Así lo anunció el anfitrión, y antes de las diez de la noche estábamos todos sentados en la mesa formando un círculo que tenía como eje una frutera de loza recargada de empanadas. El vino, amable; la charla, distendida, y la música (voz clara de Patsy Cline) lo suficientemente melancólica como para protestar por el exceso de las de humita. Al rato, el anfitrión hizo una recopilación minuciosa de las migas y sobre la antigua chippendale depositó el Borges de Bioy Casares, esa biblia cada vez más cara y que los mortales leemos en PDFs ilegítimos.
Bien. El anfitrión abrió el libro en la página 1441, entrada del 10 de junio de 1972 donde Casares anota: “Por la tarde, viene Donald Yates. Me habla del pobre William Irish, cuyo verdadero nombre era Cornell Woolrich. Recuerdo que al aparecer en la Serie Naranja de Hachette No quisiera estar en sus zapatos de Irish, Borges y yo reconocimos, con la aparente imparcialidad y con la auténtica mala disposición propia de directores de una colección competidora, sus relativos méritos. Eran los enemigos del Séptimo Círculo y tomábamos nuestro papel en serio”.
Lo cierto es que la colección Biblioteca de Bolsillo de Hachette estaba en la calle desde 1941 (cuatro años antes que Séptimo Círculo de Emecé) cuando Horacio Aníbal Maniglia había ideado para la colección el sistema de tres colores por serie: Azul para los clásicos, Verde para los viajes y aventuras, y Naranja para los policiales. Según consigna el Boletín Oficial de esos años, Hachette tiraba 8.500 ejemplares por título de esa colección con un ritmo que podía llegar hasta tres novelas por mes. Si, como suele afirmarse, la dirigida por Borges-Casares alcanzaba los 14 mil ejemplares de promedio por título, es indudable que la Serie Naranja no era un competidor a despreciar.
Las diferencias entre “los enemigos” estaban bien marcadas. A grandes rasgos: mientras unos pensaban un catálogo de policial deductivo con preponderancia al whodunit inglés, otros (Hachette) lo abordaban de forma más libre y menos prolija, dando lugar al misterio, al terror y a la trama psicológica. Pero las diferencias nunca explican lo importante. Y de las coincidencias entre ambas colecciones surge la sombra finita de un hombre de mediana estatura, introvertido, fumador incontenible y resignado a los reproches de una madre con la que vivió en el pobre hotel Marseille de Harlem hasta que un día de 1957 ella se olvidó de este mundo. Hablamos de un hombre débil, con diabetes, pero rápido para el bourbon y la tristeza, aterrado por una íntima pulsión homosexual y proclive a desatender cuestiones como, por ejemplo, el poder infeccioso de una llaga aparecida en su pie producto del roce de una zapatilla que, gangrena de por medio, lo dejó sin una pierna y en silla de ruedas. Hablamos de Cornell George Hopley-Woolrich, conocido como William Irish, usted sabe, el autor de La mujer fantasma, La novia vestida de negro, del cuento que inspiró a Hitchcock para La ventana indiscreta, y el de muchos otros relatos que el cine de allá y de acá utilizó para construir guiones.
El “pobre Irish” es sin duda la llave que permite abrir una puerta llena de curiosidades entre las colecciones enemigas. Pero antes de seguir hay que anotar que en 1944 entró en escena la sombra de otro hombre, también delgada y acaso de similar estatura que Irish, pero decididamente mucho más joven. Se trata de un adolescente de 17 años, que por sus conocimientos de inglés entró como traductor a Hachette. Sí, usted también lo sabe: Rodolfo Walsh, el mismo que al poco tiempo se convertiría en un factor decisivo para el catálogo de Serie Naranja, y quien a partir de 1949 tuvo su propia colección de policiales: Evasión.
Precisamente, en esas dos colecciones de Hachette se publicaron 17 libros (novelas y conjuntos de cuentos) de Woolrich / Irish, siendo Walsh el mayor traductor con siete títulos, sumado a su primer prólogo sobre literatura policial para Lo que la noche revela de Irish en 1946. Pero hay algo más.
--Tengo tres seudónimos utilizados por Walsh en sus traducciones para Hachette, pero esta noche sólo les revelaré uno --dijo el anfitrión y dejó caer el nombre de Julio Loewenthal Torres (a veces escrito como Julio Lowenthal Torres), firma con la que se tradujo en la Serie Naranja El negro sendero del miedo y que se repite bastante desde 1948 entre los traductores. Ese nombre falso, dedujo, está compuesto por guiños ajedrecísticos: Julio por el campeón argentino Julio Bolbochán y Loewenthal o Lowenthal por la variante Siciliana Loewenthal (a veces escrita como Lowenthal y otras como Labourdonnais-Loewenthal). Lo de Torres, claro, es por el uso de esas piezas en la mencionada jugada. Desde ya --agregó con sonrisa--, en ese seudónimo resuenan los tres disparos que recibió Aaron Loewenthal de la Emma Zunz de Borges.
--¿Y eso qué demuestra? --preguntó uno de nosotros. De inmediato el anfitrión nos reveló que Álvaro Abós tiene (inexplicablemente aún inédito) el libro Blues de la Calle Morgue. Ensayos sobre el crimen donde sostiene, en el capítulo “Murder Story”, que la real influencia de Walsh fue Woolrich / Irish y donde nos enseña, entre otras muchas cosas, cómo las artes del suspenso del norteamericano están presentes incluso en Operación Masacre. Escribe Abós: “Esas traducciones alimentarias que Walsh hizo de Woolrich / Irish trasuntan algunas de las marcas de la escritura walshiana: brevedad, sequedad, precisión, cualidades que a veces chocan con el estilo propio de Woolrich, quien no se priva de raptos poéticos o de una intensidad verbal a veces exagerada (...). Quizás la austeridad de Walsh beneficia a Woolrich y sean mejores las traducciones que los originales”.
--Y todavía hay más coincidencias --volvió a decir el anfitrión riéndose--. En uno de sus cuentos Irish da vida a un detective llamado R. Walsh, graduado en Princeton ¿Qué tal?
Silencio. Nadie preguntó por el título del relato, sólo se escuchó ¿y con Bioy, qué?
En 1943, Borges y Casares publican Los mejores cuentos policiales. Primera serie donde Woolrich / Irish no figura. Sí lo está en la Segunda serie de 1951. Pero el cuento incluido no es el de los “relativos méritos”, es decir, “No quisiera estar en sus zapatos” (trad: Maniglia y Canoura) sino “Si muriera antes de despertar” que, vaya casualidad, tradujo Walsh en 1947 como “Si muriera antes de despertarme” para la Serie Naranja, mejor versión y que desde entonces se reproduce en lengua castellana. Pero la dupla en aquel momento optó por la versión de Eugenia Candelón que confundió, entre otras cosas, chupetines con caramelos, esas golosinas claves que, en el relato, repartía en las escuelas el secuestrador de infantes.
--¿Por qué no usaron la traducción de Walsh? --dijo otro desde el fondo y el anfitrión habló por última vez:
--Es olvidar o asumir la derrota, no hay más opciones ante la victoria del enemigo. Y Bioy lo supo, por eso no aclaró que Wooldrich / Irish fue editado en la colección cuando él y Borges ya habían abandonado para siempre el Séptimo Círculo.