Sucedió hace diez años casi exactos. En la tarde del domingo 12 de mayo de 2013, una joven guía institucional conducía a los visitantes del piso 4 al piso 5 del Espacio de Arte de la Fundación OSDE, en Rosario. Con curaduría de Lorena Mouguelar, se exponía la muestra Julio Vanzo y el arte nuevo: una antología de pinturas, dibujos, grabados e ilustraciones del artista rosarino, que incluía algunas jugosas obras inéditas. La cronista de Rosario/12 la seguía junto a una pareja mayor, distinguida, rebosante de vitalidad. 

Él, "un comerciante retirado", contó que desde 1972 era "muy amigo" de Vanzo, y que lo visitaba en su casa taller de Cochabamba y Moreno. Dijo que le había comprado varias de sus pinturas. Mencionó la de Satchmo tocando y "La mujer del paraguas". Su esposa pareció repasar mentalmente el plano de la casa y dedujo: siete. No las prestaban, no las mostraban, no subían fotos. En vano desde el Museo Castagnino, para la exposición de 2001 en el centenario del nacimiento, buscaron "la de la mujer del paraguas de la foto. ¡La teníamos nosotros, en casa!", se rió ella. Los dos disfrutaban evocando la unión del artista desde 1931 con Rosa Wernicke. "Estaba muy enamorado...", susurró él, y señaló su retrato "El saco rojo", que fue premiado en 1943. Había otro retrato, una pequeña xilografía, anotada: "La Gringa, mi compañera". "¡Ella era casada!", intervino la mujer. A dos voces, repetían su versión del relato del artista: "Ella se separó y lo buscó". 

Cuenta la leyenda que en 1934, la escritora bonaerense Rosa Wernicke, quien vivía con su marido en Cordoba, se separó y se estableció en Rosario con su hasta entonces amante, Julio. La cronista no anotó la fuente que le atribuye a él estas palabras: "En hora desusada y con su voz inolvidable me dijo: 'He dejado todo, mi marido y mi casa. Me quedo a vivir con vos'". Según la biografía por Fabián Bazán en el libro Insumisas (Homo Sapiens Ediciones, 2020), "rememora Julio Chiappini: “Vanzo me contó que un día se llegó hasta su casa y le dijo: 'Julio, ahora soy por fin libre. Quiero quedarme con vos toda la vida'. Según Vanzo, había sido el momento más feliz y emotivo que tuvo".

Rosa tenía un libro publicado en 1933 en Córdoba, En los albores de la paz.  También en 1933, Julio Vanzo pasó a ser miembro de la Comisión Municipal de Bellas Artes, que le había rechazado en 1929 su pintura "El descanso de las máquinas de circo", un gran óleo sobre tela de 160 x 210 cm. La Comisión censuraba por "inmoral" el retrato grupal femenino que dejaba traslucir, bajo un vestido rosa, las saludables curvas de la acróbata circense que descansaba rodeada de tres de sus compañeras. Pero la representación de los cuerpos estaba más cerca de la síntesis abstracta que del detalle realista mimético. Tras la polémica, se organizó una exposición de desagravio en el Hotel Majestic. Desde el año siguiente a la muerte de su padre (el pintor y periodista Eduardo Vanzo, oriundo del Tirol austriaco, asesinado en 1912) Julio ganaba como dibujante el sustento familiar. 

En 1919, Julio expuso caricaturas en Witcomb (San Martín 874, luego galería Renom) y participó en el Primer Salón de Humoristas. Ese año, en la intimidad de su taller pintó en acuarela su autorretrato cubofuturista (13x18cm), una obra de vanguardia que hubiera escandalizado a los detractores de Petorutti y Marinetti. Vanzo no mostraba más que a sus pares artistas las tintas eróticas futuristas que dibujó en 1921, siendo un empleado de Tribunales a su regreso de Buenos Aires, donde se había vinculado con el grupo de la revista mural Prisma: unos vanguardistas ultraístas entre los que se contaba un joven Borges. Recién en 2013 se vieron -en OSDE- aquellos trazos de pluma, vigorosamente rítmicos, construidos a partir de segmentos de formas puras; había que demorarse en ellos para llegar a ver cada escena. Era como si la depurada sensualidad de las formas mismas sirviera a la vez como velo, metáfora y prólogo del relato visual. Coinciden estas tintas secretas con lo más avanzado de la vanguardia artística europea de entreguerras. Y la superan en fantasía, fusionando los cuerpos en hermosos monstruos nunca vistos.

Entre 1922 y 1927, un Lucio Fontana recién llegado de Italia compartió taller con Vanzo en la calle España 365. En 1930, cuando la dictadura de Uriburu iniciaba la "Década infame", Vanzo resistía y dirigía con Alfredo Laborde el semanario Sábado. Dibujaba en diferentes estilos. Firmaba Jotavé. Diseñó un juego de naipes: el 3 de oros lleva el motivo barroco alemán de la muerte y la doncella, el 3 de espadas tiene a la mujer obrera, la sota de oros es la "mujer fácil" y la de espadas un soldado ciego, con la mano herida.

En 1931, Vanzo fundó la revista Ahora. En 1932, integró la Agrupación Refugio. En las décadas del 30 y del 40, Vanzo ilustraba libros de la Librería y Editorial Ruiz de Laudelino Ruiz, un inmigrante republicano español que fue un activo gestor cultural en Rosario. En 1934, ya viviendo juntos, Rosa, y Julio colaboran en Monos y monadas, revista rosarina dirigida por Nicolás Viola. Vanzo le aporta ilustraciones modernas y elegantes: polistas, torneos de fútbol de cuando era un deporte amateur, damitas graciosas o grupos de monjas captados en abstracto como ritmos de amplios hábitos oscuros y pecheras blancas. En 1935, Julio ilustra un texto de Rosa para el diario La Tribuna, posiblemente una reseña de un libro de la Editorial Ruiz: "Rosa reseñó en su columna del diario La Tribuna varios libros del sello", evocaba en 2013 Liliana Ruiz, hija de Laudelino, editora. Vanzo recibió en 1935 unas polémicas obras de Antonio Berni y la Mutualidad para el Salón Libre, cuya comisión integraba junto con Ángel Guido y Demetrio Antoniadis. 

*Este texto es un anticipo de la conferencia "Rosa y Julio, un amor moderno", que se realizará hoy, a las 18, en Casa Vanzo (Cochabamba 2010).