La inflación subió en mayo un 9,1 por ciento, acelerándose 1,1 puntos porcentuales respecto al mes anterior, según el último informe del Instituto de Estadística de los Trabajadores (IET) de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) y el Centro para la Concertación y el Desarrollo (CCD). Es el valor mensual es el más alto desde abril de 2002, cuando superó el 10 por ciento tras el salto inflacionario derivado de la salida de la Convertibilidad. En lo que va del año alcanzó el 42 por ciento y en los últimos 12 meses acumuló una suba de 115,7 por ciento.

La inflación de mayo estuvo motorizada nuevamente por Vivienda (+23 por ciento), impulsada por subas del 54 por ciento en electricidad y del 27 por ciento en gas producto de la baja de subsidios implementada por el gobierno nacional. A ello se suman los alquileres, que subieron 8,4 por ciento.

El resto de los capítulos subieron por debajo del promedio, pero igual quedaron en un nivel muy alto: Recreación y cultura (8,4 por ciento), Comunicaciones (8,3), Salud (8,2). Equipamiento del hogar (7,8), Otros bienes y servicios (7,4) y Transporte (7,1 por ciento). Los Alimentos y bebidas se desaceleraron y anotaron un 6,8 por ciento. Educación (6,5) e Indumentaria y calzado (6,1 por ciento) completan el resto de la canasta. Todos los capítulos subieron por encima del 6 por ciento, algo inédito desde febrero de 1991, previo a la Convertibilidad.

Dentro de Alimentos, sobresalieron las subas en lácteos (9,2 por ciento) y pan y cereales (9,1). Amortiguaron las subas las infusiones (-0,8 por ciento, por la yerba) y bebidas no alcohólicas (+0,2 por ciento, por gaseosas). En tanto, las carnes treparon 4,5% y desaceleraron respecto al mes previo.

Para el director general del CCD y exministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, “el aumento de este mes se debe a una suba importante en los precios regulados por el Gobierno, particularmente en algunas tarifas de los servicios públicos como electricidad y gas, que fue lo que provocó el aumento en el índice promedio a pesar de la desaceleración en la inflación que registraron nuestros especialistas en el sector de alimentos. Eso nos lleva a pensar que se pueden tomar medidas para compensar estas alzas de cara a los próximos meses”.

Para el coordinador del IET, Fabián Amico, “es importante señalar de dónde provino la reducción en la inflación de alimentos, que pasó de crecer más o menos 10 por ciento el mes pasado y pasa a crecer 6,8 por ciento. Tiene que ver con dos cuestiones vinculadas a los precios internacionales, o sea al ritmo de aumento de los precios de los productos que exporta e importa Argentina, pero fundamentalmente de los que exporta, porque Argentina exporta alimentos. Hubo una caída de los precios internacionales de los alimentos y al caer esos valores se provoca un efecto deflacionario sobre los precios internos, en términos relativos, lo que significa que los precios crecen menos. A su vez, el tipo de cambio mayorista que es el que traduce los precios internacionales hacia el mercado doméstico, estuvo relativamente estancado. Por lo tanto, estos dos factores hicieron que desacelerara la inflación de alimentos en mercado interno”. 

Empleo y salarios

La segunda parte del informe se concentra en la composición del empleo en los últimos 20 años. Tras haber pasado del 37,6 al 51,8 por ciento entre 2003 y 2015, el empleo asalariado registrado viene perdiendo peso dentro del total de la población ocupada. En 2022 dio cuenta del 46,4 por ciento del total, cifra similar a la de 2007-8. Entre 2015 y 2022 ganó peso el empleo no asalariado, que pasó del 23,2 por ciento del total al 26,7 por ciento. Esto estuvo impulsado particularmente por el cuentapropismo femenino, que pasó del 35 al 40 por ciento del total del empleo cuentapropista. En tanto, el empleo asalariado no registrado ganó peso también, pasando del 24,9 al 26,8 por ciento. 

La nota distintiva es que la suba del peso del empleo asalariado informal estuvo casi íntegramente traccionada por aquellos empleados asalariados que aportan individualmente al sistema jubilatorio. Pasaron del 2,1 al 3,6 por ciento y, si se cuenta solo el universo de los asalariados a los que el empleador no les realiza descuento jubilatorio, pasaron del 8 al 14 por ciento. Este último segmento del empleo asalariado está en una zona gris entre la formalidad plena (es decir, en donde el empleador le aporta al sistema jubilatorio) y la informalidad plena (en donde el Estado no conoce la existencia de este trabajador producto de que ni siquiera aporta por sí mismo al sistema jubilatorio).

El trabajador que aporta por sí mismo al sistema jubilatorio es en promedio más joven que la media de la economía: la edad promedio es de 39,7 años, contra 40,9 del promedio de la economía. No obstante, son trabajadores de mayor edad que los asalariados informales que no aportan por sí mismos a la jubilación, cuya edad promedio es 35,7 años. En otras palabras, los jóvenes están particularmente sobrerrepresentados en este frágil segmento del mercado laboral. En segundo orden, la tasa de feminización en los trabajadores que aportan por sí mismos al sistema jubilatorio es más elevada que la media de la economía: el 48,8 por ciento son mujeres, 5 puntos por encima de la media y casi 1 punto por encima de los asalariados informales que no aportan a la jubilación.

En tercer lugar, un dato muy llamativo es que los trabajadores que aportan por sí mismos al sistema jubilatorio presentan niveles de calificación e ingresos mucho más parecidos a los asalariados registrados que al resto de los asalariados informales. El nivel educativo de los trabajadores asalariados que aportan por sí mismos al sistema jubilatorio tienen 15 años de escolarización promedio, esto es, 1,7 años por encima de la media de la economía e incluso 0,6 años por encima de la media de los asalariados formales. El dato para destacar es la gran diferencia que hay con el resto de los asalariados informales, que tienen apenas 11,6 años de educación. En la misma dirección, el porcentaje del empleo que es altamente calificado (con calificación profesional o técnica) alcanza el 41,5 por ciento en los asalariados que aportan por sí mismos a la jubilación, 13,4 puntos por encima de la media de la economía (e incluso 5,3 puntos porcentuales por encima de los asalariados registrados). Comparado con el resto de los asalariados informales, la brecha es muy grande: apenas el 6,4 por ciento de estos tiene alta calificación.