Algunos ya se animan a arriesgar que se trató de uno los mejores conciertos del año –o el más emotivo, al menos-. Y eso que recién estamos en junio. Lo cierto es que el regreso del uruguayo Jaime Roos a Buenos Aires se vivió con la euforia y la alegría de quien espera por varios años a un familiar cercano que vive a kilómetros y kilómetros de distancia. Aunque esa distancia sea apenas el Río de la Plata. Pero los últimos años de Roos fueron de una profunda introspección y orden interno. Incluso, analizó la posibilidad de retirarse definitivamente de los escenarios. Pero el músico de 69 años está acá, sobre las tablas del histórico Luna Park, a punto de brindar un show de más de dos horas repleto de clásicos y canciones de todas sus épocas. “¡Vení a tocar más seguido, Jaime”, le gritó un hombre desde abajo. “Pero es que tampoco estaba tocando en Uruguay”, respondió el músico, como quien conversa en un bar con un amigo.

La espera de ocho años valió la pena. Acompañado por 22 músicos que entraban y salían del escenario según requería cada canción, el cantautor montevideano desplegó una fuerte dosis de candombe, murga y rock, con algunos pasajes de tango y milonga. La noche comenzó con “Los futuros murguistas” y anticipó el color celebratorio que tendría toda la velada. "Antes que nada, no se imaginan la alegría que nos da estar aquí esta noche", saludó Jaime antes de interpretar, guitarra en mano, el clásico “El hombre de la calle”, de Estamos rodeados (1991). Y pegadita vino “una canción de resurrección” –según presentó-, “Tal vez Cheché”, con la cuerda de tambores comandada por Manuel Silva (tambor piano), Jorge “Foqué” Gómez (tambor chico) y Juan Álvarez (repique) activando el candombe por primera vez en el concierto.

Pero Jaime Roos es mucho más que carnaval. Es también melancolía, intimidad y existencialismo. Tango, horizonte y ciudad. Por eso, el músico se sentó con su criolla y la lista siguió con “Las luces del estadio”, con una especial dedicatoria. “Cuando se publicó esta canción su música fue dedicada a dos personas, Ástor Piazzola y El Polaco Goyeneche”, dijo y dio a entender que estaba inspirada en el tango de Buenos Aires. “Todos hemos pasado alguna alborada/ por la puerta del bar donde pasa la vida/ Donde a la medianoche reviven fantasmas/ y el poeta a su musa da la bienvenida”, cantó Jaime frente a miles de personas con su voz gruesa y sentida, acompañado por Gustavo Montemurro emulando un bandoneón con el teclado y las guitarras del picante Nicolás Ibarburu (eléctrica) y el bueno de Poly Rodríguez (criolla).

No fue la única mención o guiño a Buenos Aires y a la Argentina. Como si hiciera falta, el uruguayo se preocupó por resaltar su cariño y agradecimiento por el país hermano que le abrió las puertas desde los inicios de su carrera. Quizás, necesitaba restablecer el vínculo después de varios años de silencio. Pero no hacía falta: el vínculo estaba intacto. "El próximo cuplé se estrenó en vivo en Buenos Aires en 1982. En esa época nos iban a ver 150 personas en La Trastienda vieja", contó, en clave retrospectiva, y los primeros acordes de “Los Olímpicos” encendieron al coro de murga Los Reyes del Tablado y a la batea de murga La Tríada. "Las músicas de Montevideo y Buenos Aires se entrecruzan. Algunas canciones fueron escritas o terminadas acá", reforzó el diálogo rioplatense antes de la murga “Al Pepe Sasía”.

Luego, en el tema “Aquello” retornaron los tambores al centro de la escena y más tarde Jaime se dio el gusto de tocar una de sus canciones de amor favoritas, “Golondrinas”, del disco La margarita (1994); y “Milonga de Gauna”, de su álbum de versiones Contraseña (2000). “Adiós juventud”, una de las más celebradas por el público, dio comienzo a la segunda parte del show, que en total contó con 25 canciones de todas las épocas. “Cometa de la Farola”, con un Nicolás Ibarburu prendido fuego al igual que su hermano Martín en batería, hizo que todo el Luna Park se pusiera de pie. “Dale más piola que llega hasta el sol, sí, sí”, cantó Jaime con su particular registro vocal. Y en “Esta noche” la cosa se puso más funk-rock

"La próxima la grabamos con el Portugués Da Silva. Hubo dos versiones, una con el Zurdo Bessio y otra con la voz principal de Mercedes Sosa, que me dio la bendición de cantar en ese disco”, apuntó Jaime y se lanzó nomás con otro de sus himnos, el huayno “Si me voy antes que vos”. Y desde todos los rincones del estadio bajó un ensordecedor “Olé, olé, olé, Jaime, Jaime”. Pero las referencias a músicos argentinos no terminarían ahí. Dijo que para él era una noche de recuerdos, porque hace mucho tiempo que no venía. “Es un lugar común, pero es removedor”, confesó y contó que iba a tocar una canción que grabó en Montevideo pero que se mezcló en el estudio de Spinetta, La Diosa Salvaje. Y le dedicó “Good bye”, que tocó en plan cantautor. “Maestro es a quien uno quiere. A Spinetta está canción". En esa misma línea, con suavidad y calidez, llegó el turno de la beat “Lluvia con sol” y luego de la alegre “Nadie me dijo nada”.

El concierto iba llegando de a poco a su fin. Pero faltaban algunos hits. Entonces, Jaime se lanzó a cantar una que “le gusta más a los argentinos que a los uruguayos”, el candombe “Amándote”. “La grabaron desde Adriana Varela hasta Zoe Gotusso pero mi preferida es la de La Mona Jiménez”, confesó como si estuviera en una ronda de amigos. En esa sintonía, siguieron las murgas “Que el letrista no se olvide”, “Colombina” y el clásico de clásicos del carnaval uruguayo, “Brindis por Pierrot”, cantada por Pedro Takorián, y con un recuerdo oportuno de Jaime a la memoria del Canario Luna.

La tríada “Cuando juega Uruguay”, “Amor profundo” –con la voz de Pulpa Méndez- y “Durazno y Convención” sellarían el final. "En algún momento hay que retirarse, vamos a hacer nuestra clásica despedida" y la frase pareció tener un doble sentido. En algún momento hay que retirarse, sí. Pero, pese a los antecedentes recientes, ese momento todavía parece estar lejos. Hay Jaime para rato.

9–Jaime Roos

Lugar: teatro Luna Park

Fecha: Sábado 10 de junio

Público: 6200 personas

Duración: 130 minutos.