La inflación es el aumento generalizado y sostenido de los precios. A lo largo de la historia, las causas de su existencia nunca fueron las mismas, aunque cada corriente haya pretendido explicar los procesos inflacionarios con simplificaciones que no son conducentes para combatirla. Javier Milei toma como referencia a Milton Friedman, el máximo exponente de la Escuela de Chicago, para justificar que “la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”.
Un proceso inflacionario tiene diferentes causas, que pueden combinarse entre sí o ser explicativas en un determinado período y no en otro. Incluso algunas pueden ser complementarias, sustitutas o tener el mismo origen. Entonces, ¿cuáles son las explicaciones de la inflación?
Las causas de la inflación
Los monetaristas expresan que la inflación es un problema estrictamente monetario. Bajo esta premisa, la emisión de dinero no hace más que generar un aumento de precios. Esta emisión resulta excesiva cuando supera la necesidad de pesos necesarios para hacer crecer la economía, y puede responder a distintos motivos. En Argentina es producto del déficit fiscal. Entonces, cuando un determinado país tiene más gastos que ingresos, debe emitir dinero para cubrir el desfasaje (el efecto sería similar si no emite pero cae la demanda de dinero). En términos de mercado, si hay una cierta oferta y demanda de un bien (en este caso el dinero), y el Estado aumenta la oferta, el precio del bien va a bajar. La disminución del precio del dinero no es más ni menos que la inflación.
Bajo este esquema, la emisión monetaria es una causante de última instancia de la inflación. Esta afirmación sería el equivalente a sostener que todos los seres humanos se mueren por un paro cardiorespiratorio y que, por lo tanto, la medicina debe centrarse únicamente en el corazón (en cuyo caso sólo harían falta cardiólogos y el resto de las especializaciones serían secundarias). Este paralelismo, aunque parezca absurdo, es lo que hoy plantean algunos monetaristas poniendo el foco solo en la emisión sin tener en cuenta las causas originales del proceso inflacionario.
La explicación monetarista lleva a simplificaciones tales como que el Estado es el único causante de la inflación por medio de la emisión monetaria. Y no consideran que la emisión monetaria puede estar respondiendo a un proceso inflacionario. Para expresarlo en un ejemplo práctico, si el Estado no tiene déficit fiscal y sus bienes aumentan sus precios por causas externas (por ejemplo, aumenta el valor del petróleo) habrá que necesariamente emitir más dinero para que las transacciones se sigan realizando. Por consiguiente, debido a una causa externa, la mayor emisión monetaria sería una consecuencia (y no una causa) de la inflación.
Entonces, otra de las causas podría ser la inflación importada. Si un determinado bien aumenta su precio en el exterior, y ese bien es necesario en el país, va a tener una repercusión en los precios de un determinado grupo de productos para, finalmente, acabar impactando en casi la totalidad de la economía. Esto puede ocurrir no solo con el petróleo, sino también con otros bienes básicos para el consumo.
Incluso el aumento del precio de los bienes que el país produce puede provocar un aumento en los precios internos al estar su precio establecido por el mercado internacional. Más concretamente, si aumenta el trigo en términos internacionales (y tenemos un mercado totalmente libre) también aumentará el precio a nivel local, lo que conllevará a un aumento en sus derivados, como el pan. De aquí surge que las retenciones a las exportaciones no tengan sólo una finalidad recaudatoria, sino que preserven los precios internos.
Otra explicación que resuena es la inflación por variación de tipo de cambio (pass through), que se encuadra en la inflación por aumento de costos. Se produce cuando, por una devaluación, aumenta el precio en moneda local de los insumos para producir. Si se produce un automóvil en Argentina con autopartes en dólares provenientes de distintos países y se devalúa la moneda, ese automóvil tendría un costo superior y, eventualmente, también un precio superior. En este escenario, no es secundario mencionar que el grado extranjerización de la economía puede acrecentar esta correlación.
Si una economía está íntegramente extranjerizada, los objetivos de las empresas y sus utilidades estarán planteadas en divisas extranjeras y una variación del tipo de cambio va a generar una presión al alza de los precios para poder mantener las utilidades planteadas al tipo de cambio anterior. Obviamente, esta explicación tiene sus limitaciones. Sin ir más lejos, en la crisis de 2001, los aumentos de precios no siguieron inmediatamente al valor del dólar dado que el consumidor no tenía capacidad de afrontarlos. Pero, por lo general, toda devaluación en la Argentina genera mayor inflación.
Según la concepción de la lucha de clases por apropiarse de una porción mayor del excedente, la inflación es generada en respuesta a los aumentos salariales. Este fenómeno podría verse reflejado del 2008 al 2015, cuando la inflación se aproximaba bastante a los aumentos salariales y viceversa. El marxismo, siguiendo la línea de Adam Smith y David Ricardo, sostiene que el aumento de salarios atenta en forma directa contra la plusvalía, lo que hace que la única capacidad de respuesta del capitalista sea aumentar los precios para mantener inalterada (o aumentada) la misma.
Otra de las causas del aumento de precios puede ser una insuficiencia de oferta, aunque si bien resulta poco probable que ocurra a un nivel extendido para toda la economía, puede que sólo se produzca en un sector clave y luego termine afectando al resto de los sectores.
Otro factor que puede influir en el proceso inflacionario son las expectativas sobre la economía. En pocas palabras, si todos los agentes que interactúan en la economía piensan que la inflación llegará a un valor determinado, es muy probable que se tienda a dicho valor. Algo así como una profecía autocumplida.
Por otra parte, hay aceleradores y desaceleradores de la inflación (y no causantes). Entre ellos se encuentra, la concentración económica. En la Argentina de la post convertibilidad, con una inflación elevada, las ramas productivas más concentradas tendieron a fijar precios por encima del promedio. Al ser monopolios u oligopolios, la capacidad de fijar precios es mayor. El sector alimentario argentino en la post convertibilidad es un fiel reflejo de ello. Sin embargo, hay que aclarar que la concentración tiende a establecer precios más altos pero no necesariamente cumple con el requisito de generar un aumento sostenido en el tiempo. Dicho de otra manera, en un primer momento, puede provocar aumentos de precios pero no una mayor inflación. Esto último, siempre y cuando, el mercado tenga “saltos de concentración” y no sea un proceso constante.
Tampoco se puede prescindir del efecto inercial que tiene la inflación. Por ende, no se puede eliminar de un día para el otro, dado que hay contratos a futuro ya establecidos a ciertos niveles de inflación estimada.
También resulta llamativo que se culpe al Estado como causante de la suba de precios, ya que hay un acuerdo generalizado de que fijar un precio por sus costos es una práctica arcaica. El costo sólo funciona como precio mínimo a establecer, pero no como determinante directo del precio final. El método de fijación de un precio depende pura y exclusivamente de lo que el consumidor está dispuesto a pagar. Si alguien produce un bien sobre el cual los consumidores tienen cierta preferencia y están dispuestos a pagar varias veces el costo unitario, entonces venderá este producto al máximo precio posible. De ahí, cuanto mejor resulte el trabajo de marketing para aumentar la percepción positiva sobre un bien, se podrá vender a un precio superior o en mayores cantidades.
Los apasionados del libre mercado dirán que, al tener una ganancia extraordinaria, habrá una creciente competencia, pero eso suele tener validez en la teoría y no en la práctica. En incontables rubros hay barreras al ingreso de la competencia, empezando por la más básica, que es contar con grandes cantidades de capital.
Yendo al caso puntual de Argentina, se puede observar en el gráfico (donde se toma como base la inflación en la Ciudad de Buenos Aires), que no hay una clara correlación desde diciembre de 2015 en adelante con ninguna variable en forma perfecta.
La base monetaria pareciera correlacionar poco, mientras que la fluctuación del tipo de cambio y la evolución de los salarios en ese período, podrían explicar mejor la variable de aumento de precios. Esto no quiere decir que necesariamente estas dos variables expliquen la inflación, ya que las causas pueden ser diversas según el tiempo y el espacio en cuestión.
Argentina cuenta actualmente con una inflación elevada. Las restricciones a las importaciones hicieron mermar la oferta de bienes y, a su vez, considerar un costo de reposición de los bienes en un valor intermedio entre la divisa oficial y paralela. Asimismo, los mecanismos de acceso al pago de divisas al exterior obligan a financiarse durante al menos 60 días y hasta 180 días, llevando a valor presente la cotización de un dólar futuro. Además, la inercia inflacionaria se acelera con los aumentos salariales y con los contratos ya establecidos con expectativas inflacionarias que convalidan los valores actuales. Esto también se complementa con la inflación importada debido al aumento de precios de los bienes del extranjero.
En definitiva, es difícil sostener que la causa
de la inflación es una sola. Pueden producirse, según el momento histórico,
varias de estas causas en forma conjunta, en forma separada o interpretarse como parte del mismo problema. Una vez más, la realidad es más
compleja que la simplificación libertaria.
*Economista, miembro de FUNDUS.