pastas regionales exclusivas del sur de aquel país, y suma uno más de risotto. Cada alumno comienza desde cero, mezclando la harina, el agua, aprendiendo a usar moldes, comprendiendo las diferencias entre la sémola y el trigo pan, manejando cortes y formatos con y sin relleno (tortelloni, garganelli, pappardele, orecchiette, cavatelli y otros), incluso conociendo de salsas clásicas como pomodoro y pesto genovés. El resultado es admirable: de la nada, salen ravioles deliciosos, fusilli al fierrito, tagliatelle perfectos. El taller más la degustación, aperitivo, postre, Aperol Spritz y copa de vino, dura unas cuatro horas y cuesta $17.000. El único problema: los cupos se agotan enseguida. 

Una experiencia distinta, de esas que no se olvidan.

Información de próximos talleres en www.cocinaescondida.com. Conviene anotarse a través del Instagram @cocinaescondida para estar en lista de espera.