🌎 Desde Maipú, provincia de Mendoza

Cuando Wally Godoy fue a ver a su chapista, ya tenía pensado exactamente qué quería hacer: que su Citroën 3CV fuera "más finito" y que, en consecuencia, ganara aerodinámica. En pocas palabras, buscaba que su auto se volviera más rápido. Y ahí anda ahora, más de una década después, con el cuero sufrido por las inclemencias del clima, estacionado al costado de una soleada calle de Maipú, en la provincia de Mendoza: es el "Citroën Finito", un custom car que convirtió a Godoy en artista y a su gesto en un hecho histórico.

"¿Estás loco?", responde Godoy cuando el NO le pregunta si alguna vez pensó en venderlo. Es que su creación constituye el más alto y más noble de los caprichos: a partir de su modificación, no hay otro en el universo como éste. En los papeles, se trata del "Citroën más finito del mundo". ¿¡El qué de dónde!? La cosa es que los 3CV siempre se prestaron para las modificaciones, y hay desde cupés hasta limusinas. Y Godoy, encaprichado con la velocidad, se mandó a hacer la suya. Casi sin contexto y sin demasiados porqués.

Foto gentileza de Rodrigo Etem

► Una obra de arte a la intemperie

Godoy cuenta que hace un tendal de años, yendo a Potrerillos a bordo de un 3CV, se topó con un vecino que manejaba un Fiat 600 y lo pasó en velocidad. Y él, que quiso aventajarse, que amaba a su coche, no pudo alcanzarlo. Esa anécdota mínima lo persiguió durante tiempo y por eso, décadas después, cuando se cruzó con otro 3CV abandonado, lo compró y lo modificó especialmente. Su misión, tras una tajada de 35 centímetros, consistió en modificarlo "para que el frente de aire que impactara sobre su capó provocara que se desplace mucho más rápido" (Godoy dixit).

No se sabe si anda más rápido -Wally supone que sí- pero su historia inspiró diversos trabajos que enaltecen su figura. Entretanto, el artista mendocino Rodrigo Etem, autor del documental Hasta que encuentres otro amarillo y del fanzine 3CV un auto a medida de la persona, lo recuperó en lo que supone un trabajo de perspectivas: mientras, por ejemplo, el artista mexicano Gabriel Orozco modificó un Citroën DS y la obra resultante vive en un museo, el Citroën 3CV de Godoy duerme -cada día, cada noche- en la calle.

Así, los sinuosos caminos de la vida tocan las obras de Orozco y de Godoy: mientras uno tiene intenciones de circular sobre andariveles artísticos, el otro sólo quiere ponerlo en marcha para ir a la montaña, al Machu Picchu, a comprar heladito, a dónde sea. "Lo hice más angosto, le achiqué la cola y la hice redonda", describe Godoy. Y, gracias a la divulgación de Etem, encima del "Citroën Finito" sobrevuela una especie de fascinación colectiva: señalarlo fue, también, ponerlo en discusión, darle una nueva resignificación.

En el documental, un Godoy visiblemente más joven narra paso a paso el proceso de restauración y modificación de su 3CV, y resuelve algunos enigmas: cómo, para qué. "Era ir manejando y saludando a la gente sacando las dos manos porque, como era cortito, podía sacar las dos. O era ir manejando, levantarte, tener el volante con la pierna e ir jaraneando", dice en Hasta que encuentres otro amarillo. De paso, no, él no se siente artista: "Me siento un loco, nomás", le dice al NO.

Y en 3CV un auto a medida de la persona, fanzine publicado luego de un periplo en el Salón Nacional de Rosario de 2017, y herramienta maravillosa & punk & subversiva como para recoger estas historias, Etem muestra el backstage de esta gesta y se pregunta, al mismo tiempo, "¿qué parte de lo que hacemos nos constituye como artista? ¿Qué parte nos deja fuera de esa categoría? Y, en definitiva, ¿quién se beneficia de la categorización?"

"La gente lo mira. Es raro, es finito. Yo soy un loco que, si me dan una amoladora, empiezo a cortar", señala Godoy. ¿Etem lo manejó? "No, pero me encantaría", responde rápido el joven artista. Queda por delante un proceso de puesta a punto, de cambiarle unas cubiertas, de darle una manito de pintura, de ponerle nafta y de encenderlo. Enseguida, Godoy se sube a su creación, acerca la cara al parabrisas y saca un brazo por cada costado. Sonríe y, a sus 72 años, vuelve a llenarse de bríos, a querer hacer travesuras, a ser -otra vez- un pibe.

Hoy se siente ancho: le están elogiando su 3CV y él, jubilado, ex trabajador de las refinerías mendocinas, vive todo esto como parte de su aventura. "No es joda llegar a viejo", se lamenta mientras baja del coche. De esta manera, tanto el fanzine como el documental configuran una puesta en valor de una obra doméstica que, sin contexto, quedaría sometida a ese margen situado entre ninguna parte y el olvido.

Ilustración de Andrés Guerci para el fanzine 3CV un auto a medida de la persona

► Mendoza en ebullición fanzinera

El fanzine de Rodrigo Etem forma parte de un musculoso entramado underground que sitúa a Mendoza como punta de lanza de la escena. Allí hay, al menos, casi 200 fanzineros autoeditándose. "Año a año, voy advirtiendo cómo la escena va creciendo un montón", revuelve Gonza Varas, editor de Mabel Editorial, uno de los sellos más picantes y prolíficos de la provincia, y responsable de la Fanzifiera, el evento semestral que aúna a la mayoría de los talentos locales.

Por estos días, la Fanzifiera, llevada adelante en el Centro Cultural Israelita, tuvo la presencia de artistas destacados de la mendocinidad como Lloro, Fanzinera Impar, Escabeche Ediciones, Bruce Lis, Ela Matilda, Feria de Fotolibros, entre otros. Hubo fotocopias, prints fifís y ediciones de lujo. Hubo abrochadoras, tijeras y guillotinas. Hubo artistas mendocinos, de Buenos Aires, de Rosario y de Chile. En rigor, la novena edición de la Fanzfiera configuró la estampa de una movida que, como afirman sus protagonistas, ya venía asomando con fuerza.

"Siento que, a partir de la Fanzifiera, han aparecido muchas propuestas que hace unos años no se veían. Ahora veo una cosa muy grossa del espíritu fanzinero. Cosas que, además de ser muy copadas, tienen una perdurabilidad y una mirada a largo plazo. Obviamente no tienen la magnitud que me gustaría, pero el fanzine tampoco es una cosa de masas", suma Lloro.

A la sazón, el fanzine se yergue como una herramienta de publicación fácil, barata y gratuita. El fanzine es, hoy, una manera de ir a contrapelo y, al mismo tiempo, un cobijo, un chiche cool, un reactor nuclear del do it yourself. "En la actualidad, hay mucha gente de distintas ramas del arte, como diseñadores, fotógrafos, artistas plásticos y académicos, que están interesados, que van acercándose a la movida y que encuentran en el fanzine una forma de llegar a quienes quieran llegar", cierra Varas.


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