Treinta centímetros de tacos aguja clavados en el escenario sostienen unas piernas abiertas, ella desciende lento. Las medias en red se tensan ante la voluptuosidad al bajar “en cuatro”, mientras, desliza sus manos pasando alcohol por el pole que queda brillante. Cuando llega al piso, reposa ahí, sonríe, nos mira fijo. Ya está listo el caño, está por empezar el show.
Placer, deseo, fantasías, sexualidad, excitación, desagregados del erotismo que incita la imagen. En unos pocos segundos, no más de quince desde que comenzó, en la punta del caño, Lu, invertida, abre sus piernas en 180 grados como si la gravedad no existiera. En el público, casi doscientas personas: lesbianes, marikas, travas, trans, bisexuales, no binaries la miran entre admiración, calenturas y billetes que esperan por su tanga que pase a retirarlos.
El pasado sábado 10, en el epicentro recoleto de Buenos Aires el Lesbiclub y la fiesta Marilina Tortillera crearon un evento que fue todo sobre exploración profunda del deseo y la fiesta, un evento dedicado al disfrute de los cuerpos. Se dieron rienda suelta a los ratones con performances de arte erótico, de burlesque, de pole dance entre juegos, shows y bailes privados. La escena desbordaba cualquier imaginario de lo esperable. Cuerpos gordos, travestis, bisexuales, no binaries, flacos, lesbianos eran protagonistas absolutos de fantasías impredecibles.
“Hay cuerpos e identidades que socioculturalmente no están considerados atractivos/sexys o directamente habilitados para lo erótico, para ser ‘deseables’. Acá demostramos que sí, y eso posibilita que otrxs que se ven reflejadxs en esos cuerpos expandan sus ideas sobre sí mismxs. Pasa muchas veces que se acerca alguien del público a agradecer a algunx performer porque se sienten representadxs y a partir de eso se miran distinto a si mismxs” , cuenta Meela Eme, Stripper, artista eroticx, lesbiana. Y agrega: “El acceso al placer, al goce, a sentirnos deseables, hermosxs, es un derecho que a muchas identidades y cuerpos se les niega. Cuando performeo eróticamente me siento feliz, hay algo muy empoderante en jugar con tu erotismo. Lo erótico es una expresión, lo importante es que esa expresión habla de nuestra identidad. Cuando trabajamos con lo erótico desde estos lugares ayudamos a muchxs a sanar una parte de su vida que generalmente es negada.”
Meela Eme además es la creadora del club de strippers “Lesbiclubb”, un espacio que surge de la necesidad de que las personas LGBTIQ+ tengan un ámbito de encuentro con el erotismo y el deseo por fuera de la lógica paki, donde las performances están creadas con una visión que no es la de la sex(ns)ualidad mainstream.
Es el contexto enmarcado en un ámbito transfeminista el que cobra peso, otorga significado y el que permite que prácticas históricamente cooptadas por la cis heterosexualidad cambien su signo y se vuelvan gesto de orgullo, empoderamiento y soberanía. El cuerpo en escena lejos de ser el hegemónico objeto de consumo masculino resignifica a su paso y se vuelve no solo un acto de rebeldía sino un puente hacia el encuentro con el erotismo propio y ajeno.
“A mi me erotiza muchísimo crearle fantasías a una audiencia. Amo mi cuerpo y todo lo que tengo para mostrar y me erotiza provocar, prender fuego al público. Que me vean disfrutando y que lo sientan. También es un acto de rebeldía hacer una performance erótica en un escenario, estás compartiendo todo lo íntimo que podés dar con un montón de gente, pero nadie te quita de la cabeza ver las reacciones. Justamente el vínculo con el público se da en mi caso interactuando, me encanta no saber en qué puede terminar el número” , cuenta Dorothy Sparkle, referente de la escena Burlesque después de un despliegue impactante de boas y transparencias, caderas que pasan rozando las narices del público, senos que rebotan al compás del jazz y sus brillos que se deslizan por la piel hasta la -casi- completa desnudez. Solo queda lo suficiente para sostener los billetes.
¿Espectador o voyeurista?
El autoerotismo es lo más citado entre les performers. Gustarse. Querer gustar. Enloquecer de ganas a quien te mira. Gustarse entre performers. El escenario contiene universos de sensualidades yuxtapuestos y los estímulos se disparan en diferentes sentidos. Lx performer con su cuerpo, con los otros cuerpos en escena, y a su vez con la interacción con el público carga a cada uno de esos vínculos de deseo y erotismo. El espectador, un testigo voluntario, voyeur de esta complicidad de líbidos también es quien consiente y elige el límite hasta el cual se animará a llegar.
La performance cala más profundo de lo que parece y subyace en ella una potencia subversiva: la imagen. La capacidad transformadora de las representaciones es la clave en la que se inscriben. No solo por el acto de reelaboración simbólica que implica une no binarie o una lesbiana poniendo billetes entre tetas, colas o bultos, sino también a une performer o stripper sintiéndose segure, hermose y jugando a calentar a quienes nunca tuvieron acceso, permiso o lugar en ámbitos a los que tradicionalmente se asocian estas prácticas de consumo - descarte masculino.
“Para mí lo erótico es una energía, una suma de sensaciones físicas y emocionales. Quien se conecta con su energía erótica puede expresarla de muchas maneras a través de los sentidos. No hay ‘consumo de cuerpos’ acá, hay cuerpos en escena que muestran, que juegan y proponen y que también pueden cobrar por eso. El arte erótico es como todo arte, esa visión del consumo viene más de una moral sobre lo erótico o sexual. No pensamos que estamos cosificando a algunx actorx cuando hace una película y decimos me encanta! No debería ser distinto cuando esa persona está performeando” cuenta Meela.
Hoochie Coochie baby
Una de las disciplinas más populares, el pole dance o “baile del caño” tiene larga tradición, y como disciplina deportiva datan de hace más de 800 años sus primeros registros. En particular el Mallakhamb, un deporte tradicional indio tenía principios similares a los del pole dance actual, donde se realizaban bailes y acrobacias en un poste de madera. Otras influencias son las barras verticales chinas, el bellydance (de Little Egypt), y principalmente el “Hoochie Coochie” de los circos de principio del S.XX, baile que realizaban las bailarinas usando el poste principal de la carpa, desde donde bajaban haciendo piruetas y con ropa provocativa. El hoochie coochie es sin duda una de las principales fuentes de inspiración no solo del pole dance sino también del Burlesque. Pasando del circo a bares nocturnos, atravesando la revolución sexual de los 60’ , lo que conocemos como pole dance moderno se vió por primera vez en la década de los 80, en los clubes nocturnos de New York, donde las bailarinas comenzaron a realizar movimientos acrobáticos como parte de sus bailes erótico, incorporando también a la disciplina el striptease y la desnudez total.
Lu Alconada es directora de Flag Pole Estudio y una de las principales performers, al preguntar sobre cómo es un primer encuentro reflexiona: “Podemos decir que la persona que viene a practicar la disciplina se encuentra en la situación de estar frente a un espejo con ‘poca ropa’, cosa que te empuja a conectar con la sensación de tu piel y con el roce del mismo caño. Es una forma de conectarse con unx mismo, aceptarse y verse de una manera más amorosa.” Continúa: “Aunque también lo deportivo es muy sensual. Un cuerpo fuerte que puede hacer cosas tan acrobáticas es bellísimo. Y va más allá de lo visual, es una cuestión más interna, de la capacidad, la constancia, la disciplina. Para poder hacer ciertos trucos en el pole necesitas años de entrenamiento.”
El burlesque por otro lado tiene como principal característica la expresión de la sensualidad asociada a las chicas pin up que entre glamour, plumas y lencería sugerente, la moda sexy de la época de cabaret, seducían a las audiencias. A nivel coreográfico es libre porque la importancia reside en el juego de seducción que se establece entre intérprete y público. Como un derivado del vodevil, el burlesque nació concretamente en 1893 cuando Little Egypt, una bailarina de danza del vientre, bailó en la feria de Chicago World’s realizando movimientos totalmente impactantes para la época y miles de chicas comenzaron a imitarla. Ya en los 90’ resurge con fuerza como neo-burlesque en la búsqueda del glam de los años 20’ impulsado principalmente por la escena Drag Queen, Drag King y Transformista.
“La idea del pole como consumo de cuerpos nace del estigma sobre el trabajo sexual y todo lo relacionado a lo erótico. Una gran parte de la historia del pole es su momento en los club de strippers, entonces es muy común que la gente haga esa lectura vacía. Los que 'consumen' o 'cosifican' son historicamente los hombres hetero cis, dentro de un sistema machista, donde ven a las femeneidades como objetos. Pero eso no está limitado al arte erotico, eso existe en todas las profesiones y espacios. Desde lo que hacemos venimos a desmentir que el tema es lo erótico. En un espacio LGBTTIQ+ la situación se da diferente. El arte erótico es compartido y apreciado, pero no dejamos de ser personas que están trabajando, hay un respeto, consentimiento. Es importante habilitar espacios seguros donde podamos expresarnos y hacer las cosas que nos apasionan.”
“Habíamos planeado al final de la perfo tirarle agua en la boca a Lu desde nuestra boca. Y después tirarle agua en la remera. La perfo era como de personas entrenando. Pero nos entusiasmamos, Lu se sacó la remera y con Poly fluyó una situación más hot y terminamos besándonos las tres. Nos sacamos las remeras también y seguimos haciendo lo que nuestros cuerpos pedían. Yo me sentí increíble, como pasar de estar haciendo una fantasía para el público a vivirla, internamente de estar besándome con Lu y Poly. De hecho la música terminó y seguíamos chapando…”, cuenta Meela Eme.
Hacer y vivir la fantasía, de lo público a lo íntimo, de lo personal a lo político y viceversa. Parece no tener fin el campo de exploración del arte erótico y los imaginarios que construyen tanto para quienes lo consumen como para quienes lo realizan. La búsqueda constante de sensaciones, olores, sabores, texturas, imágenes, sexualidades se vuelve una fábrica de politización del erotismo cuando eso incluye al propio cuerpo y al de le otre.
Es exactamente esa imagen que queda clavada en el centro de la intimidad la que abre a hacer preguntas. La llave que abre al goce.