Exactamente hace un año atrás escribí en un medio sobre las irresponsables declaraciones de representantes de la oposición acerca de lo que denominaban y aún denominan “la bomba de la deuda”. Señalé que con esas posverdades no hacían más que intentar generar zozobra, tratando de “evitar una recuperación de la economía real que termine generando un clima electoral que pudiera favorecer al gobierno de cara al 2023”. En la actualidad continúan con las mismas declaraciones. No distinguen deuda en pesos de deuda en dólares, lo cual es lógico, puesto que durante la gestión de Cambiemos se incrementó significativamente la deuda en dólares.
Cabe analizar, entonces, qué sucedió en todo este tiempo, poniendo el foco en la cuestión de la deuda pública desde una mirada estructural o de mediano plazo.
Un primer dato a tener en cuenta es que cuando Cristina Fernández de Kirchner finalizó su mandato en 2015 la deuda pública total (en dólares y en pesos) representaba el 53 por ciento del PIB, guarismo que alcanzó al 90 por ciento en 2019, al finalizar el gobierno de Macri. A su vez, la actual gestión rebajó la deuda al 85 por ciento del PIB a diciembre de 2022, es decir, nada que indique una evolución explosiva.
En segundo lugar, la proporción de deuda en dólares durante este gobierno alcanzó a diciembre del año pasado el 66,9 por ciento, por debajo de la heredada en 2019 (77,8 por ciento), mientras que Cristina Fernández había culminado su presidencia con una proporción cercana a la actual.
Un tercer hecho es que la deuda en dólares que tomó el gobierno de Macri, tanto con acreedores externos privados como con el FMI en 2018, hipotecó al país por largo tiempo. Esta fue una auténtica bomba que se le dejó al país, y había que desactivar, con pagos altamente concentrados en 2022 y 2023. Esta situación de fragilidad se enfrentó con la negociación y el canje de títulos públicos en moneda extranjera con acreedores privados en agosto de 2020, generando un alivio financiero en los pagos para el período 2020-2024 de 42.000 millones de dólares, y una significativa reducción de la tasa de interés a pagar.
Con el FMI se consiguió un alargamiento de plazos de diez años (incluidos cuatro y medio de gracia), por eso se comienza a pagar en términos netos en el 2026. Lo he sostenido siempre: no hay acuerdos buenos con el FMI, pero en este caso se pudo ganar un valioso tiempo, y habrá que seguir negociando para limitar al mínimo las condicionalidades y eliminar los sobrecargos.
En cuarto lugar, en el caso del componente en pesos de la deuda pública, el Gobierno nacional fortaleció el mercado doméstico en pesos. Las colocaciones de deuda en moneda nacional superaron a los vencimientos en 2020 en un 19,2 por ciento, en 2021 en un 21,5 por ciento y en 2022 en un 44,0 por ciento. Esta política continúa en el año en curso, con colocaciones en los primeros cinco meses del año que son 32 por ciento superiores a los vencimientos. En la última licitación de esta semana se logró colocar el doble del monto que vencía, y con una participación del sector privado del 86 por ciento en el monto adjudicado.
En las sucesivas licitaciones y canjes se buscó extender el plazo de los títulos, para alargar el perfil de vencimientos hacia 2024-2025. En la operación de canje de marzo pasado, con un porcentaje de adhesión del 64 por ciento de los títulos elegibles, se despejaron vencimientos de marzo a junio por 4,3 millones de pesos. A su vez, con la última conversión de junio se alcanzó un alivio financiero de aproximadamente 7,4 billones de pesos para los próximos cuatro meses, con una adhesión del 78 por ciento, que incluyó al sector privado y público.
Lo expresado en los párrafos anteriores, que muestra un adecuado manejo de la deuda, evidencia que, con el apoyo de los grandes medios, hubo y sigue habiendo una campaña deliberada de la principal fuerza de la oposición para generar zozobra e incertidumbre, que a su vez termina impactando negativamente en distintas variables de la economía, especialmente en los precios.
En este contexto, el Gobierno ha tenido que ir desactivando los circuitos más complejos del explosivo que dejó la gestión Macri, algo que debe ser explicado. Ello se vino logrando incluso en un contexto de acontecimientos inéditos, como fue en su momento la pandemia de Covid-19, y ahora lo son la guerra Rusia-Ucrania y la sequía.
Mucho se hizo, quizá no todo lo que se podía, seguramente menos de lo que se necesita, pero es evidente que queda muchísimo por hacer y por ello es necesario continuar acumulando los apoyos de la ciudadanía que se precisan para fortalecer los ejes del actual modelo, de cara a las próximas elecciones.
* Diputado Nacional por el Frente de Todos. Presidente del Partido Solidario.