En el primer día de junio de 1980, murió el cineasta y militante peronista Jorge Cedrón.  Estaba en el exilio en París, y ese día en una comisaría, declarando. Estaba junto a su segunda esposa, Marta Montero, que unos días antes había llegado porque  ahi mismo en París habían secuestrado a su padre y estaban siendo extorsionados por dinero. Cuando Jorge terminó de describir los hechos a la policía francesa, reticente porque tenía la certeza de que ellos eran cómplices y que el secuestro era político, le dio un beso a Marta, salió a fumar y la dejó declarando. Diez minutos después, ella salió a buscarlo. Fue ahí cuando un policía le informó que su marido se había matado en el baño de la comisaría: “votre mari a mis fin a ses jours”, le dijo. El cuerpo fue enviado directo a la morgue y oficialmente se declaró la muerte como un suicidio.

Cedrón es una pieza fundamental del cine político argentino de los años 70s. Nació en 1942 en la familia Cedrón, artistas de sangre. Vivió en Capital Federal, Mar del Plata, Don Torcuato y París. De joven descubrió el cine y el peronismo. Trabajó de lo que pudo para filmar y nunca dejó de militar. En toda su carrera produjo sólo cuatro largometrajes: El habilitado, Operación Masacre, Resistir y Gotán. Cuatro películas de una heterogeneidad poco habitual en los autores del cine nacional atravesadas únicamente por una constante: su mirada política y su politicidad estética. Esta heterogeneidad, que vuelve tan atractiva su filmografía, es a la vez la que lo sumió en un olvidó que persiste.

Basta con ver una vez su primera película, El habilitado, para recibir una brisa inmediata de su juventud y para comprender mucho de los elementos que luego constituirán su figura autoral. Identificado por él mismo como su film “más personal”, en El habilitado se sirve de los recuerdos de sus años de juventud en Mar del Plata para narrar la vida de unos pobres empleados en un local de telas que, en el sótano, viven traicionándose con el único sueño de subir al primer piso, de ser el habilitado. La rambla donde el protagonista anda en bicicleta y observa el mundo, el sótano del negocio Los Gallegos donde los personajes son explotados, las conquistas amorosas en el medio del campo y los conflictos familiares en esa pequeña y pobre choza son todos recuerdos de su propia vida que conforman una especie de autobiografía temprana donde se prioriza una solo enfoque: su mirada cruda sobre la realidad. 

Cedrón dijo poco después de su estreno que “ya sé que algunos no van a encontrar en mí película esas vastas teorías sobre la realidad que se construyen algunos cineastas a la francesa. Tampoco me propongo un cine de tesis, a lo Solanas; para mí, cualquier tipo que exprese su visión del mundo con claridad es revolucionario. Lo demás no me preocupa. Creo que si se toma una historia, una situación cualquiera, y se ahonda en ella sin piedad —eso sí: sin piedad— saldrán a flote todas las contradicciones, todas las cosas negativas de la sociedad en la que vivimos. Simplemente narrando, sin grandes palabras ni estruendosas propuestas.”

Los Cedrón se mudaron a Mar del Plata en 1951. Vivía con sus hermanos y sus padres en una casa de campo sin electricidad. Ahí, entre juegos y galgos que criaba con su hermanos, vivió su juventud y conoció el cine. “Cuando tenía dieciséis o diecisiete años y vivía en el campo, los únicos films argentinos que me hablaban en el lenguaje que utilizaba con mis amigos eran los de Torre Nilsson. El día que ví en pantalla Fin de fiesta me dije: voy a hacer cine. Cuando yo vivía en Mar del Plata me parecía que Torre Nilsson era una especie de jesucristo pipón. Yo veía una cámara y eyaculaba, me parecía una cosa imposible, como una mina cuando tenés 15 años y te parece que nunca te va a tocar, que no es para vos”.

También en Mar del Plata, trabajando en el sótano de Los Gallegos y viendo esas piernas de compradores que aparecen en El habilitado, fue que se enfrentó a las injusticias y desigualdades que años más tarde lo acercaron a la militancia clandestina que terminaría en el exilio. “¿Por qué los personajes míos son de lumpen para abajo? Porque de alguna manera pertenezco a una clase. De ahí mi ingreso al peronismo. “ afirmó.

En 1971, El Habilitado buscó insertarse en un sistema comercial que no tenía espacio para el cine político. “Pensé que la terminaba, la llevaba al Instituto de Cine, me la tomaba un distribuidor…todo lindo. En esos años uno se cree Dios. ¡Yo le quería ganar a la muerte, les quería ganar a todos! Pero no: el Instituto me excluyó de los beneficios oficiales, los distribuidores me la rechazaron, los exhibidores no la querían…La estrenamos a los ponchazos y la vieron cinco mil tipos”. El mundo intelectual tampoco la comprendió, no era para ellos. Años más tarde, Cedrón comenzaría a trabajar en Operación Masacre decidido a abandonar el circuito comercial. Realizó la película bajo uno de los primeros sistemas de cooperativa y la estrenó clandestinamente.

A raíz del fracaso comercial de El habilitado, Cedrón reflexionó: “Me interesa contribuir a formar un nuevo público, o una nueva conciencia en el público que va al cine, creando, en lo posible, una imagen no distorsionada de la realidad argentina actual. Quiero hacer un cine popular y entiendo por cine popular el que se nutre con el pueblo, con todos los temas, la ternura, los odios, las alegrías y tristezas que alberga ese mismo pueblo. Lo único que espero es que el público, el “soberano”, nos entienda; los problemas son suyos y así los hemos querido pintar”.