La novela policial, mirada de costado en sus inicios por alguna crítica “seria” o “exigente”, y luego revalorizada como un auténtico género literario, tuvo diferentes etapas antes de consolidarse. Pasando de los enigmas de los escritores ingleses a la narrativa dura norteamericana, sin dejar de lado la complejidad del francés Simenón, muchos han sido los creadores que grabaron a fuego libros señeros con personajes que han quedado como clásicos en la mente de los lectores. Al Sam Spade de Dashiell Hammett, al Philip Marlowe de Raymond Chandler, al Mr. Ripley de Patricia Highsmith, al Hércules Poirot de Agatha Christie, y rematando con el brutal Mike Hammer de Mickey Spillane, dejando espacio para los que falten mencionar, vale sumar ahora al Teniente Morgan del mexicano Jaime Muñoz Vargas.
Leyenda Morgan se titula el libro. Con habilidad, el autor ha sabido construir un personaje con características muy marcadas y curiosas en una singular narrativa que no sólo crea un personaje para deleitar con sus aventuras, sino que, en sí mismo ya de por sí, es una considerable creación que se yergue por mérito propio en las páginas que lo dibujan. El modo que tiene el protagonista para presentarse: “Morgan, Teniente Morgan”, imitando al agente de inteligencia 007 con su “Bond, James Bond”, es la clave para ingresar a este fascinante mundo de acontecimientos descalabrantes. Rudas, sangrientas, por momentos escalofriantes, estas historias se desenvuelven en un decorado oscuro y siniestro que el autor describe con absoluta maestría en una narración que peca, muy bien, de tosca inocencia y sutil ferocidad.
El protagonista es un personaje cuyos rudos y sangrientos episodios atrapan completamente. Siendo un nadie lavacoches, de suerte pasa a vestir el uniforme azul de policía. De ahí, gracias al milagro de un muy sonado caso de secuestro, en el que participa apenas dándose cuenta, pero sabiendo aprovechar los coletazos del periodismo amarillista que lo erige héroe por haber perdido parte de la oreja derecha, debido a un balazo cómplice en el trámite, rápido, de reflejos bien aceitados, y gracias a verse en los diarios que lo muestran héroe, el protagonista deja de ser un policía de cuadra y pasa a convertirse en investigador judicial. Y ya, apenas si le falta hacerse acreedor de rasgos que lo singularicen. Magistral, el autor lo describe terminante y con feliz rúbrica.
Morgan, que en realidad tiene un nombre chato y sin brillo, se erige teniente y calza botas picudas de tacón cubano, fuma cigarrillos Raleigh, bebe mucha cerveza marca “Indio”, empuña una pistola “Beretta” de nueve milímetros y quince tiros, y maneja un Impala que a veces niega venirse a razones. Y por si fuera poco, es fanático de la música rock de su juventud. Estas características que lo identifican con aspaviento entre sus pares, sólo son los detalles pintorescos que le dan color y simpatía; pero también tiene otras que sólo comparten el autor y los lectores: y es una profunda vocación de corrupto, asesino y coimero.
Cada aventura es una delicia de ingeniosidad y estilo. Así como coimea desvergonzadamente, también es estafado por algún asesino falto de palabra. Pero también sabe prorratear una recompensa desmesurada como si lidiara con un tendero de barrio popular. En otra historia es alquilado para actuar como sicario, pero, extrañamente, elimina al contratante. Los relatos se hacen atractivos porque el lector también debe meterse a detective y descubrir la conclusión junto al Teniente Morgan, cuando él, recurriendo al clásico estilo de los finales policiales, pasa a explicar el caso cerrando el episodio. Admirable libro y notable escritor.
El novelista Guillermo Arriaga, guionista, entre otras, de las películas Amores perros y 21 gramos, ha escrito sobre Muñoz Vargas: “Su narrativa suda, huele, moja, ensucia de sangre, lágrimas, semen. Y encima de todo esto es, además, un escritor elegante. Su prosa es limpia, precisa; al estilo de los grandes contadores de historias, no se queda en un regodeo estéril del lenguaje. Quien lea este libro tendrá el viejo placer de encontrarse con una historia contada de manera espléndida, con un escritor que sabe su oficio, un maestro que usa el lenguaje con sabiduría”.
Cabe destacar las ilustraciones de Rubén Escalante Alonso, que dibuja el personaje con hondura y patetismo, como si se lo hubiera cruzado en algunos de esos aciagos piringundines de terror. Jaime Muñoz Vargas nació en Gómez Palacio, Durango, en 1964. Es editor y maestro de la Universidad Iberoamericana Torreón. Ha publicado una veintena de libros, narraciones como El principio del terror, Juegos de amor y malquerencia, Las manos del tahúr; y también de periodismo Tientos y mediciones, Entre las teclas. Ha ganado los premios nacionales de Narrativa Joven, y San Luis Potosí, entre otros. Leyenda Morgan fue editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León.