Hay algo que ni le inteligencia artificial podrá replicar: el aura que transmite un ser humano, único e irrepetible. Y si ese humano es Caetano Veloso el efecto emocional y perceptivo se potencia. A pocas semanas de cumplir 81 años, el músico bahiense regresó a Buenos Aires para presentar su último disco, Meu Coco (2021), y repasar parte de su vasta obra. Más allá de la presencia escénica y el enorme capital simbólico de Veloso –una leyenda viva de la cultura mundial, una pieza fundamental de la Tropicália-, lo que más impacta es la vigencia de su música y su capacidad de interpretación. Aunque su cuerpo ya no se mueve con la elasticidad de antaño, su voz está intacta. Pero en escena Caetano baila, agita los pies, los brazos y se deja llevar por el perfume irresistible del samba carioca.

En este plano de lo real, entonces, el músico se subió a las tablas del Movistar Arena y brindó un concierto que puso en primer lugar el concepto antes que los hits. Días atrás, se había presentado en Chile y agregó en la lista de gira una canción que conecta a Mercedes Sosa con Violeta Parra: “Volver a los 17”. "Ahora quiero cantar una canción que yo no cantaba cuando la conocí. La voy a cantar como una celebración y como una demostración de honor”, dijo Veloso y señaló que Parra murió el mismo año en el que se le puso nombre al Tropicalismo, en 1967. “Mis amigos universitarios cantaban estas canciones pero yo no; estas canciones eran consideradas serias o poéticas. Mercedes fue invitada por Chico Buarque y por mí a un programa de televisión y la cantó. Y nosotros cantamos un pedazo con ella”, recordó.

Solo con su guitarra, Veloso la cantó con suavidad y en un verso se quedó sin voz. No por una falla física, sino porque lo invadió la emoción. Fue la única vez que interrumpió una canción. "Agradezco y pido disculpas porque en Chile salió más entera. Pero lo importante es que yo la quiera cantar", se sinceró. Luego, en clave reggae, Caetano y su banda hicieron “Cajuína” y el pulso rítmico y bailable se encendió con “Reconvexo”. Ahí el bahiano se animó a danzar y el público se levantó de sus asientos para sambar con él. De espléndido blanco, casi fantasmal, el cantante y compositor brasileño se ubicó durante todo el show en el centro del escenario. A sus costados, los cinco músicos de su banda lo acompañaban con intervenciones justas y precisas. La base rítmica, a cargo de los percusionistas Kainã do Jêje y Thiago da Serrinha, iba del funky al soul y al jazz, con fluidez, elegancia y pasión.

El espectáculo comenzó con Veloso solo en escena interpretando con la guitarra criolla “Avarandado” –aquella canción que solía tocar con João Gilberto- y enseguida enganchó con “Meu Coco”, el tema que le da nombre al nuevo disco, que fue co-producido con el guitarrista Lucas Nunes, que integra su banda. El disco exalta la belleza de la identidad brasilera y refleja los años confusos y oscuros del bolsonarismo en el poder, como da cuenta “Não vou deixar”, que sonó más funky que en el disco. “Anjos tronchos”, que reflexiona sobre los laberintos del algoritmo, le aportó una cuota de espesura y dramatismo rockero al show. La puesta visual, que está basada en un boceto de Hélio Eichbauer, histórico escenógrafo de Veloso fallecido en 2018, va en esa sintonía: detrás del músico se impone una especie de cubo irregular e imperfecto, con un fondo que varía entre tonos rojos y negros.

"Es para mí siempre una belleza estar en Buenos Aires. Y no puedo dejar de tocar una canción el álbum Transa (1972), por eso elegí la primera", explicó luego de cantar la híbrida “You don’t know me”, de un disco que cumplió cincuenta años y que compuso luego de su exilio en Londres. Y que de alguna manera condensa gran parte de su estilo: una mezcla entre la tradición musical su país y las vanguardias de entonces, como el arte pop y la psicodelia. Luego, conectó con otra de ésa misma época, “Trilhos urbanos”, de Cinema trascendental (1979).

Después de la clásica canción de cuna “Leãozinho” y de recordar al poeta Augusto De Campos en la sutil “O pulsar”, la banda mostró su faceta más explosiva en “A bossa nova é foda”, del rockero Abraçaço (2012), su disco anterior. La sensualidad retornó con “Baby” –con Gal Costa sobrevolando en el aire-, la bossa “Lua de São Jorge” –con los percusionistas en su máximo esplendor- y “Menino do Río”. Entonces, llegó el turno de los bises: la bossa “Mansidão” –con la voz de Caetano en su mejor versión- y el funky “Odara” comenzaron a dibujar el final de la velada.

Y cuando parecía que “Noite de Cristal”, de Meu Coco, era la última canción del concierto, Veloso regresó al escenario para cantar un tema fuera de lista: “Tonada de luna llena”, de Simón Díaz, que había versionado originalmente en Fina estampa (1994). De alguna manera, finalizó con el mismo espíritu con el que inició: poniendo su voz al servicio una canción latinoamericana que guarda su nombre en un lugar preferencial pero que dialoga con un abanico diverso de artistas.

9–Caetano Veloso

Músicos/as: Caetano Veloso (voz y guitarra), Lucas Nunes (guitarras), Alberto Continentino (bajo), Rodrigo Tavares (teclados y glockenspiel), Kainã do Jêje (batería y percusión) y Thiago da Serrinha (batería y percusión)

Lugar: teatro Movistar Arena

Fecha: Viernes 9 de junio

Público: 8000 personas

Duración: 110 minutos.