“Querido nieto, yo soy tu abuela Sonia. ¡Hace tanto tiempo que estoy buscándote!” Así comienza la carta de cumpleaños que Sonia Torres, representante de la filial cordobesa de Abuelas de Plaza de Mayo, le escribió a su nieto, a quien busca desde que nació, mientras su mamá y él estaban cautives de la última dictadura, y fue apropiado. “Hoy 14 de junio cumples 47 años. Mi deseo más grande es poder abrazarte”, le dedica su abuela.
Sonia tiene 93 años y hace 47 años que busca a su nieto, el hijo de su hija menor, Silvina Parodi. Silvina lo parió en la Maternidad Provincial de Córdoba, después de haber pasado el último trimestre de su embarazo secuestrada y torturada en La Perla, el mayor centro clandestino de la provincia. Por testimonios de testigos, la Abuela de Plaza de Mayo supo del nacimiento y de la entrega del bebé a la Casa Cuna y, de allí, a un destino que desconoce todavía.
“Mi deseo más grande es poder abrazarte y descubrir juntos el amor que tanto unió a tus padres y que vive en vos y en mí”, le cuenta a su nieto cumpleañero esta abuela materna de uno de los alrededor de 500 bebés que fueron arrebatades a sus familias biológicas en el marco del genocidio de la última dictadura, y de los cerca de 300 que faltan encontrar. “Hasta encontrarte tengo tatuada en el corazón la esperanza”, le dedicó.
“Las Abuelas no bajamos nunca los brazos. Cuando nos dirigimos a los hijos de nuestros hijos, en realidad le estamos hablando a la totalidad de los nietos que nos faltan encontrar”, sostuvo Sonia Torres en diálogo con Página|12, tras difundir públicamente el video en el que le lee en voz alta la carta que le escribió al hijo de su hija Silvina y de su yerno Daniel Orozco, también detenido desaparecido, que les represores de la última dictadura le arrebataron a elles y a toda su familia.
Desde que Sonia supo la fecha de nacimiento de su nieto, cada 14 de junio celebra su cumpleaños convocándolo públicamente a su encuentro. “Han pasado 47 años sin poder estar a tu lado. Sin tu sonrisa y sin tus caricias”, le escribió para éste, el día en que las velitas de la torta que soplará cuentan 47. En esa carta, la Abuela le cuenta a su nieto de sus padres, “que esperaban tu llegada con mucho entusiasmo” y lo anima a buscarla: “Seguro hay muchas preguntas que aletean en tu interior y que juntos podremos responderlas”.
Silvina Parodi tenía 20 años cuando, junto a su marido, fue secuestrada por una patota que se les llevó de su casa, en el barrio de Alta Córdoba, de la capital provincial, dos días después de que la Junta Militar comandada por Jorge Rafael Videla derrocara al gobierno de Isabel Perón, en 1976. Ambos fueron vistos en el centro clandestino La Perla. Silvina estudiaba en la facultad de Ciencias Económicas y militaba, como Daniel, en el PRT-ERP.
La familia de Silvina sabía que la pareja esperaba un bebé que nacería entre junio y julio de aquel año. Sonia supo del secuestro de su hija y su yerno la noche misma de aquel 26 de marzo. Desde entonces, ella y su ex marido emprendieron la búsqueda de la joven y también del bebé, que canalizó a través de su trabajo en Abuelas de Plaza de Mayo.
De La Perla, Silvina fue trasladada a la cárcel del Buen Pastor un tiempo antes de parir y, desde allí, a la Maternidad Provincial donde dio a luz a un varón, algo que Sonia y su familia supieron en aquel entonces por intermedio de comentarios de monjas que estaban a cargo de la Casa Cuna local. Tiempo después fue asesinada, al igual que su compañero. Sus restos permanecen desaparecidos.
Recién en el marco del juicio que se desarrolló entre 2013 y 2016 por los crímenes de lesa humanidad que tuvieron como epicentro al mayor centro clandestino de la provincia, entre otros, surgieron más datos sobre el parto de Silvina y la apropiación de su hijo. Una serie de testigas confirmaron que el niño nació un 14 de junio, en buen estado de salud, que su mamá lo nombró Daniel Efraín. También que Silvina pasó algunos días con él en la cárcel del Buen Pastor y que luego al niño lo llevaron a la Casa Cuna “para entregarlo a personas que hasta el momento no han sido identificadas, ocultando de esta forma su paradero lo que perdura hasta el día de hoy”, consta en la sentencia en la que el Tribunal Oral Federal número 1 de Córdoba condenó al genocida Luciano Benjamín Menéndez y varios otros represores tanto por los delitos sufridos por Silvina y Daniel, cuanto por la sustracción y supresión de la identidad de su hijo.