“No había nadie que nos quisiese", dice. Y explica que los intendentes estaban muy prevenidos después de la gestión de María Eugenia Vidal. Con esta dureza describe Romina Barrios sus primeros días al frente del Organismo Provincial de Integración Social y Urbana. El OPISU, como todos lo llaman, tiene como principio rector desarrollar la urbanización de los barrios populares de la provincia de Buenos Aires. Fue creado por Vidal, pero según cuenta su actual directora ejecutiva tenía un espíritu muy diferente a los objetivos actuales. “Se trata de tener una mirada integral”, subraya sobre la misión actual del organismo.
Barrios cuenta que antes el OPISU no tenía coordinación con los municipios, ni trabajo a la par de la comunidad, y mucho menos en concordancia con las organizaciones sociales. Debió recomponer su vinculación con estos actores para pasar de ocho obras en los dos años de gestión cambiemita a más de 200 en la actual. Esa perspectiva, según la funcionaria, es la principal transformación del organismo desde diciembre de 2019. “Antes, desembarcaban en los distritos como si el Estado no estuviese, sin dialogar con quienes fueron construyendo los barrios, y buscaban hacer pie en municipios donde no eran gobierno, como en La Matanza”, explica.
La mirada integral consistiría en “lograr el acompañamiento y la confianza de los vecinos, porque si eso falla, el proyecto no fluye”. Se trate de una solución habitacional o se trate de acceso a servicios en los barrios populares. Según el Registro Nacional que los contabiliza (RENABAP), 1933 de esos barrios se ubican en la provincia de Buenos Aires. Son los barrios integrados por más de ocho familias, donde más de la mitad de la población no tiene título de propiedad ni acceso a dos servicios básicos, como agua corriente, energía eléctrica con medidor o red de cloacas.
Ese acompañamiento que menciona Barrios de parte de los habitantes de las barriadas radica en la premisa de “que todos quieren vivir mejor, lo que no quiere decir que lo que propongas es lo que la persona quiere”. Ahí vuelve a hacer foco en la integración y la labor conjunta con los gobiernos locales, que no pueden quedar afuera de la planificación, porque “una parte es la obra que realiza el OPISU, pero muchas tareas le competen a la intendencia y que es necesario coordinar”. Entre ellas, pone como ejemplo la apertura de calles o la iluminación, o el trabajo para que arriben los servicios. Y también la coordinación con el resto del gobierno para que la urbanización contemple el acceso a instituciones educativas, hospitales, o transporte. Destaca que, apuntalando esta mecánica de trabajo, hoy el organismo ya no depende de la Jefatura de Gabinete y lo hace del Ministerio de Hábitat y Desarrollo Urbano.
Barrios detalla que la “visión integral” también nace desde el propio organismo al momento de encarar una obra. Desde la Dirección de Proyectos Urbanos se centraliza la arquitectura y la ingeniería, pero al mismo tiempo se involucra a la Dirección de Integración Productiva para financiar "cooperativas y asociaciones civiles que ya están en los barrios fortaleciendo su tarea en la comunidad”. Enumera que, mediante esta política, hoy se encuentran funcionando proyectos de limpieza y gestión de residuos, promotores de género, y agrega que con el mismo objetivo se han desarrollado convenios con universidades. “Producimos bienes para la urbanización como bancos y cestos.”
El trabajo conjunto que describe incluye al ministerio de Desarrollo Agrario en lo que respecta al arbolado urbano. El OPISU cuenta con un vivero, por lo cual “cada entrega de viviendas conlleva la colocación de plantas nativas y también se hace entrega de huertas en las casas”. A su vez, señala que la producción de huertas va de la mano de un trabajo que persigue vincular a los adultos mayores a tareas en sus barrios, bajo el programa de inclusión de este universo poblacional. “Son programas que no vienen desde arriba con una mirada de diseño, sino que responde a lo que sucede en los barrios”, destaca. Y no deja pasar un punto clave: el OPISU también trabaja en la regularización dominial y gestión de suelo.
Una cuestión barrial
Predestinación o decisión personal, la vida de Barrios siempre estuvo vinculada a la militancia barrial, a mesas de urbanización, y al estudio de soluciones habitacionales. Al día de hoy, el organismo que conduce lleva en ejecución 204 obras en 98 barrios distribuidos en 45 municipios. 50 ya están finalizadas. A su vez, a través de convenios se han brindado 230 subsidios a 152 organizaciones sociales y cooperativas involucradas. A todo esto se agrega, entre otras inversiones, más de mil millones de pesos destinados a servicios de saneamiento y desobstrucción de pozos ciegos.
Todo el proceso de organización tiene, para Barrios, un eje conductor que fue la primera orden que le dio el gobernador, Axel Kicillof: “no generar más expectativa donde no hay más margen”. La funcionar rememora las experiencias donde el Estado ya tuvo fallas. Toma como ejemplo a barrios construidos con enormes problemas estructurales y de servicios a lo largo de las décadas del ’60 y el ’70 que hoy ameritan una nueva intervención. “Hay que entender que la organización en los barrios muchas veces es producto de un dolor enorme”.
En conjunto con las directivas del gobernador, pone sobre la mesa un eje de su gestión: “No discutir un proyecto sin saber que está el financiamiento”. Y agrega que desde el organismo se “sientan a conversar con la comunidad cuando tenemos en claro lo que se va a hacer”. Y repite una frase que tuvo sus expresiones y sinónimos a lo largo de la conversación: “Hay que creer en la organización popular”.
En este punto, Barrios lanza una nueva premisa ante la consulta sobre cuál es la mejor política alrededor del conurbano, su alta concentración poblacional y, en muchas ocasiones, dificultades para acceder a los servicios básicos. “Contra la identidad barrial no se puede”, asegura. “La idea de relocalizar los asentamientos de la Ciudad la planteó Patricia Bullrich comiendo con Mirtha Legrand, cuando dijo que es más barato darle cien mil dólares a una familia y que se compren una casa, pero eso es imposible de practicar a gran escala”, explica.
“Está el derecho a decidir dónde vivir”, remarca. Aclara que existen villas superpobladas, como Villa Itatí en Quilmes, donde señala que es necesario avanzar en disponibilidad de suelo, apertura de calles, producto de que es un barrio denso y no “cuadriculado”. “Son zonas complejas, donde a veces hay riesgo de electrificación o de inundación”. En estas situaciones, la relocalización es necesaria, pero repite que en todos los otros casos complejos es necesario reordenar y siempre es posible de reorganizar. “La erradicación es algo que hizo la dictadura, y Soldati, la Villa 31 y Lugano resistieron”, ejemplifica sobre la política que se aplicó en la Ciudad de Buenos Aires en los años gobernados por los militares.
A los casos donde que hay que demoler y rehacer las viviendas, el OPISU los denomina “reasentamientos”. Para explicar estas situaciones, Barrios toma como ejemplo un barrio hecho por la dictadura en los años ’70 que se llaman núcleos habitacionales transitorios. “Viviendas muy precarias, que quedaron iguales durante 50 años”, narra. En esta ocasión, se logró contar con terrenos en las inmediaciones del barrio, se censó y habló con los vecinos para evaluar quienes deseaban una nueva vivienda, y se empezaron a construir las casas, incluso con una proyección de 35% por encima de las necesarias pensando en las composiciones familiares y los casos donde más de un grupo familiar residía en un hogar.