Corría el año 2009 y yo estaba cursando mi segundo año de la Licenciatura en dirección escénica en la UNA, la Universidad Nacional de las Artes. Salía de una relación y a los pocos días arribaba a nuestro país el virus de la influenza A (H1N1) (también llamado inicialmente virus de la gripe porcina), por ende, durante un mes aproximadamente nos encontramos aislados a causa de esta epidemia en lo que fuera casi una antesala de lo que muchos años después fue la pandemia por el Covid 19 y que hace poco tanto padecimos.
Al mismo tiempo en la sala Pan y Arte del barrio de Boedo estaba asistiendo en sus talleres particulares a Bernardo Cappa, quien me ofreció en aquel entonces dirigir y organizar el universo en el que les alumnes del taller habían empezado a transitar. Por ende, sentí que la mirada del director, y dadas las circunstancias, debía nutrirse y cultivarse durante ese lapso de tiempo que estuvimos resguardados para poder ampliar el universo expresivo y el imaginario sobre el cual habíamos empezado a investigar en el taller. Fue así que durante ese mes me vi casi todo el cine de Federico Fellini y algunas películas de Ettore Scola, entre otros como Bergman y demás. Pero empecé y profundicé con los tanos por que sabía que algo de esa impronta de la comedia popular y del cine de posguerra me iba a convocar. Primero empecé con Fellini con peliculones como La strada, 8 y medio, Y la nave va, Amarcord, Giuletta de los espíritus, La dolce Vita, entre otras. Después me pasé a Scola con Feos, sucios y malos, C'everamo tanto amati, Una giornata particulare y El baile de la que me enamoré perdidamente apenas la vi y la que me generó un sinfín de imágenes disparadoras.
El baile o “Le bal” es una coproducción ítalo-franco-argelina que se estrenó en 1983, un año antes de que yo nazca, y que atraviesa parte de la historia de Francia a lo largo de 50 años, desde los años 30, más precisamente 1936 con el triunfo del Frente Popular, pasando por la invasión nazi hacia fines de los años 30 y principios del 40, luego la posguerra y todo que la guerra dejó (muertos, destrucción, crisis institucional, etc), la influencia de la música norteamericana de los años 40 y 50 como el jazz, el blues, el rock como así también la música latina y caribeña, los años 60 y la liberación de la juventud con la presencia de Los Beatles, hasta el 83, con la música disco. Por lo que la película trabaja con diferentes lenguajes y sobre diferentes planos para poder contar la historia de esos 50 años en Francia: el plano histórico y social donde acontecen los hechos, el plano actoral y el plano musical. Cada plano y lenguaje de acuerdo a su estética y forma discursiva.
Pero más allá de la excusa de tomar estos 50 años de la historia de Francia y representarlos de una forma poco habitual y poco convencional en una película que prescinde de la palabra, lo que más me impresionó y llamó la atención es el procedimiento espacial que la misma propone. Que todo suceda en el mismo salón de baile donde los personajes atraviesan su soledad, sus deseos, sus miedos, sus vínculos y donde los mismos se refugian para acompañarse dentro de todo lo que les acontece me pareció por demás llamativo y sustancioso. Javier Daulte (gran dramaturgo, director y docente) en su ensayo “Juego y compromiso” dice que: “En el teatro el Procedimiento (concepto que sigue la línea del juego) es arbitrario tal como son arbitrarias las reglas de todo juego. Las reglas son las que son porque sí. La regla no se cuestiona. Se acepta”. Y que lo único importante es el compromiso con esas reglas del juego, tanto de los hacedores como de los espectadores.
Eso mismo me generó El baile de Ettore Scola en términos procedimentales apenas la vi por primera vez, una especie de fascinación por situar a los mismos personajes a lo largo de la historia de Francia, en un mismo salón de baile donde el lenguaje para la actuación es el no verbal, prescindiendo de la palabra lo cual no es menor como signo. Y no es menor ya que no estamos acostumbrados en nuestra concepción occidental de ver el arte, más precisamente aquí desde el cine, pero también en el teatro pasa, de hacer o ver obras en donde no se hable, en donde la palabra no se necesite para narrar.
Tanta fascinación me generó esta obra maestra de Scola, que fue sumamente inspiradora no solo para lo que en aquel entonces estábamos investigando en aquel taller del barrio de Boedo sino para lo que durante muchos años sentí como un enorme deseo y anhelo de poder dirigir en teatro una adaptación de esta película llevada a nuestra historia argentina. Nunca encontré durante esos años posteriores como poder llevarla a cabo, pero en el 2018 dentro de un taller que yo dictaba para la compañía La Jugada en el Teatro Mentruyt de Lomas de Zamora me animé a transitar dicho anhelo con alumnes de aquel momento. Fue así que colectivamente tomamos la esencia y estructura de la película y la transpolamos a nuestra historia argentina, desde los años 40 y el apogeo del tango, pasando por el derecho al voto femenino a principios de los años 50, el golpe de estado a Perón en el 55, los años 60 en la música y hacia fines de los mismos el Cordobazo, la dictadura militar del 76, la vuelta a la democracia en el 82 y la guerra de Malvinas, los años 90 y el consumo televisivo hasta la crisis del 2001 con el estado de sitio declarado por el presidente de aquel momento, Fernando de la Rua. La titulamos El baile (De acá) y abordamos casi los mismos procedimientos que el maestro Scola realizó en El baile conjugándolos con un diseño audiovisual de enorme calidad que se proyectaba sobre el paredón de fondo de este salón de baile realizado por uno de los alumnos, Hernán Balestra, que a su vez también actuaba.
Cada tanto, vuelvo a El baile. A observar el enorme trabajo compositivo e interdisciplinario del maestro del cine italiano como lo fue Ettore Scola. Y a “robarle”, con carpa y guante blanco, algo de toda su magia para poder llevarla al teatro.
Juan Mako es director, actor, dramaturgo y docente de teatro. Licenciado en Dirección Escénica en la UNA de Artes Dramáticas. Escribió y dirigió Las encadenadas que atraviesa el universo de Villa Epecuén y actualmente ensaya su segunda parte Las encadenadas, la revuelta, a estrenarse a mitad de año. En la actualidad dirige el biodrama escrito e interpretado por Jazmín Spanarelli, La reina de Turdera, sobre la vida de su abuela italiana Teresina, que va los domingos a las 18 en el Abasto Social Club (Yatay 666) hasta fines de Junio.