Conocí a Alaska gracias a un chico raro que me gustaba mucho. En la época en que el subnick de MSN ponía qué estabas escuchando, leí el título de una canción suya bajo el nombre de ese chico: “Ni tú ni nadie”. Escribo esto y se me eriza la piel. Porque, acto seguido, descubrí un repertorio gigantesco de canciones que hablaban de todos los chicos raros del mundo: bizarras, dramáticas, rimbombantes, así fueron las canciones de Alaska desde el destape post-franquista hasta la fecha.

Misceláneas de María Olvido

Alaska nació el 13 de junio de 1963 en la Ciudad de México, hace sesenta años. Su verdadero nombre es María Olvido. Olvido: palabra hermosa, funesta, un presagio. En este caso, un conjuro. Alaska conjuró el olvido y se hizo memorable. Cuando su voz “arrasó” las discotecas de la movida madrileña, acuñó el apodo “Huracán Mexicano”. Hoy es un ícono del pop español, más bien de todo lo que el pop español significa.

En sus canciones se combinan el kitsch y el camp (“Más es más”, “Manual de decoración para personas abandonadas”, “Mi burbuja vital”), un terror con notitas de gore (“La funcionaria asesina”, “Vampirella”, “Mi novio es un zombi”, “Jason y tú”) y el pride (“Si lo sabe Dios que se entere todo el mundo”, “Dramas y comedias” y, por supuesto, el clásico más grande de la canción gay hispana: “A quién le importa”).


Recorrido histórico de nuestro himno

Aunque la mayoría de nosotres conoció “A quién le importa” en la radio de los 2000, cuando Thalía la popularizó en Latinoamérica, lo cierto es que este hit vibró primero en la voz de Alaska: en 1986, formó parte del álbum No es pecado del conjunto Alaska y Dinarama.

En 2010, la revista Rolling Stone posicionó a “A quién le importa” en el puesto número 52 de la lista de las 200 mejores canciones del pop rock español de todos los tiempos.

Y cuando en 2017 Madrid fue sede del Wold Pride, “A quién le importa” quedó reivindicada como himno LGBT+ con la difusión de una versión coral que incluía a Alaska y otres artistas españolxs como Mónica Naranjo y La Prohibida. Con todo, “A quién le importa” es el tema más escuchado del repertorio Alaska. Esto es así, y así seguirá, y nunca cambiará-á-á.

El multiverso Alaska

La voz de Alaska, inusualmente grave, convenientemente andrógina, produce un maridaje perfecto con la inventiva maricona de Nacho Canut, la otra mitad de Fangoria. Junto a Nacho, Alaska integró primero los conjuntos Alaska y los Pergamoides (1979-1982) y Alaska y Dinarama (1982-1989) hasta que en 1990 dieron vida a Fangoria.

Desde entonces, el multiverso Alaska se abigarró en un sinfín de crossovers espectaculares: con Sarita Montiel en “Absolutamente (Saritissima. Fangoria vs. Sara Montiel)”; con Miranda! en “Vete de aquí” y “Miro la vida pasar”; con Paulina Rubio en la reciente “Mi decisión”, y hasta con la One, Moria Casán, con una explícita referencia a la filosofía de la diva argentina en “Momentismo absoluto”.

Alaska y los Pergamoides


Constelación de referentes

Hace tiempo, en la Feria del Libro de Buenos Aires le escuché decir al escritor y cantante Dani Umpi algo que se me grabó a fuego: “Siempre conviene mirar primero qué hizo Alaska”. Yo miré, y de tanto hacerlo acabé por transformar las canciones de Fangoria en una de las principales referencias hiperestéticas, junto a Star Wars, de mi novela Las igniciones.

En el plano musical, Dani Umpi conforma, junto a Miranda!, Alex Anwandter y otres artistas sudamericanes, un sistema en el que Alaska es, por precedencia y trayectoria, un astro mayor. A la vez, Alaska misma ha reconocido la influencia contundente de David Bowie sobre su música. En innumerables declaraciones a través del tiempo, la vocalista de Fangoria insistió con la fascinación que Bowie provocó a sus congéneres. Mientras la crítica musical heterosexista miraba con recelo la explosión queer del cantante británico, la generación de Alaska encontraba en él a su principal referente.

Un vistazo a los looks de Alaska y los Pergamoides genera enseguida la sensación de parentesco con Bowie. Incluso en sus creaciones más recientes, la referencia está intacta: Fangoria orbita las mismas regiones del espacio musical que transformaron a Bowie en el astro más raro (y más hermoso) de nuestra contemporaneidad.

En todos los casos, la operación más usual parece ser la de mirar arriba y encontrar en el cielo (en el movimiento de los planetas, las luces errantes y los astronautas que están allá solos, flotando) las imágenes precisas para la pasión y el desconcierto de quienes estamos acá abajo.