Lectóribus queridórum:

Harto ya de estar harto de ser tratado, visto o sentido como “bicho raro” simplemente por no responder a las medidas estándar, fashion, o como se quiera llamar a esas cosas que el mercado nos vende todos los días disfrazadas de vida, me animo –sabiendo que acá lo puedo hacer, que estoy entre gente querida y respetuosa– a meterme con el delicado tema de algo que, creo, está mal llamar "discriminación".

Porque “ discriminar”, o sea diferenciar, no es nada malo. El tema es no tratar mal a quien es diferente de uno. Somos todos y todas distintes y distontes (y a veces distantes), y cada cual con su subjetividad y su autopercepción. Hablando de eso, debo confesar que yo no dedico tiempo a autopercibirme, vivo la vida sin preguntarme “qué soy”, y si me quedara prendido de lo que la sociedad me dice que soy (o qué debo ser para ser aceptado), ahí sí sabría qué es lo que soy: ¡sería, perdónenme, “un reverendo bolú”!

Es cierto que la sociedad (digo, el mercado, les poderoses ungiéndose en representantes de la sociedad) nos etiqueta, y no es frontal. Quizás esto último no estaría mal. Que algunos llevasen en la frente el cartelito “exceso de garca" o “exceso de soberbia” o “exceso de narcisismo” podría advertirnos, pero… mejor no. Porque ¿quién decide qué cartel ponerle a cade une? ¿Usted? ¿Yo? Naaaaa..., ¡le mercade, lector, le mercade!

Aunque nos etiquetan sin cartelito alguno, saben perfectamente cómo hacerlo, y para lo único que esas etiquetas invisibles sirven, es para que otres nos traten mal, nos dejen afuera (a veces, de lugares en los que no queríamos estar, pero tampoco es cuestión).

Tendemos, no sé por qué (pero me incluyo en esto), a quedarnos en esos lugares de sufrimiento, quizás pensando apuradamente que el costo de irnos es “cierta soledad”. No entiendo por qué no nos preguntarnos cuál es el costo de quedarnos. Si lo hiciéramos veríamos que casi siempre es mucho más alto.

Para no hacer de esto una larga disquisición que pudiera ser tomada por autoerotismo, voy a compartir con ustedes una larga lista. Cada ítem de esta lista implica algo por lo cual yo mismo fui “discriminado”, “dejado de lado”, “no considerado perteneciente” y, algunas veces, burlado o agredido. Todas son reales. ¿Y saben qué? En el momento, provocaron sufrimiento, pero a esta altura, ya son medallas.

1. Por ser judío

2. Por ser varón

3. Por ser gordito

4. Por ser Nac&Pop

5. Por ser “infantil”

6. Por trabajar en Página/12

7. Por ser muy sigloveintenial

8. Por tratar de consumir cosas según mi propio deseo y no el del mercado

9. Por no fumar

10. Por no tomar alcohol (o tomar, ponele, un litro por año)

11. Por no ser verticalista

12. Por no ser religioso ni creyente

13. Por creer en el respeto a todas las personas por igual (más allá de razas, credos, dinero, sexo, género, etc.)

14. Por no tener auto

15. Por no ser rico

16. Por no ser musculoso

17. Por no ser hábil en ningún deporte

18. Por no “hacerme amigo de quien hay que ser amigo”

19. Por entender (siempre, no ahora), que "NO" es "NO". Y NO insistir

20. Por no ser “militante orgánico” de nada

21. Por preferir a las personas antes que a las instituciones

22. Por decir “NO”, y sostenerlo

23. Por no ver (o porque no me hayan gustado) algunas películas o series

24. Por no creer en las instituciones que representan afectos

25. Por ser coherente en mis contradicciones

26. Por creer en la unión (cooperación sin perder la singularidad) y no en la unidad (todes siguiendo a une)

27. Por no aceptar cosas como “es de época”, “es generacional”, “a la mayoría le pasa que…”; “pintó... tal cosa" (en lugar de "decidí tal cosa")

28. Por no creer nada, pero nada, en las encuestas

29. Y menos todavía, en las estadísticas

30. Por no confundir ni aceptar la confusión entre “ciencia” o “conocimiento”, y “estadística”

31. Por creer que un derecho lo es cuando incluye al 100 por ciento de las personas. Si no, es un privilegio

32. Por no confundir necesidades con deseo

33. Por no aceptar “lo tuyo es mío y lo mío es mío”

34. Porque cuando me preguntan: “Nosotros, ¿qué somos?”, respondo: “Entes biológicos modificados por la cultura” o: “El resultado de una extraña negociación entre la pulsión (instinto) y la cultura” o: “¡Y yo qué sé!”

35. Por no darle importancia a la moda o a “la tendencia”

36. Por creer que los niños y niñas son niños y niñas, y no “pequeños y medianos clientes”

37. Por creer que los límites cuidadosos son un acto de amor, y la falta de límites (cuidadosos, no sádicos) es falta de amor

38. Por creer que, para tomar algunas decisiones, hace falta tiempo y madurez

39. Por no creer que “los nuestros” son todos buenos y “los de ellos" son todos malos

40. Por creer que la subjetividad es subjetiva (de cada uno)

41. Por creer en la intimidad y la privacidad

42. Por despreciar el exhibicionismo disfrazado de valentía

43. Por no creer en la "pasión” ni en el “entusiasmo” –que son instantáneos–, sino en el amor y en los proyectos –que crecen desde el pie-

44. Por creer que el “amor a primera vista” es narcisismo, nomás

45. Por estarle muy agradecido al psicoanálisis y por tener ciertos pruritos respecto de otras escuelas “psi”

46. Por creer muy pero muy poquito en lo académico per se

47. Por creer que cualquier teoría, sin la práctica, no sirve para nada

48. Por creer que una tesis es una pregunta nueva, y no una demostración de que estoy de acuerdo con lo establecido

49. Por creer que todas (o casi todas) las violencias son iguales: un poderoso (real, imaginario o simbólico) somete a un (supuesto) débil

50. Por no creer que haya vínculos “a priori”, sino que se van construyendo

51. Porque, cuando me dicen: “¡Obvio!”, respondo: “No, no es obvio”

52. Por creer en el deseo como tal

53. Por saber que tengo límites y los demás también

54. Porque cuando me dicen: “Vos hablás de lo que te pasa a vos”, respondo: “Vos también”

55. Por creer que lo más absurdo que existe es el sentido común

56. Por creer que todos tenemos ideología (o, al menos, punto de vista, que es lo mismo con menos texto)

57. Por creer que el dinero es un medio, y no un fin ni una mercancía

58. Por creer que los cambios culturales no se hacen con leyes, sino con ejemplos y comunicación

59. Por creer que, salvo tres o cuatro cosas, lo demás es un chiste

60. Por pensar que la biología nos marca más allá de lo que queremos

61. Por creer que la mente se confunde más que el cuerpo

62. Por diferenciar entre fantasías o deseo (propios o ajenos) y realidad

63. Porque me encanta elegir lo que como

64. Porque “el niño que todos llevamos dentro” lo llevo afuera

65. Porque sé que no soy un péndex, y no me interesa parecerlo

66. Por creer que las cirugías, cuando no son necesarias, no hay que hacerlas

67. Por creer que para comunicarse con los jóvenes no hay que hacerse el joven

68. Por creer que, para ser quien uno siente que es, no hace falta pedir permiso ni obtener reconocimiento

69. Por creer que “inconsciente tenemos todos” y lo que no elaboramos nos vuelve por otro lado

70. Por creer en el género… humano.

La lista podría seguir “hasta el infinito y más allá”, pero mejor me detengo aquí, antes de tener que agregar: “Por hacer listas tan extensas que terminan aburriendo a los lectores”.

Sugiero acompañar esta columna con el video “Sigloveintenials” de Rudy-Sanz: