Como siempre todo se juega en estas elecciones. Todo y nada, porque las esperanzas de cambio se cifran, precisamente en la esperanza mucho más allá de los proyectos. Pero, claramente hay candidatos con proyectos y candidatos con slogans. Rosario y la provincia se exponen nuevamente a la posibilidad de pagar carísimas y largas curvas de aprendizajes para todos aquellos que no vieron un Estado ni en figuritas. Es posible que el electorado se confunda o lance una moneda al aire para cargos legislativos, una intuición digamos. Un dato que le pasaron para la apuesta. Pero sí hay algo que distingue bien: El rol de los ejecutivos, la cabeza de una administración, el o la que pueden resolver o no problemas con mayor eficacia y celeridad.
Con su profunda crisis de violencia e inseguridad, la ciudad enfrenta un escenario electoral con poco espacio para las aventuras de la antipolítica. No quiere decir que confíe ciegamente en la dirigencia, pero en el fondo sabe bien que la salida viene por el camino de la política. A tal punto que el libertario Javier Milei ni se tomó la molestia de ensayar un armado político en la provincia y mucho menos en la ciudad.
En Rosario el intendente Pablo Javkin juega una final que lo puede llevar directo otra vez al sillón del Palacio de los Leones o convertirlo en el primer intendente que no logra su reelección desde la recuperación de la democracia. Enfrente, el peronismo y sus aliados le prenden velas al profesor Rodolfo Ruggeri, el primer intendente electo por el pueblo y el último del peronismo que fue derrocado por el golpe de 1976. Eso está en juego para los peronistas: recuperar la ciudad después de 50 años.
Y para eso los precandidatos del sector lograron una alianza que había quedado trunca en las elecciones pasadas y que le pone hoy un grado de competitividad que ilusiona a sus protagonistas. Roberto Sukerman y Juan Monteverde están genuinamente convencidos que ganan la Paso y eso agilizó los acuerdos para que el PJ y Ciudad Futura compitan por adentro y sumen base electoral para las generales del 10 de septiembre.
Alrededor de Sukerman piensan que ahí están los votos que le faltaron para ganarle a Javkin en las reñidas elecciones de 2019. Y Monteverde piensa que con sólo una porción de esos votos peronistas será un candidato duro de vencer en una general. Es un acuerdo win-win y eso lo hace poderoso.
Sukerman aceleró en estos días en un encuentro con profesionales y técnicos para “recoger propuestas para gobernar Rosario”. Allí el precandidato fue duro con Javkin al asegurar que “hoy nadie visualiza al intendente como la máxima autoridad porque no se hace cargo de los problemas de la ciudad”. Y graficó: en otros municipios “los intendentes se hacen cargo de la seguridad, tienen su propia secretaría con especialistas, compran móviles, le ponen combustible, tienen centros de monitoreo, invierten en tecnología y trabajan de forma coordinada con el 911”.
Pero Sukerman también hizo referencia en ese acto a la situación social. “Es imposible pensar que vamos a vivir en una ciudad segura y en paz con el grado de desigualdad que tenemos” y apuntó que desde hace 20 años se lleva adelante una política de expulsión industrias de la ciudad generando una reducción en la actividad económica local, en la pérdida de puestos de trabajo, y en la recaudación estatal: “Necesitamos tener recursos propios y para eso tenemos que aumentar actividad económica”, subrayó.
El acto de lanzamiento de las candidaturas a gobernador de Eduardo Toniolli del Movimiento Evita y del propio Monteverde a intendente por Ciudad Futura en un colmado club Banco Nación (ver edición de ayer de Rosario/12) fue toda una demostración de la fuerza que alcanzó el espacio Rosario sin Miedo. “En un contexto donde la política está en crisis, fragmentada y dispersa, donde todos se pelean con todos, acá nos estamos juntando quienes pensamos parecido y estableciendo una prioridad: poder volver a vivir tranquilos” señaló Monteverde en su discurso, y aseguró que se necesitan tres cosas: “Una nueva fuerza, potente y plural, que hoy está naciendo, un plan concreto y eficaz que venimos diseñando hace años y por último la valentía necesaria para llevar adelante ese plan, para hacer lo que hay que hacer”.
Toniolli coincidió en que “el problema de Santa Fe es fundamentalmente político. En la provincia está sobre representada la agenda del poder económico. Hay dirigentes que no caminan por las mismas calles que caminamos todos. No saben cuánto sale un kilo de pan” y apuntó: “Si los dejás en Arijón y Oroño no saben qué bondi hay que tomar. Perdieron el rumbo: no saben lo que están haciendo. En el mejor de los casos sólo quieren permanecer y transcurrir, y en el peor son empleados de alguna corporación”.
La fuerza del oficialismo
Del lado del intendente miran los números y se entusiasman. Contrariamente a lo que muchos creían, no será fácil ganarle a Javkin la Paso y creen que le queda para ganar la general. A ese punto llega hoy el optimismo. Alimentan esta sensación en que “lo de Sukerman es una foto de 2019, habrá que ver si se queda ahí o desciende”. Y con Monteverde creen que representa un cambio “que es demasiado brusco para la sociedad rosarina que está buscando certezas que le indiquen una posibilidad de mejora”, señalan en torno al jefe comunal.
Pero primero está la Paso del 16 de julio y ahí competirán contra el intendente, Enrique Estévez, Miguel Tessandori y Carlos Cardozo. Ese cóctel que terminó pergeñando el problemático frente Unidos para Cambiar Santa Fe que, sin embargo a nivel local ha conservado la cordura que perdieron Carolina Losada y Maximiliano Pullaro en la provincia con el reciente aporte arrollador de Elisa Carrió. Toda una serial killer de la política nacional que acá ligó al exgobernador Antonio Bonfatti y al propio Pullaro con el narcotráfico. Pero tampoco ayudó mucho a Losada a quien dijo “querer” pero que “no conoce Santa Fe”. Después de todo, ninguno de los sectores le dió espacio a la dirigente santafesina de la Coalición Cívica, Lucila Lehmann, a quien ni siquiera invitaron para servir café en las reuniones.
Tessandori debería llevar un etiquetado frontal: Exceso de sentido común. Eso que endulza a algunos vecinos pero empalaga a muchos otros que saben que ese no es un ingrediente que por sí sólo pueda conformar un plato nutricional completo. Hacen falta muchas más cosas, como programas, estudios, mensajes de mayor contenido...
Estévez lleva toda la carga del socialismo en su adn con todo lo bueno y lo malo que eso implica. Le es difícil crecer hacia los costados y despegarse de los vicios acumulados de las sucesivas gestiones que el electorado decidió dar por finalizadas agradeciendo los servicios prestados. Pero es al que siguen más de cerca los asesores de Javkin, con quien las relaciones rotas en 2019 nunca se volvieron a recomponer del todo.