Aspromonte , la tierra de los últimos 5 puntos
Aspromonte, la terra degli ultimi, Italia, 2019
Dirección: Mimmo Calopresti
Guión: Mónica Zapelli, Pietro Criaco y Mimmo Calopersti
Duración: 89 minutos
Interpretes: Valeria Bruni Tedeschi, Marcello Fonte, Francesco Colella, Marco Leonardi, Romina Mondello, Sergio Rubini, Elisabetta Gregoraci.
Los ejercicios de memoria y nostalgia que asocian a la infancia con algún pueblo o ciudad al sur de Italia se convirtieron en un género muy transitado por el cine de ese país. Tanto que no es fácil encontrar trabajos como los de Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso, Malena, Baaria) o la más reciente La mano de Dios (Paolo Sorrentino, 2021) por fuera de lo producido en la península. Lo más parecido en el cine anglosajón son los relatos autobiográficos que últimamente vienen filmando varios cineastas. Aunque estos rara vez alcanzan los niveles de melancolía recargada, exacerbación extrema de la ternura o el sentido trágico que suele desbordar a las producciones italianas de este tipo, a las que ahora se debe sumar Aspromonte, la tierra de los últimos, de Mimmo Calopresti.
Se trata de otra película ambientada en alguna aldea pobre de Sicilia durante la posguerra, donde los pequeños dramas adquieren dimensión universal. Ahí, los siempre nobles lugareños enfrentan no sólo la miserable situación a la que los empuja la coyuntura geopolítica, sino la malicia de la corrupción local y la violencia de los también tradicionales caudillos-delincuentes de las mafias locales. En ese sentido, Aspromonte no ofrece mucha novedad respecto de lo que se ha visto, con variantes lógicas, en los títulos ya mencionados. La diferencia más notable es que acá no hay ningún tipo de juego de cine dentro del cine, que forma parte central de las películas de Tornatore y Sorrentino antes mencionadas.
Esa ausencia vuelve a la película de Calopresti mucho más terrenal, sin una válvula de escape hacia otras dimensiones, donde los relatos del cine emergen como un placebo para amortiguar el impacto de las carencias cotidianas. Tal vez tenga que ver con eso que en la aldea de Áfrico, donde viven los protagonistas, es tan pobre que no hay lugar ni para una sala de cine. Lo más cercano a eso es la labor que cumple la maestra (Valeria Bruni-Tedeschi), recién llegada al pueblo desde la Lombardía, las tierras ricas del norte, quien le ofrece a los chicos del pueblo la herramienta de la literatura como vehículo para viajar sin necesidad de atravesar ni el mar ni las montañas que los mantienen encerrados a cielo abierto.
Esa ausencia de realismo mágico escapista es el aporte que Aspromonte realiza al género, ofreciendo un relato donde lo político es mucho más concreto. No es que las otras no tuvieran una dimensión política, sino que acá el drama tiene lugar en ese territorio. Incluso podría decirse que la representación realista y materialista de Calopresti expresa una mirada de aquel pasado desde una cosmovisión comunista. Lo cual no está mal en busca de hacer más verosímil este retrato de una época en la que dicha corriente de pensamiento comenzaba a ganar espacios en la Europa occidental, en especial en Italia. Pero sin dejar de lado los vicios de un costumbrismo que acaba por volverse excesivo.