Una extensa entrevista que recorre la vida y obra del patriarca del cine independiente, Raúl Perrone, es la que concretó Silvina Pachelo. Y la volcó en el libro Mi mundo privado, que publicó Accattone, la editorial que fundó Pachelo. El libro está compuesto también por textos de Hernán Sassi, Roger Koza, Oscar Cuervo, Gabriel Orqueda y Luis Franc sobre el cine del hombre que saltó del dibujo a la cámara de cine y que en los ‘90 provocó un cimbronazo en la forma de hacer películas para la pantalla grande con su Trilogía, compuesta por Labios de churrasco (1994), Graciadió (1997) y 5 pal’ peso (1998). 

La publicación está impresa en un cuidado papel ilustración, y se trata de un libro para coleccionar que también contiene textos de Perrone, algunos de los cuales se vieron en Instagram o Facebook. Se complementan con fotos de rodajes de algunas de las sesenta y pico de películas que lleva hechas, también fotos de presentaciones, rodajes y otros momentos públicos de un gran ermitaño que, sin embargo, retrata el exterior como pocos.

"Ya hubo varias promesas de hacer un libro sobre mí que después al final se quedaron en el tiempo", dice Perrone en la entrevista con Página/12. Silvina Pachelo lo conoció en la Universidad Nacional de las Artes (UNA), donde Perrone dio una cátedra sobre Pier Paolo Pasolini. Después terminó siendo alumna del yerno de Galván (el suegro de Perrone que aparecía en Late corazón, La mecha y La Navidad de Ofelia y Galván). "Empezamos a charlar y así surgió la idea del libro. La verdad es que fue maravilloso porque en el término de dos años se pudo hacer un libro que parece un hecho heroico porque imprimir hoy un libro de esas características, en un momento jodido del país, en el que tampoco mucha gente compra libros, no deja de ser para mí eso, un hecho heroico", plantea Perrone, quien reconoce que la venta está funcionando y que próximamente "se va a presentar en México y también va a tener otras presentaciones en Buenos Aires", según adelanta.

-Silvina Pachelo señala que tu cine es “el cine de la resistencia, de la subcultura y del bajo pueblo”. ¿Vos los pensás de esta manera? ¿Estás de acuerdo con su señalamiento?

-Con algunas cosas sí, con otras no. Son etiquetas que te van poniendo, como fue en los '90 "el director del Conurbano". Y treinta años después, el Conurbano está de moda. Ahora todos quieren hacer películas en el Conurbano. Lo que pasa es que en los '90 era mala palabra. Así que con eso estoy más o menos de acuerdo. Después, considero que desde Labios de churrasco yo le sigo dando voz a esa gente.

-Claro, porque en tus películas también buscas hacer hincapié en el relato de situaciones cotidianas de un determinado sector social que no suele aparecer en los medios o que aparece denostado...

-Sí, y cuando aparece, se lo ve como indigno. Se muestra la pobreza en el sentido más horrible de la palabra. Se creen que porque hacés películas sobre pibes marginales, tenés que ponerles un chumbo en la mano y merca en la otra. Yo trato en lo posible de darles una voz, una palabra. Y los trato dignamente. No mostrar la miseria de toda esa gente que ya demasiado tiene con sus vidas. Yo trato de darles poesía. Mi última película, Sean eternxs es eso, con chicos muy marginales, con un relato muy violento, pero en realidad, lo que ellos hacen es caer en una colonia de vacaciones tratando de hacer una vida muy parecida a la de otros pibes comunes. Una vez, en los '90, una señora me dijo: "Qué bueno. Es la primera vez que veo una película sobre adolescentes y que no los muestra drogándose". Se sabe que esos pibes se drogan, ¿para qué lo voy a mostrar?

-En el libro señalás que te interesan los jóvenes como protagonistas y no “los pelotudos de los padres”. ¿Qué ves en la juventud a la hora de pensar una película que no ves en el mundo adulto?

-Y yo creo que el mundo adulto, el de esos padres sigue siendo pelotudo, autoritario, y en muchos casos, no se han adaptado a los tiempos. De todas maneras, creo que también ha cambiado la juventud. Los pibes de los '90 no son los del 2023. Recuerdo que decían que aquellos pibes eran jóvenes tardíos porque tenían 25, 30 años y hoy tienen 35 y saben menos qué hacer de su vida que aquellos que tenían 25. O sea que parece que la adolescencia se extendió. Tengo alumnos de 30, 32 años, y algunos viven con sus viejos, algunos siguen buscando talleres. No saben qué hacer de sus vidas. Entonces, me parece que pasa eso. Sigo retratando lo que yo veo, pero siempre trato de correr a los adultos porque son los discursos que me interesan. Y para los adultos hago La mecha, hago otras películas. Por eso abarco un gran abanico de películas. Puedo hacer una sobre el Marqués de Sade y al mes siguiente puedo hacer una película sobre una pareja indigente en la calle. En ese sentido, no tengo límites. Lo que necesito es ese momento.

-“Yo siempre rompo con los prejuicios de los idiotas, genero un malestar y eso me encanta”, decís en el libro. ¿Por qué pensás esto? ¿Qué es lo que te desagrada para generar ese malestar que decís?

-Es que siguen teniendo prejuicios idiotas. Cuando hay un par de pibes tirados en la plaza, los tipos de 50, 60 años dicen: "Mirá los vagos de mierda tomándose una cerveza, no sirven para una mierda". Ese es un prejuicio porque esos tipos nunca se acercaron a hablar con esos pibes, a ver cuál es el problema que tienen. Es mucho más fácil prejuzgar. Y el prejuicio existe en eso y en todo; en vos como periodista, en mí como director o cuando dibujaba. Siempre hay prejuicios sobre los demás. Es una palabra que desgraciadamente forma parte del inconsciente colectivo. No se preocupan por averiguar realmente qué es lo que está pasando. Y lo que muestra el cine es una parte de eso.

-¿Por qué te parece que hay gente que no tiene paciencia para tu cine?

-Es que hay gente que no tiene paciencia para vivir. El otro día leía un artículo de Herzog que decía que ya la gente no tiene paciencia para ver películas. La gente se levanta y se va. Y ahora mucho más que antes. Si vas al 2000, cuando arrancó el Bafici, se podía ver una película con un plano de diez minutos de una renga subiendo una escalera. Andá a ponerlo ahora, te rompen el cine. ¿Entendés? Es otro prejuicio. Y, aparte, tengamos en cuenta lo que ha cambiado el cine en los últimos años, donde todos ven una película por celular. Un tipo ve una serie de Netflix o de lo que sea en un celular porque ya ni siquiera la ven en una tablet, ni en la tele. La ve en el celular con audífonos viajando en el tren. ¿Qué paciencia puede tener ese pibe? Pero también hay otros que, al contrario, están preocupados y ven películas de otras Tarkovsvky, Béla Tarr… Ven otro cine. Pero me parece que el cine está pasando por un momento de una crisis no solamente creativa. Todo es igual a todo. Ya los críticos de cine no hablan de cine. Comentan las series y hablan de los estrenos de las series como si fueran estrenos de películas. Lo que tendrían que hacer es cerrar esos lugares malditos que tienen y se dediquen a hablar de televisión y series. Y que no hablen más de cine.

-¿A qué atribuís que la mayor parte de tu público es joven?

-No tengo la menor idea. Supongo que me ven como un tipo joven. En mi taller tengo 120 alumnos los sábados. El promedio está entre 17 y 25 años.

-¿Alguna vez contaste cuántos jóvenes asistieron a tu taller de cine?

-Esa cuenta la hicimos hace unos tres años y habíamos llegado a un promedio de unos 5 mil.

-¿Qué es lo que les transmitís que no deben hacer?

-Nada de lo que les dicen en otro lugar que hagan.

-¿Uno de los aspectos más difíciles de transmitir es que no hace falta un gran presupuesto para hacer una película?

-Mirá, las películas se pueden hacer únicamente si vos tenés una idea, si podés conseguir una cámara y si podés conseguir alguien que actúe. Hoy en día -mucho más que antes-, cualquiera puede hacer una película. Hoy cualquiera puede escribir, puede dibujar, hoy cualquiera es diseñador gráfico. Hoy no tenés más que ver Twitter e Instagram. Todos son fotógrafos, todos son artistas. Son todos de la inteligencia artificial. Ya no hay materia humana, ya no hay esa cosa artesanal. Ya no sabés qué es qué. Todo se duplica, te ponen la voz o la cara del otro. Me da la impresión de que estamos en un momento muy pero muy difícil. Y yo creo que hay que volver a las fuentes. Por eso, cada tanto me gusta volver a una cámara estenopeica, a una Súper 8. Trato en lo posible de hacer películas y de no perder nunca una cosa que tenga que ver con el laburo de las manos, con el laburo artesanal, con el laburo de editar.

-¿Por qué te definís como “un tipo que hace películas” y no como un director de cine? ¿En qué radica la diferencia?

-Uff. Una vez lo dije y se armó un despelote bárbaro, con algunos directores que hoy ya no están, como Subiela, y otros queridos. Yo tengo mis propias palabras y mis pensamientos y algunos estarán de acuerdo y otros no. Creo que la gran diferencia entre un tipo que filma y uno que hace películas es que el que filma busca plata y quiere viajar a los festivales. El que hace películas, las quiere hacer por amor. Y las muestra cuando puede y donde puede. Yo por suerte pude mostrarlas en lugares que jamás hubiera pensado.

-¿Cómo es eso de que prácticamente no salís de tu casa y que tu cine refleje tan bien el exterior?

-Porque soy un cronista, un observador. Se lo decís a un tipo que le gusta viajar y te dice: "¿Por qué no va a París a filmar?". Porque él quiere ir a París. Pero si yo pongo una pared cualquiera y te pongo a vos hablando conmigo y después los dos hablamos en francés, ¿quien carajo nos va a decir que no estamos en Francia? ¿Tiene que estar la Torre Eiffel? Cuando yo filmé la Torre Eiffel que está acá en Ituzaingó, mucha gente empezó a decir en Instagram que yo había viajado por primera vez.

-¿La idea es filmar en Ituzaingó sin que la gente vea que es Ituzaingó?

-No, yo filmo en Ituzaingó porque es mi lugar, porque acá yo puedo hacer todo. Si hubiera vivido en Haedo, lo mismo, y si hubiera vivido en la Paternal, igual. No necesito viajar para hacer películas. Los que necesitan viajar son otros. Es un pretexto. Hace años, cuando se iban a hacer publicidades de cigarrillos a Londres era porque había una guita que gastar y porque tenían que ir a Londres. Pero si vos querés no vas a Londres. Hoy mucho menos que antes. Con los croma, ¿para qué vas a ir a Londres? Me gusta filmar acá. Como no me gusta viajar, todo lo puedo hacer desde mi lugar e inventar mi propio mundo. No necesité una carroza y un castillo para hacer S4D3. Pero el mundo de Sade está en la película.

-Algo llamativo es que, si bien todas tus historias transcurren en un mismo lugar, Ituzaingó, abordan temas universales antes que localistas. ¿Coincidís?

-Sí, por supuesto. Algunas personas que no me conocen ni lo deben saber. Como es mi lugar, puedo hacer los mundos que hago. Tampoco tengo que estar en la calle. Puedo encerrarme en una casa, poner tres cromas y hago toda una películas con cromas. Y chau. ¿Qué saben dónde está hecha la película? Lo importante es lo que estás contando, no dónde lo contás. Woody Allen no salía de Manhattan, hasta que tuvo que empezar a salir pero por otros problemas. En los '90 te decían "En el Conurbano y nada más". Después salieron diez, quince directores que empezaron a filmar en Haedo, en La Matanza… Hoy ni hablar. Está plagado, General Rodríguez, Marcos Paz... Que cada uno filme donde tiene que filmar.

-¿Tu objetivo es que la gente crea en lo que está viendo?

-Absolutamente. Si yo no me creo lo que estoy filmando, vos no te vas a creer lo que estás viendo. Pienso que las películas no deben entenderse, las películas tienen que sentirse. Si saliste del cine y te pasó algo con esa película, mi trabajo ya está hecho. Si vos saliste y la entendiste completamente, yo me tengo que dedicar a otra cosa.  

(Imagen: Enrique García Medina)


Proyectos sin descanso

Raúl Perrone está lleno de proyectos. No descansa. Próximamente habrá otro libro más que está escribiendo Hernán Sassi. El año que viene se cumplirán tres décadas del estreno de la emblemática Labios de churrasco. "Por lo tanto 30 años de la Trilogía. Y, entonces, en el mes de febrero se van a hacer dos jornadas en la Universidad de Oxford dedicadas a la Trilogía y en el último día, al cierre de 5 pal’ peso, voy a tener una charla con los estudiantes de Oxford vía Zoom", adelanta Perrone, quien agrega que es muy posible que se arme una movida similar en la Argentina, aunque todavía no está definido el lugar. "Depende el tiempo y la plata, pero me gustaría una cosa que sea no como una performance sino con fotogramas de las películas, fragmentos que no se han usado, con escritos", señala El perro. 

También piensa en charlas con los actores. "La verdad es que he notado en los últimos tiempos que la Trilogía ha despertado un interés muy grande en los pibes, que hoy lo ves por Instagram". En noviembre de 2022 se cumplieron 150 años de Ituzaingó y Perrone la proyectó en el museo de esa localidad bonaerense. "Lo notable es que explotó de gente que, en su mayoría, eran pibes de 17, 18 años, que habían visto trailers, uno que la bajó de acá, otro de allá. Y siguen teniendo una vigencia que a mí me sorprendió porque, a veces, las películas envejecen mal. Y en este caso han envejecido muy bien", concluye Perrone, quien dedicará parte del tiempo a una amplia retrospectiva en la Argentina.