A cuarenta kilómetros de la ciudad de San Pedro se encuentra el pueblo de Santa Lucía, de aproximadamente 2000 habitantes con una particularidad: tiene una vida teatral muy activa. Frente a la estación de tren y adaptada en lo que antiguamente era el bar  de la estación, está la Casa del Teatro, un centro cultural con su propia sala autogestionada por un grupo de vecinos agrupados en el “Grupo de Teatro Vocacional de Santa Lucía”. No importa qué día de la semana sea, o en qué horario, la Casa está siempre llena. Es pasar y espiar por las ventanas alguno de sus múltiples talleres de actuación para niños, jóvenes o adultos, o de puesta en escena. De noche, sus luces siempre están encendidas porque las distintas compañías aprovechan las horas libres del trabajo para ensayar sus obras. Si es sábado, hay que reservar con tiempo porque la sala “Lito Cruz” de cien butacas agota rápido sus localidades.

El Grupo de Teatro Vocacional de Santa Lucía tiene una larga historia. Su origen data de 1982 cuando por el aniversario del pueblo un grupo de vecinos propuso hacer una obra de teatro. Si bien fue un acto colectivo, todos los involucrados coinciden en señalar a Olga Gagliardini como su gran fundadora. “Yo de cara rota empecé a hacer teatro. No había manera de formarse cuando era joven. Me llamaron por el aniversario del pueblo para hacer una obra porque sabían que me gustaba actuar. Todavía no existía el Grupo de Teatro Vocacional, sino la Comisión de la Peña y yo trabajaba ahí. Por eso me dijeron de actuar. Fui a buscar a distintos vecinos que sabía que les gustaba también el teatro y empezamos. Dos señores atorrantes fue la primera obra. A partir de ahí, siempre fuimos el Grupo de Teatro Vocacional de Santa Lucía,” explicó Olga, que desde su fundación actúa, dirige y colabora en las distintas actividades de este particular grupo que se formó como espacio de encuentro para los distintos vecinos que, teniendo trabajos diversos y careciendo de formación artística, encontraron en el teatro una pasión.

Desde su origen , el Grupo de Teatro Vocacional tuvo un centro de acción: la histórica Sala de Teatro San Martín fundada en 1935 por los mismos vecinos del pueblo. Ahí presentaban y ensayaban sus obras. Sin embargo, este espacio tenía un inconveniente: había sido construido en un terreno privado. Por muchos años la Municipalidad de San Pedro lo alquiló y se ocupó del mantenimiento hasta que en el 2010, los propietarios decidieron demolerlo. Aquí es cuando entra en escena la figura aurática de Lito Cruz. En esos años, el famoso actor era el director del Consejo Provincial de Teatro Independiente, pasaba los fines de semana en la estancia La Bohemia y hacía sus compras en un pueblo que le quedaba cerca, Santa Lucía. En esas idas a pasear y comprar, Cruz se hizo amigo de los teatristas locales. “Lito era amigo del pueblo. Un día nos invitó a que fuéramos a ver Todos eran mis hijos de Arthur Miller que él estaba interpretando en la calle Corrientes. Nos invitó a verla y cuando salimos lo buscamos y le contamos nuestra situación, que nos habíamos quedado sin casa. Como él era el presidente del Consejo, empezó a gestionar un subsidio” explica Mariano Gonda, miembro del Grupo Teatral, profesor jubilado y veterinario rural.

El Grupo de Teatro Vocacional y Cruz empezaron a buscar un nuevo espacio para instalar el teatro. Se enteraron que el histórico bar frente a la estación, cerrado por años, estaba en venta. ”El Bar San Isidro era un lugar muy grande. El espacio más antiguo del pueblo que por esos años se encontraba venido a menos. Ahí antiguamente se juntaba la gente. Cuando llegó la televisión, los ferroviarios y los pasajeros se reunían ahí. Era un espacio de encuentro. Se lo mostramos a Lito Cruz y él se entusiasmó de inmediato.” contó Olga. Fue así que el grupo teatral compró el bar, ayudado por el subsidio del Consejo, que significó la primera vez en su historia que hacía una inversión de esta índole, y los aportes económicos de un grupo de vecinos, entre ellos el veterinario Gonda. El Grupo de Teatro Vocacional remodeló el bar y construyó de cero el nuevo teatro, instalando en el centro del espacio las antiguas butacas del Teatro San Martín y poniéndole de nombre a la sala “Lito Cruz".

La Casa del Teatro es el orgullo de Santa Lucía. “No es por decir, pero el teatro lo tenemos bastante bien, con varias comodidades e instalaciones” dijo Olga. “El pueblo no tenía teatro propio. Ahora el teatro es del pueblo, está abierto a la comunidad. Todo el mundo, si quiere hacer algo, pide el espacio y se le da un lugarcito. No importa si es una escuela, un jardín o un grupo de señoras que quiere reunirse. La gente se sienta parte del teatro y eso me encanta. El teatro no es para pocos. Cambió el pueblo. Y ya te digo, no nos falta nada.”

“Santa Lucía es una comunidad muy particular. A pesar de ver y leer sobre muchos pueblos que mueren de a poco, acá hay mucha gente joven. Funcionan tres escuelas. Yo creo que la razón es que está lejos de San Pedro, así que estamos obligados a autogestionarnos para no morir. La comunidad colabora con el hospital, los bomberos, con todo. Así fue que empezamos a trabajar en mantener una vida cultural. Esto es, te diría, muy evangélico. (ríe) En tanto que la comunidad ve cómo nos queremos, empieza a sumarse y el grupo participa. Es un grupo muy grande. Todos dedicamos nuestro tiempo para que el espacio esté lleno de actividades culturales y deportivas, cosas que hacen que el pueblo siga teniendo vida,” explicó Gonda.

Hoy, la Casa del Teatro Santa Lucía tiene talleres de todo tipo y todos sus horarios están llenos de actividades. Gracias a la gestión de Gabriela Bahía, Directora de Cultura del Municipio de San Pedro y miembro del Grupo de Teatro Vocacional, el Municipio y el Gobierno de la Provincia de Buenos Aires comenzaron a aportar recursos para permitir que los talleres sean gratuitos. Así, por primera vez, los vecinos pueden formarse artísticamente en su pueblo. Las compañías ensayan puestas todas las noches, que se estrenan en su misma sala y que recaudan con sus entradas un dinero que va entero al mantenimiento del espacio. “Este año para nosotros es la gloria. Nunca tuvimos más talleres, la casa está llena que es lo que nos interesa: poder formar a los actores” afirmó Araceli Biain, una maestra de letras jubilada que el último sábado llenó la sala Lito Cruz por quinta vez consecutiva con su obra “¿Se escucha?” protagonizada por Mariano Gonda, Sergio Álvarez, Pablo Recuero y José Camarote. “Está compuesta por cuatro varones, uno es veterinario, otro es profesor, uno es comerciante y el otro es farmacéutico. Nadie es profesional ni, obviamente vivimos, de esto. Todo lo que recaudamos va a la sala, a permitir que siga funcionando. Constantemente estamos generando recursos para poder sostenerla.” afirmó.

Cuando se le pregunta a Olga sobre el motivo que la movilizó a fundar el Grupo de Teatro Vocacional y a haber dedicado más de cuarenta años a este proyecto, contesta que “es lo que siento… Lo que me gusta y me gustó siempre. Después de haber estado un mes y medio enferma, ayer tuve mi primera salida y fui al teatro a empezar a pensar un nuevo proyecto. Podría haber hecho otra cosa, pero fui al teatro. No sé si podré dirigirlo o si lo asistiré, pero la hora que pasé ahí estuve recontenta. Es algo que me moviliza y que me tiene ocupada. Yo vivo sola y eso me tiene siempre pensando qué se puede hacer, cómo seguir mejorando. Jamás me sentí cansada ni frustrada, es el incentivo que tengo para vivir.“