En el istmo Ameghino que une la península Valdés con la provincia del Chubut, en esa franja de tierra que separa los Golfos de San José al norte y Nuevo al sur, hay dos equívocos de naturaleza distinta. Uno muy cerca del otro y ambos visitados por los turistas crédulos de la folletería turística. El primero tiene carácter de camelo: se dice que Antoine Saint-Exupéry se inspiró –durante sus vuelos aéreos por la costa argentina en la década del 30– en la silueta de “La isla de los pájaros” para su famoso dibujo del elefante dentro del vientre de la boa. Desde luego, el dato como fuente de El Principito es incomprobable aunque se repita una y otra vez. Y el segundo caso, ya de carácter histórico (y el que en verdad interesa), sostiene que la pequeña capilla blanca que se encuentra a metros del mirador turístico es una réplica exacta de la capilla del Fuerte San José, creada durante la colonización española en el siglo XVIII. A esta afirmación la desmienten no sólo documentos sino la evidencia recogida en el lugar por arqueólogos e investigadores del Conicet, quienes determinaron que para erigir esa construcción, que data de los años 70 del siglo pasado, se tomaron los planos de un fuerte también llamado San José, pero ubicado en la capital uruguaya.
Mientras que en un caso –pareidolia mediante– todo queda sujeto a la fe del visitante, en el otro se hace necesaria una explicación desde la ciencia. Para darla está Silvana Buscaglia, doctora en Arqueología e investigadora adjunta del Conicet en el Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas, que lleva más de 20 años estudiando sobre el colonialismo y las relaciones interétnicas en la Patagonia, con un enfoque específico sobre el rol de las poblaciones indígenas en el orden colonial. Buscaglia, junto a un grupo de trabajo integrado por los investigadores Marcia Bianchi Villelli, Solana García Guraieb, Augusto Tessone y la tesista Anabella Sellanes, recuperaron la verdadera historia de aquel asentamiento y explicaron algunas de las dificultades de la investigación.
–Parafraseando a Exupéry, ¿se podría decir que el pasado se descubre cuando se mide con un obstáculo?
–Así es, y también se podría agregar que el conocimiento sobre el pasado siempre tiene implicancias para el presente y, por supuesto, en los procesos de construcción de la memoria histórica.
–Hablemos entonces de lo que representa el Fuerte San José y su particular historia. ¿En qué contexto histórico aparece?
–El Fuerte San José y el Puesto de la Fuente se crearon en 1779 como parte de un proyecto para colonizar la costa patagónica que la corona española puso en práctica a finales del siglo XVIII. A lo largo del litoral atlántico patagónico se levantaron en esa época cuatro establecimientos con funciones defensivas, poblacionales y productivas. Me refiero, junto al Fuerte en cuestión, a los otros tres: Fuerte Nuestra Señora del Carmen, en Carmen de Patagones; la Nueva Colonia y Fuerte de Floridablanca en Bahía San Julián, y el enclave de la Real Compañía Marítima y Fuerte San Carlos en Puerto Deseado, estos dos últimos en la provincia de Santa Cruz. Semejante proyecto fue resultado del impulso a la política colonizadora en el marco de las reformas borbónicas y el auge del pensamiento ilustrado en España. Si bien la preocupación fundamental de España era la defensa de sus posesiones más australes ante el avance británico, también se buscó brindarles nuevas oportunidades a familias campesinas muy empobrecidas.
–¿Por qué en el Golfo? ¿Era un punto estratégico?
–Según marinos, militares y funcionarios que estaban al frente de la empresa colonizadora, ese lugar ofrecía condiciones favorables geoestratégicas tanto para la instalación de un puesto defensivo como para el resguardo de una escuadra armada enemiga, de ahí su importancia.
–¿Siempre se lo llamó San José? ¿Cómo lo denominaban los pueblos originarios?
–Los documentos históricos hablan de San José pero también lo hemos registrado, aunque con menor frecuencia, como Fuerte de la Candelaria. Por el momento no fue posible establecer cómo lo nombraban las poblaciones indígenas, ya que suele ser muy difícil, aunque no imposible, recuperar sus voces en la documentación histórica que, no debemos olvidar, era producida por agentes coloniales. El Fuerte San José interactuó con distintos grupos tehuelches que, en la mayor parte de los casos, venían de la Patagonia Austral y que se relacionaron con los otros asentamientos que integraron el proyecto colonizador. Estas poblaciones tenían un amplio circuito de movilidad que iba desde el estrecho de Magallanes hasta el río Negro y desde la costa hasta la cordillera, así como vínculos de alianza, parentesco y enemistad con otros grupos indígenas de la región araucana, pampeana y patagónica.
–¿Cuál es el puntapié inicial de la investigación?
–Entre 1998 y 2007 junto a Marcia Villelli participamos de otro proyecto de investigación, dirigido por la doctora María Ximena Senatore, que estaba centrado en el estudio de la Nueva Colonia y Fuerte de Floridablanca, así que ya estábamos empapadas de todos los detalles del proyecto colonizador español. Investigar el Fuerte San José se presentaba, entonces, como un camino natural a seguir y, particularmente, desde una perspectiva que nos interesaba mucho: investigar acerca de las variaciones del proyecto colonizador y las relaciones con las poblaciones indígenas. En 2007 hicimos una primera visita al sitio arqueológico y en 2010 iniciamos formalmente las investigaciones.
–¿Cuál fue el desafío?
–Desentrañar la historia del Fuerte desde lo arqueológico y confrontarlo con el punto de vista del imaginario popular. Un detalle importante para este análisis es que de los cuatro enclaves poblacionales que mencioné antes, el de San José es el que generó menor documentación histórica y arqueológicamente presenta problemas de preservación tanto por sus propias características como por las intervenciones de aficionados que, sin malas intenciones, buscan recuperar la historia de estos lugares, pero al no ser profesionales y no aplicar métodos sistemáticos de excavación y registro, terminan destruyendo toda una trama de información y evidencia fundamental para la reconstrucción. Desde el punto de vista del imaginario popular los resultados nos han permitido cuestionar algunas ideas equivocadas.
–¿Por ejemplo?
–Su organización y características arquitectónicas.
–¿Y cómo eran las condiciones de vida?
–Sumamente precarias, con problemas para el abastecimiento de víveres y relaciones hostiles con las poblaciones indígenas desde 1787 en adelante. Detectamos que debido a la falta de materiales constructivos esa gente vivió en tiendas de palos y cueros y, justamente la falta de recursos para asegurar adecuadas condiciones para el almacenamiento de los alimentos hacía que estuvieran a merced de las ratas, los gusanos y de las inclemencias climáticas. Al inicio de la ocupación, las condiciones fueron durísimas ya que un brote de escorbuto causó la muerte de muchísima gente, lo que dio lugar a un motín, algo bastante frecuente en el marco de esta empresa colonizadora. En el Archivo General de Indias de Sevilla se preserva el documento original con unas coplas anónimas que los sublevados colocaron en la puerta de la capilla. La que más recuerdo es la última copla que dice: “Si el embarco se dilata/ con sofísticas razones/ se verá la tropa alta/ y con muy justas razones”.
–Volviendo al tema del imaginario popular que se tiene sobre el fuerte, ¿qué determinó la investigación arqueológica?
–A medida que avanzamos nos dimos cuenta de que la representación que tradicionalmente había sido difundida sobre el Fuerte San José, la imagen de una fortaleza defensiva de gran envergadura, no cuadraba con lo que nosotros observábamos arqueológicamente ni con la información de fuentes documentales.
–¿El error entonces estaba en los documentos?
–El origen del error estuvo en unos planos históricos que fueron asignados equivocadamente al Fuerte San José de Chubut, cuando en realidad pertenecían al Fuerte San José, pero de Montevideo, en Uruguay. Un error que fue reproducido acríticamente por más de 40 años y que se materializó en una réplica de la supuesta capilla del fuerte construida en la década de 1970 y que actualmente visitan los turistas cuando ingresan a la península. Es una representación muy distante, por cierto, de lo que fue en realidad la capilla del Fuerte San José, construida de manera muy precaria. Siempre recordamos el día en el que nos paramos en el sitio y nos dijimos: ¿dónde están los rastros de las edificaciones que formaron parte de esa enorme fortaleza que figuraba en los planos históricos? Como te imaginarás, de haber existido esa fortaleza, no habría manera de que sus rastros no fueran visibles arqueológicamente. Esa simple pregunta nos llevó a desarrollar un trabajo literalmente detectivesco que desembocó en este descubrimiento sobre la asignación errónea de los planos.
–Se dice que el fuerte desapareció a consecuencia de un malón. ¿Es así?
–La “versión oficial” dice que en agosto de 1810, poco tiempo después de la Revolución de Mayo, tanto el Fuerte San José como el Puesto de la Fuente fueron atacados por un malón indígena. Esta es la versión que dieron cinco soldados del regimiento de Dragones que lograron sobrevivir y llegar al Fuerte Nuestra Señora del Carmen un mes más tarde. Según esos soldados el ataque al fuerte se produjo mientras la población asistía a misa, con el resultado de 15 pobladores muertos, 19 soldados cautivos y el incendio de una parte de las instalaciones del fuerte. Cuando se analizan comparativamente los cuatro asentamientos y la forma en que se relacionaron con los indígenas, realmente este ataque resulta un hecho anómalo y de una violencia inusitada. Esta última característica, sumada a la falta de claridad sobre las causas del malón, las discordancias con respecto a las formas en que se realizaban los malones las poblaciones indígena, inconsistencias en los testimonios de los sobrevivientes y la revelación de la participación de desertores del fuerte en dos malones ocurridos previamente, en 1809, nos llevó a preguntarnos si cabía la posibilidad de pensar en un ataque mixto, teniendo en cuenta las condiciones de aislamiento, precariedad y de abandono en la que vivían los pobladores del fuerte. Por ahora estamos trabajando a nivel de hipótesis y reuniendo la mayor cantidad de evidencia histórica y arqueológica para tratar de entender lo que ocurrió en ese fatídico mes de agosto de 1810.
–Entonces, ¿cuáles fueron las razones de la desaparición del Fuerte?
–Todo indica que los indígenas podrían haber tenido motivos suficientes para atacar el fuerte. Una de esas razones pudo haber sido el arresto y asesinato de un poderoso cacique patagónico llamado Camelo o Julián Gordo, como fue bautizado por los españoles, debido a que dominaba parte del territorio de la Bahía San Julián donde se estableció el fuerte la Nueva Colonia y el Fuerte de Floridablanca. Este cacique junto a su tribu asistió y aseguró la supervivencia de esta última colonia en sus tres cortos años de ocupación y fue un mediador fundamental en el marco de las interacciones con los españoles. Hasta que en 1788 se presentó en el Fuerte San José para entablar negociaciones y a raíz del descubrimiento de unos caballos robados al fuerte, entre su tropilla –algo muy habitual y que en la mayor parte de los casos los españoles hacían la vista gorda– fue arrestado junto a su gente y enviado al Fuerte Nuestra Señora del Carmen. El cacique y uno de sus acompañantes fueron asesinados brutalmente en un intento de fuga por el Río Negro. Este hecho produjo un profundo malestar entre los grupos de indígenas emparentados y aliados, varios años después sostuvieron el juramento de venganza ante los marinos españoles de la misma empresa colonizadora con quienes mantenían relaciones amistosas. Hay que tener en cuenta que el asesinato de un cacique era una ofensa gravísima y que el sistema jurídico indígena podía poner en práctica la reparación del daño hasta muchos años después de ocurrido el hecho.
–¿Qué líneas de investigación se abren ante la evidencia de nuevos hechos?
–Uno de los ejes que atraviesa nuestras investigaciones desde sus inicios es la discusión, desde una perspectiva epistémica descolonial, de los relatos sobre el Fuerte San José producidos por la historiografía tradicional patagónica, la que repercute hoy en los ámbitos patrimoniales, turísticos y educativos. Por ejemplo, los resultados generados hasta el momento muestran una imagen muy diferente a la de una empresa colonial altamente organizada, con un lei motiv defensivo y un carácter altamente fortificado. Si bien el argumento defensivo fue relevante en un principio para la creación del Fuerte San José, su naturalización y cristalización por parte de la historiografía tradicional tuvo implicancias en términos de las representaciones históricas y de la activación patrimonial. Generó una imagen fuertemente eurocéntrica, colonialista y militarista tanto del proceso de poblamiento como de la materialidad asociada al Fuerte San José. Una imagen que en definitiva será funcional al relato de la construcción del Estado Nación argentino, al anclar dicho proceso en el pasado colonial. Otro ejemplo se relaciona con las representaciones sobre las relaciones interétnicas y el episodio del malón. Este análisis permitió establecer que esos hechos se han estructurado como relato de épica o epopeya, en cuanto a la narración de sucesos trascendentales y para la glorificación de los españoles como héroes/mártires a partir de una dualidad representada en la figura del Otro o del “indio salvaje”, de acuerdo a un relato decimonónico que se proyecta de forma asincrónica hasta el presente. Es más, esta imagen no solo se circunscribió al discurso historiográfico.
–¿Qué función cumple entonces la construcción de una réplica errónea de la capilla del desaparecido y precario Fuerte San José en la costa patagónica?
–La réplica errada de la capilla del fuerte San José cumple una función simbólica muy poderosa porque dramatiza y fija en el imaginario y la memoria colectiva el episodio del malón, porque simboliza a los “mártires españoles” y su trágica muerte y porque representa el poder civilizador de la Iglesia frente a la “barbarie”. Nadie niega que los españoles la hayan pasado mal, el tema pasa por los mecanismos y significados que operan por detrás de estas representaciones del pasado y qué tipo de discursos y prácticas legitiman en el presente.