Faltan un par de semanas para las elecciones y el Presidente de Estados Unidos está en problemas: fue atrapado con las manos en la masa, y la masa es una menor de edad. Hay que desviar la atención, y allí va su monje negro, Conrad Brean, a evitar la catástrofe. Junto al productor cinematógrafico Stanley Motts, inventan una guerra con Albania y filman en estudios la supuesta escena en la que una campesina albanesa huye de un bombardeo con un gatito en brazos. La CIA descubre el estofado y filtra que la guerra ha terminado, pero Brean, Motts y la eficaz asistente Winnifred Ames son gente de recursos. La siguiente movida es anunciar que hay un soldado americano que quedó detrás de las líneas de batalla, y que todo el país debe embanderarse bajo la premisa de rescatarlo. Incluso Willie Nelson prepara una canción alegórica al estilo “We are the world” y consiguen un candidato para encarnar al soldado Schumann, que resulta un ex convicto maníaco sexual. A pesar de las complicaciones y lo descabellado que parece todo, el equipo se sale con la suya: el Presidente es reelegido.
Aquí llevó el menos atractivo título de Mentiras que Matan, pero la película se llama Wag the Dog, un juego de palabras relacionado con una frase incluida al comienzo: “¿Por qué un perro mueve la cola? Porque un perro es más inteligente que su cola. Si fuera más inteligente, la cola movería al perro”. La dirigió Barry Levinson en 1997, con Robert de Niro, Dustin Hoffman, Anne Heche, William H. Macy y Woody Harrelson, y una exquisita banda de sonido de Mark Knopfler. Un mes después del estreno estalló el escándalo Lewinsky. Poco después del escándalo, el presidente Bill Clinton bombardeó la fábrica sudanesa Al-Shifa, alegando que era una base de armas químicas de Al Qaeda.
Hace 10 días, un joven fue golpeado y subido a una camioneta de Gendarmería durante una protesta del pueblo mapuche. Desde entonces no se sabe nada de él. Ante la presión pública, el Gobierno ensaya desde hace unos días tácticas dignas de Conrad Brean, pero de la B Metropolitana. La ministra de Seguridad enarbola la teoría de un grupo separatista mapuche y exhibe fotos de un “arsenal” compuesto por martillos y serruchos oxidados. El siguiente paso es conseguir un camionero que “está seguro” de haber llevado a Santiago Maldonado cerca de Entre Ríos, y difundir un video con alguien que apenas se parece al joven desaparecido dando vueltas por esa provincia.
No caben dudas de que hay un sector de la opinión pública que compra semejante paquete, pero en 1997 no existían las redes sociales. Allí apareció la foto de Pablo Noceti, jefe de Gabinete de Patricia Bullrich, en la misma zona donde desapareció Maldonado. Allí se difundió la comparación entre un artículo de Infobae en abril donde un camionero aseguraba haber llevado “desde Zárate a Ceibas, Entre Ríos” a Araceli Fulles-que apareció asesinada poco después-y otro de La Nación donde otro o el mismo camionero afirmaba haber transportado a Maldonado “en las inmediaciones de Ceibas”. Rápidamente, Clarín aseguró que “un jefe policial” decía que “varios vecinos” habían visto a Maldonado en la zona. Un par de horas después de la difusión del video apareció Francisco Maestre a señalar que el del video es él, y pedir que dejaran de atribuir su imagen a la de Maldonado. De cualquier manera, las desmentidas de los medios macristas –cuando las hay– siempre tienen menor potencia que la información falsa difundida en primer lugar. Aunque la velocidad de la hiperinformación desactiva algunas operetas, siempre hay un nivel de daño que queda hecho.
Mientras tanto, los índices de desempleo, pobreza e inflación se disparan. El dólar sigue trepando. El domingo hay elecciones.
Wag the dog.