Entre 1928 y 1943, Roberto Arlt escribió una columna por día en el diario El Mundo. A esas "notas de un periodista" las llamó aguafuertes. El origen del título remite a lo pictórico. El aguafuerte es una modalidad de grabado calcográfico, en la que se toma como base un metal, se recubre con barniz, se dibuja encima, y más tarde se estampa con fuerza sobre una hoja con tinta. Fue uno de los primeros procesos de estampado, y fue muy popular entre artistas como Rembrandt, Goya y los expresionistas alemanes.
La acción original de estampar que acarrea la técnica le permitió a Arlt un horizonte estilístico. Retomando la tradición del cuadro de costumbres, de amplia trayectoria en el periodismo argentino, las aguafuertes estampaban la realidad fragmentada en una zona, un barrio, dos personajes o una situación, y a modo de fotografía, describían un momento concreto.
Si bien comenzaron siendo misceláneas de la Ciudad de Buenos Aires (su primer título fue "Aguafuertes porteñas"), gracias a su positivísima recepción entre los lectores las aguafuertes le permitieron a Arlt viajar para escribir, algo con lo que nunca había ni soñado: durante la década del treinta y principios del cuarenta, pudo escribir a raíz de lo que veía en distintos puntos del país, Rio de Janeiro, España, Marruecos.
Hasta el día de hoy, continúan siendo encontradas y recopiladas aguafuertes de todo tipo y lugar. Este año, Ediciones bonaerenses sumó una a la larga lista de aguafuertes territoriales: "Aguafuertes bonaerenses", un conjunto de 42 aguafuertes de Roberto Arlt, entre ellas, 3 que nunca habían sido publicadas en libro. El punto en común de estas aguafuertes, es, claro, la Provincia de Buenos Aires, territorio que Arlt recorre de sur a norte y de este a oeste, describiéndolo con el ojo curioso de quien se deja sorprender.
Alejado ya completamente de la fórmula porteña del inicio, Arlt se suelta a recorrer nuevas geografías, desde Patagones hasta las islas del delta del Paraná y desde los balnearios marplatenses hasta Sierra de la Ventana. Los entonces “pueblos” de los alrededores de la ciudad porteña (hoy cuidades) a los que llama "pueblos para soñar", se convierten en objeto de su mirada y de sus crónicas, al igual que las playas, los ríos, la ruralidad.
Como afirma en el Prólogo su compiladora, Margarita Pierini, los escritos están divididos en dos partes: “Cartografías” y “Perspectivas”. La primera la componen las notas que tienen una referencia geográfica precisa y están ordenadas desde la Capital Federal hasta el extremo sur de la provincia. Por otro lado, “Perspectivas” lo conforman aguafuertes que “ofrecen paisajes, tipos humanos, perspectivas culturales que pueden reconocerse dentro de más amplias geografías”.
Lo curioso de estas aguafuertes, como muchas otras de Arlt, es la mirada atravesada por la experiencia propia. Comenzando por los entonces pueblos de Morón, Banfield, San Isidro, Ramos Mejía, Temperley, Saavedra, Arlt se reconoce hombre de ciudad, por eso lo primero que le sorprende es el silencio, e imagina su vida lejos del barullo de la porteñez.
No pierde oportunidad de inmiscuir la impronta política, como se puede leer en "Gimnasia obrera en Lanús", una divertida crónica donde describe el escenario de un gimnasio en un club atlético en el barrio sureño, y la relación de los proletarios con el deporte, o en "Entre los huelguistas de Avellaneda", el título es sobreexplicativo.
Algunos territorios no le gustan nada, como Valentín Alsina, al que llama "simplemente espantoso" y "una sucursal del infierno". Al igual que el Dock Sud, que le resulta el escenario ideal para escuchar un acordeón, "la máquina musical de las almas solitarias". Aprovecha para quejarse de que le encantaría vivir en Bella Vista pero no le pagan lo suficiente, sufre en el suburbio. Arlt se sorprende, siente, se emociona a cada paso y en cada lugar, pero sobre todo, se sorprende, nunca pierde la capacidad de ser atravesado, aunque sea por un barco colorido o una pareja que parece que se ama.
La mirada antigua de Arlt se hace nueva con cada texto. Y su compilación y lecturas nuevas son productivas, no solo para retomar el pasado y compararlo con el presente, sino en el caso de la Provincia de Buenos Aires, para volver y volver sobre la diversidad de un territorio que constantemente está repensándose.
Como puede leerse muy claramente en el prólogo a Los lanzallamas, la literatura para Arlt existía por las noches, por fuera del ruido de la redacción y la cuestión del encargo ("Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana"). Trabajador de la palabra, sostenía que para tener estilo era necesario tener tiempo, comodidades, rentas, vida holgada. Que al contrario, quien vivía de escribir era un escritor como de trinchera, y el acceso a la belleza se le presentaba como un lujo.
Por eso dice, en el mismo prólogo: "Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados". Sin embargo, entre grabado y bordado hay muy poco, y a pesar de que para Arlt haya sido trabajo, hay indiscutiblemente mucha belleza en las aguafuertes.