La noticia del hallazgo con vida de cuatro chicos en la selva colombiana causó conmoción. Los pequeños sobrevivieron a un accidente de avioneta y, tras ser rescatados, son atendidos en un hospital de Bogota.
Lesly, de 13 años; Soleiny, de nueve; Tien Noriel, de cuatro; y Cristin, de uno, se salvaron de un accidente de avioneta el pasado 1º de mayo. Miembros de una comunidad indígena, los uitoto, en ese accidente murieron su madre, el piloto y un líder comunitario. La gran pregunta que asoma es cómo hicieron para sobrevivir en la selva.
Los uitoto reciben educación desde pequeños para poder alimentarse en la selva. Son educados para reconocer plantas comestibles, construir refugios y reconocer los peligros que los puedan rodear.
Fidencio, abuelos de los menores, reveló a la prensa que ”los niños están muy acabaditos, pero yo sé que están en buenas manos, yo sé que esto va a salir bien. Ellos están contentos al vernos. Ellos sobrevivieron al comer fariña y después que se les acabó empezaron a comer pepas”.
El rol clave due de Lesly, la mayor de los chicos. "Siempre ella los cuidaba cuando la mamá trabajaba. Les daba fariñita, casabito (harina y pan de yuca), cualquier frutica en el monte", contó su abuela Fátima, madre de la mujer fallecida en el accidente.
Un soldado que participó de la búsqueda se refirió a la interacción con los indígenas durante las semanas que duraron las labores. “De nosotros, aprendieron a navegar con el GPS. Y ellos nos enseñaron mucho de la selva, de sus tradiciones, de su profunda espiritualidad”.
Al término de cada jornada, al caer la noche, los indígenas celebraban un ritual para hallar respuestas a sus preguntas. Masticaban mambe, quemaban ají y uno de ellos se comunicaba con un abuelo del más allá. Un nativo declaró el jueves, un día antes del hallazgo que, “de acuerdo con nuestras creencias del Amazonas, cada territorio tiene un manejo y esta es cultura del Yuruparí. Después de unos días, los seres de la zona se apoderaron de los niños. Cuando aparezcan, estarán en buenas condiciones porque ellos los habrán cuidado”.
En esas labores, hubo una pérdida: Wilson, un perro rescatista. “Era medianoche, nos quedamos cerca de la avioneta, y de un momento a otro Wilson salió corriendo y nunca regresó. Días más tarde, una unidad lo miró a unos 100 metros, pero el perro volvió a alejarse corriendo. Es muy raro porque un canino tan entrenado como Wilson jamás abandonaría a su guía”, narró uno de los soldados. El perro sigue sin aparecer.
Si preocupó la vida de los niños durante 40 días, no menos llamativo es el desgaste del equipo de búsqueda, que recorrió a pie entre 250 y 300 kilómetros de selva. La mayoría de los soldados perdió entre tres y diez kilos. “Nosotros dormimos en hamaca, con cobija, cintela y toldillo, y los niños, a la intemperie. No sé cómo resisten”, se preguntaba un soldado antes del feliz desenlace.