Resulta coherente, al final de cuentas, pensar que una de las revoluciones más vigorosas de la ópera la produjo, en pleno siglo XX, una obra que no es una ópera. Una merecida consagración de lo inverosímil para un género que a través de los siglos ha sabido disimular con los más variados artificios ese “regreso a la naturaleza de las palabras” que en los albores del siglo XVII empeñó a sus primeros ideólogos.
Einstein on the Beach no tiene personajes ni un argumento lineal. No tiene cantantes en el sentido tradicional, porque tampoco tiene arias ni dúos ni nada parecido. No tiene personajes y mucho menos habla de lo que se anuncia en el título. Y sin embargo, desde su estreno en 1976 en aquel Festival de Avignon acostumbrado a los asombros, la creación escénica del músico Philip Glass y el teatrero y artista visual Robert Wilson, necesita todo lo que una ópera demanda, y más, para desplegar una cautivante forma de espectáculo, que todavía hoy mantiene intactas sus posibilidades de originalidad.
El martes y el miércoles a las 20, Einstein on the Beach se pondrá en escena en el Teatro Colón, en el contexto del ciclo “Colón contemporáneo”. Será el estreno Latinoamericano de la obra, en una versión original. Martín Bauer estará a cargo de la dirección general, al frente de un equipo formado por artistas de diferentes ámbitos: el cine, el teatro, la danza y, naturalmente, la música. Después de la de Susanne Kennedy en Berlín y la del Ensamble Ictus con la participación de la cantante Suzanne Vega en Bruselas, la del Colón será la tercera versión libre de Einstein on the Beach, desde que en 2018 Wilson decidió permitir la creación de otras puestas en escena de la obra.
Einstein on the beach según Martín Bauer
“Organizamos las ideas de esta versión del Colón a partir de la interacción de cuatro niveles expresivos”, cuenta Bauer en diálogo con Página/12. “En uno de los niveles se da un dispositivo cinematográfico que trabaja en tiempo real, con un intenso trabajo escénico y de iluminación, con material que se filma en vivo, material de archivo y material elaborado en los ensayos.
En otros niveles está el trabajo de los actores, los músicos y el coro y los bailarines, aunque es preciso señalar que no hay diferencias jerárquicas entre los niveles. Son campos de interacción que se van combinando de distintas maneras, en una puesta que se fue delineando a partir de las posibilidades que nos ofrecía un espacio como el del Teatro Colón”, continua Bauer.
Las actrices Maricel Álvarez y Analía Couceyro; el actor y cantante Iván García; el coreógrafo Carlos Casella; el cineasta Alejo Moguillansky; el concepto escénico de Mariana Tirantte y Matías Sendón; la vestuarista Luciana Gutman; la escenógrafa Mariana Tirantte. Son estas las partes del grupo que cuenta con la dirección musical del francés Léo Warynski. Además del grupo instrumental –dos órganos, violín, flauta, saxos y clarinete bajo–, el coro a cuatro partes y el cuerpo de baile, estará la soprano Carla Filipcic-Holm y los bailarines solistas serán Gustavo Lesgart y la gran Marina Giancaspro.
“Adaptamos las circunstancias de la obra a nuestro universo, a nuestra personalidad, que naturalmente está hecha de la medida de nuestras posibilidades”, continua Bauer. “En esta puesta hay numerosos guiños, como por ejemplo que nuestra gran soprano wagneriana (Carla Filipcic-Holm ) cante en un momento o que baile Marina Giancaspro, que fue quien introdujo la línea de Merce Cunningham (el coreógrafo y bailarín, gran socio creativo de John Cage) en Argentina”, agrega el director. “A través del tiempo hemos sabido establecer nuestra conversaciones desde acá con la larga tradición experimental de New York, la de la de Cage, la de Cunningham, la de Rauschemberg y más acá la de Wilson y Glass. Eso ha dado pie a una tradición propia de lo experimental, que es desde donde creamos”, continua el director.
Vanguardia de Nueva York en el Teatro Colón
Artífice de numorosas primeras audiciones de música contemporánea en Argentina y Latinoamérica, Bauer se muestra particularmente satisfecho por esta oportunidad de presentar una obra emblemática de la vanguardia neoyorquina, insignia del minimalismo y ejemplo de hasta donde es posible llegar a través de la alianza entre música y escena. “Hace tiempo que tenía la idea de hacer esta obra.
Una inquietud que compartíamos con Jorge (Telerman, Director General del Teatro Colón). Apenas supe que Wilson había liberado los derechos escénicos se lo propuse y él naturalmente estuvo de acuerdo y nos dio todo el apoyo necesario desde la dirección del teatro. De otra manera sería muy difícil abordar producciones como esta. Se alinearon los planetas, justo en el momento en el que el Colón puede hacer estas cosas”, asegura Bauer.
Optimista, el director sostiene que la música de Glass –un minimalismo de gesto humano interesado en la India de Ravi Shankar y Alla Rakha pero también sostenido por el rock, el jazz y otras fascinaciones occidentales–, resiste separada de la escena de Wilson. “Sí que resiste, claro. Es una música muy sólida, muy atenta a lo que sucede en la escena. Es el Glass de la primera etapa minimalista, para mí su mejor etapa, que justamente termina con esta obra. Después entró en una etapa que se podría llamar maximalista. Pero más allá de eso, esta es una obra colectiva. No hay que olvidar que de todas maneras y en cualquier circunstancia Einstein on the Beach sigue siendo una obra conjunta de Glass y Wilson”, concluye Bauer.