Estamos en el mes del orgullo y, como todos los años, podemos ver cómo va creciendo en visibilidad el apoyo a la comunidad LGBTIQ+. Lo notamos en una mayor aceptación de la sociedad, pero también en cómo cambian los colores de logos de diferentes empresas, locales, bares y restaurantes, en la televisión, etc. Esto que sucede cada vez con mayor entusiasmo en el mes del orgullo, muchxs lo toman como una acción llena de hipocresía. Se conoce comorainbowwashing (lavado arcoíris) a una estrategia de marketing utilizada en este mes que se apropia de colores o imágenes del arcoíris para indicar un apoyo progresivo a la igualdad de la comunidad LGBTIQ+. Lo que mucha gente señala es que, en realidad, lo hacen sin tomar ningún tipo de acción que impacte en la comunidad de manera genuina.

Según trascendió, el 46% de las campañas corporativas de marketing en el mes del orgullo no donan ningún beneficio a las organizaciones LGBTIQ+ pero sí ganan millonarias cifras durante este mes. Aunque esta estrategia se plantea como una acción que busca visibilizaral colectivo, lo cierto es que las empresas muchas veces no son conscientes plenamente sobre nuestra historia de lucha y la opresión que hemos vivido a lo largo de los años. Esto resulta en campañas totalmente superficiales que dan muestra solo de una pequeña parte de lo que significa realmente la comunidad.

En este contexto del mes del orgullo y por la cantidad de contenido que hay en las plataformas terminé viendo una película con una hermosa historia, ideal para compartir con la familia. Se llama Palmer y me dejó pensando todo el día (y miren que yo he consumido mucho cine sobre la comunidad LGBTIQ+). Palmer me resultó diferente a todo lo que vi hasta ahora: no solo por cómo se cuenta el relato, además por una sensibilidad con que se aborda y que trasmite.

En los últimos años, la temática LGBTIQ+ fue creciendo en plataformas, tanto que hay un gran porcentaje de dinero destinado a generar contenido sobre diversidad. No solo películas y series de ficción, también podemos encontrar realities, programas de cocina, de decoración, etc. Todos tienen puntos de vista diferentes, algunos están más logrados que otros.

Volviendo a Palmer, es una película dramática de 2021, dirigida por Fisher Stevens y protagonizada por Justin Timberlake y Ryder Allen. Cuenta la historia de un exconvicto llamado Eddie Palmer que vuelve a su hogar en una pequeña ciudad de Luisiana donde vivía con su abuela. Ahí conoce a un niño de siete años llamado Sam (Ryder Allen), el único hijo de una madre drogadicta que vivía en un trailer, en el fondo de la casa. El relato toma un giro inesperado cuando Sam y Palmer forman una amistad especial y única, lo que lleva a Palmer a convertirse en un mentor y una figura paterna para Sam, mientras enfrentan el prejuicio y la discriminación de esta pequeña ciudad conservadora. Esta relación lleva a ambos personajes a un crecimiento y una transformación personal muy fuerte y emotiva.

Durante la película, podemos ver cómo Sam, un niño con una vida extremadamente complicada, se siente más cómodo jugando con muñecas y vistiendo disfraces femeninos, en oposición a los juguetes y vestimenta típica de los niños. Una peli que describe muy bien cómo la violencia y la discriminación son perpetuadas por las ideas y expectativas restrictivas sobre lo que significa ser un hombre o una mujer, y cómo estos estereotipos pueden afectar la identidad de los niñxs desde temprana edad. A través de su relación con Palmer y su maestra, Sam aprende que no hay juegos de género "para niños" o "para niñas", y que es importante aceptar a los demás tal y como son, sin juzgarlos. Palmer nos plantea una lección importante sobre la necesidad de permitir que los niños sean libres de elegir sus propios juguetes y actividades, y nos descubre que aceptar la diferencia y la diversidad puede enriquecer nuestras vidas y las de aquellos a nuestro alrededor.

Me hubiera encantado ver esta película cuando tenía 8 años: quizás los adultos que me trataron hubieran sido más empáticos si hubieran accedido a historias como las que plantea. Por eso me parece que es muy importante que el planteo de la aceptación de la diversidad siga instalado desde las distintas industrias que influyen en la sociedad. El cine es una y la publicidad es otra. Confieso que tengo mis contradicciones sobre el rainbowwashing: incluso sabiendo que puede ser superficial o hipócrita la mención, o que se haga persiguiendo fines lucrativos, puede que siga siendo necesario para que se naturalice el tema. Después de tantos años de tormentas, siempre es bueno que salga el arcoíris.