La cantante, compositora y bailarina Nahir Sánchez tiene un propósito que va más allá del arte: romper con los mandatos sociales y trascender las etiquetas. Oriunda de Villa Soldati e hija de entrerrianos que migraron a Buenos Aires en busca de trabajo, Sánchez ganó experiencia al frente del grupo de folklore Carola, pero hace un par de años creó un proyecto colectivo nuevo, más personal y urbano: Villera Vip. “La parte que tuve de folklore fue esa etapa de Carola, pero siempre canté rock, toda la vida. Y Villera Vip fue volver a mi adolescencia y a lo urbano. Con el folklore teníamos mucho laburo, pero no me quería encasillar. Entonces agarré la guitarra y empecé a hacer temas míos”, explica la artista de 36 años.
Villera Vip es un grupo que apela a la fuerza y a la poética del rock y que transita por el pop, el rap, el trap, el punk y algunas visitas por la cumbia. La primera canción que hizo fue “Octavio en la cama”, en 2020, y luego apareció el single “Como yo”, una ranchera-punk. Luego, en 2022, salió el primer EP: Villera Vip. “La pandemia nos dio un poquito más de ganas de meternos introspectivamente en lo musical y le dimos mucho empuje a los videos”, cuenta Sánchez, líder y cantante del grupo. El combo se completa con Mono López (batería y percusión), Leandro Paladdini (teclas y coros), Luciano Huarte (guitarra y producción musical) y Sebastián Lara (bajo).
“Sí, es la banda”, diferencia Nahir cuando se le pregunta si Villera Vip es su alter-ego o es un proyecto independiente de ella. “Pero como mi identidad es de la villa y yo vivo en la villa, al igual que algunos de los músicos del grupo, la gente personifica el nombre; creo que lo necesitan, pero nosotros sabemos que es la banda y que yo soy Nahir, la cantante”, precisa. “En un momento pensamos en cambiarle el nombre, porque me generaba un peso extra, pero los pibes de la banda decidieron que no porque es un nombre que representa toda mi historia”, dice. “La banda es una performance entre poesía, danza y actuación, es un show con un hilo conductor”, cuenta.
-¿De qué manera Villa Soldati incide en tu música? Tu barrio está muy presente.
-Quienes vivimos en Soldati sentimos un arraigo. Las experiencias que te dan estos barrios no las tenés en otros lugares. Estoy a cinco materias de recibirme de licenciada en una carrera que es muy difícil (licenciatura de Folklore y Culturas Tradicionales en la UNA). Y creo que lo mismo que aprendo en la facultad lo aprendí viviendo acá en la villa, códigos que después implementás en el trato con otras personas, como la amistad o el trabajo comunitario. Todo lo que es la base de la cultura contrahegemónica: hay un montón de vivencias y de culturas diferentes acá, desde los vecinos de Paraguay hasta los de Santiago del Estero o de Entre Ríos, como nosotros. Se armó un bagaje de culturas diferentes que también viven la música y el arte desde un lugar más crudo. Todo el país o la región en un solo barrio. Y también esto de recorrer los pasillos en la noche y cuidarnos entre todos y todas. Es una identidad. Vivir en Soldati me dio una ambivalencia en la vida.
“En los 2000 yo era adolescente y decir que uno vivía en una villa era súper estigmatizante”, contextualiza Sánchez, quien también creó y coordina el Centro Cultural Lo de Carola. “Pero creo que los jóvenes de ahora no tienen ese estigma. Es más, ahora está casi de moda decir ‘yo soy villero’ o ‘hago música villera’. Lo que me gustaría es que con el nombre de la villa o de villera se saque todo tipo de etiqueta. Si vos en YouTube ponés ‘villera’ lo primero que te aparece es cumbia villera. ¿Cuál es el estilo que se escucha en la villa? ¿Por qué hay un solo estilo de música villera?”, se pregunta. “Entonces, cuando escuchan el nombre Villera Vip se imaginan un cierto estilo de música que se rompe inmediatamente cuando escuchás la banda. En la villa hay arte de diferentes culturas, mucho folklore mezclado y no hay un solo estilo. Entonces, estaría bueno romper el estigma que generan los medios de comunicación sobre que todo lo malo está en los barrios y sobre todo esto de creer que la música villera tiene que ser una sola”.
En este momento, la artista se encuentra trabajando en un nuevo EP que verá la luz antes de fin de año. Tendrá cinco canciones con “letras más contundentes y fuertes que el EP anterior”. “Porque estoy más decidida y menos oscura”, adelanta. “Y con más ganas de ponerle toda esta impronta barrial a un estilo musical que a veces no se aprovecha porque pensamos que es para otro tipo de personas o de sociedad, pero acá en la villa también nos gusta el rock, la fuerza y el trap”, enfatiza. “El primer adelanto del disco fue "Querubín", una canción con estética western y pulso rockero. “Es una canción que mezcla ficción con realidad”, explica. “Es una historia que refleja lo importante de curtir el barrio y tratar de conseguir el mango y también de vivenciar esos conflictos policiales que una de chica transitó”.
-¿Y en el barrio cómo reciben tu música?
-En el barrio yo tengo una crew, llevo adelante un espacio para mujeres. Yo doy canto, hablo de feminismo y les enseño a bailar a muchas madres y mujeres que pasaron por situaciones de violencia de género y que buscan un grupo de contención. Y se van pasando de voz en voz cuando hago música. Cuando saco un video, se juntan a verlo, por ejemplo. Cuando a alguien del barrio le va bien jugando al fútbol o haciendo música, pasan los vecinos a saludarte para demostrar su orgullo. Lo que hago es como representar a un montón de pibas que quizá quisieron cantar y no pudieron.
-¿Y qué tan importante fue para vos el feminismo?
-Creo que vino a reconocer lo que en los barrios ya se hacía. Mi abuela, mi tía, nosotras, hacíamos ollas populares para darle de comer a los pibes y a las pibas de los barrios. En 2001, el apogeo del feminismo popular fue acá adentro pero no tuvo la misma visibilidad. Las primeras feministas en Capital son las feministas villeras que sostuvieron los barrios con el trabajo comunitario y fue muy importante después toda la movida gigantesca que hizo visibilizar todos los feminismos. Mi madre, mi abuela, mi tía, mis primas y todas mis vecinas eran feministas. Fue simplemente ponerle un título a algo que ya existía, que era un trabajo comunitario arduo y un feminismo popular.