El 17 de junio de 1821 Martín Miguel de Güemes, el héroe gaucho, muere luego de una larga agonía que comenzó el 7 del mismo mes, cuando fue gravemente herido de bala en una emboscada pergeñada por el general Olañeta, llevada adelante por el brazo ejecutor de José María Valdés, apodado “El Barbarucho”.
Esta acción determinante en la historia argentina en general, y de Salta en particular, se dará en un contexto de gran complejidad, con pujas internas y un gran desgaste devenido de una guerra que no finalizaba: “Lo que quería gran parte de la sociedad en ese momento era que cese la guerra, llega un momento de agotamiento”, comenta Bárbara Aramendi, historiadora salteña graduada en la Universidad Nacional de Salta.
Contexto de época
El asesinato de Güemes es el corolario de un proceso de desgaste social, pujas políticas e intereses contrapuestos. “La imposibilidad de comerciar libremente, los problemas que atraviesan los productores y el hecho de que muchos de los milicianos que eran peones o arrendatarios están movilizados también, genera por un lado falta de mano de obra”, comenta Aramendi. A esto se le suman los deseos de aquellos milicianos por acceder a la tierra, eje fundamental de la lucha que llevaban adelante, “hay que decir que también las élites tenían miedo a la movilización, miedo a lo popular. Entonces es un caldo de cultivo bien complejo que hay antes de la muerte de Güemes”.
Una de las grandes estudiosas de esta etapa histórica es la investigadora Sara Mata, a quien las y los historiadores toman como gran faro de referencia. “Sara dice que es mucho más fácil presentar la historia de manera simplista y decir ‘a Güemes no lo querían los comerciantes, Güemes era un líder detestado por la élite, pero amado por el pueblo’, pero es todo muchísimo más complejo. Inclusive en 1819, o sea, dos años antes de su asesinato, hay una conspiración contra Güemes en la que participan varios de los líderes intermedios que tenía el mismo Güemes en sus milicias; contaba con esta gente y parte de ellos conspira contra él en 1819”.
Si bien en aquel momento la conspiración fracasa, la complejidad del momento histórico se puede vislumbrar claramente, “dentro de los factores que desencadenan el asesinato de Güemes no solamente está el cansancio por la guerra, sino también el descontento de los comerciantes o de aquellos que tenían que participar con empréstitos, el descontento de hacendados, los proyectos políticos en pugna y también los deseos de tierra de todo el grupo movilizado por Güemes que ve la posibilidad de un ascenso”, remarca la historiadora salteña.
A riesgo de derribar mitos fundantes, pero con sustento y análisis histórico, Aramendi comenta: “en ese contexto se llega al asesinato de Güemes, y hay algo muy interesante que también comenta Sara Mata, ‘¿cómo puede ser que entran 600 personas bajando por Humahuaca, pasan por La Caldera, pasan por Vaqueros y nadie los ve?’, o sea, recién lo alertan a Güemes y sale corriendo prácticamente en la ciudad de Salta. Entonces claramente hay un clima de conspiración general. Aunque claro que también hay gente que lo apoya, porque además de sus dotes militares evidentemente tenía también dotes políticos, no era solamente una persona que salía al campo de batalla, sino que tenía sus herramientas, su cintura y también sus objetivos, por eso genera también este tipo de oposiciones”.
Sucesiones y milicias sublevadas
Es una clave de pensamiento histórico interpretar los hechos de manera multicausal, tal como señala la historiadora, un camino para no simplificar los hechos. "Todavía sigue latente entre muchos la idea de volver a constituirse como parte de una organización política mayor con el rey a la cabeza, y por eso no es raro que se lo haya recibido tan bien a Olañeta, porque una vez que lo hieren a Güemes y muere, hay mucha gente que está de parabienes con esto. Rápidamente lo que se hace es firmar un armisticio donde por cuatro meses no haya guerra. Se coloca entonces como gobernador a Antonino Fernández Cornejo, quien no solo era antiguo adversario de Güemes, sino que también era su tío”.
Sin embargo, Fernández Cornejo será depuesto en pocos meses abonando aún más el contexto turbulento de la época. “No tiene el visto bueno de las milicias, las cuales estaban movilizadas antes de que Güemes llegue a Salta con el mandato de formar un ejército, inclusive antes de que Güemes fuera gobernador. O sea, ya hay un pueblo movilizado que tiene ciertos objetivos; no son masas amorfas que estaban inertes y que cuando llega Güemes y le dice ‘luchemos por la patria’ se levantan, sino que ya existían y estaban en acción”.
“Las milicias gauchas siguen actuando y en este contexto desde la inestabilidad y convulsión política, asumen distintos gobernadores, pero digamos que muchos de ellos son destituídos sistemáticamente por esas milicias cuando no ven cumplidas sus expectativas”, agrega Bárbara Aramendi.
Si bien no se puede decir que aquellas milicias tenían un programa político especifico, sobresalen como ejes de reclamo “la posesión de la tierra, que les habían prometido, que no iban a seguir pagando el arriendo. Esto sumado a una gran presión social y poblacional porque ya desde el fines del siglo XVIII viene creciendo la población de negros, mestizos, indígenas y muchos migrantes alto peruanos. Entonces hay una gran presión para acceder a la tierra, y los que pagaban arriendos, por dejar de pagarlos. A grandes rasgos, esta es la idea que tenían los gauchos para seguir luchando como grupo social, aún luego de la muerte de Güemes”.
Aramendi subraya: “Son periodos muy convulsionados, porque terminan las guerras de independencia en 1825 e inmediatamente los excompañeros de armas están luchando nuevamente para ver qué proyecto político triunfa y cómo se va a constituir esta nueva organización política”.
En estos periodos de gran convulsión, Salta muy lentamente se irá constituyendo como provincia, en un movimiento que “no se construye por oposición a Buenos Aires como la mayoría, sino que es un territorio que se va a desmembrando, porque era la capital de una Intendencia mucho mayor”.
El proceso continuará y las cristalizaciones históricas de las figuras y las imágenes heroicas, vendrán recién años después con la creación del Estado Nación argentino hacia 1880 y su intento de homogeneización.
En esta construcción de próceres, íconos y figuras, también aparecerá Güemes. "Los primeros intentos por construir una figura heroica de Güemes los da Bernardo Frías, quien empezó a querer reivindicarlo, consiguiendo unos primeros pasos en esta intención de rescatarlo y romper con la idea de que la mayoría de la élite no lo quería. Pero el proceso de heroización es posterior; la construcción del monumento se da en la década de 1930 y le siguió un proceso largo de resignificaciones que llega inclusive, hasta la declaración del feriado nacional hace pocos años”.
"Como dice Sara Mata, 'Güemes sí es un líder, pero no hay que quitarle el peso a la gente que se está movilizada con él, ni hagamos que todo empiece y termine en Güemes, porque en la historia no es ni todo blanco, ni todo negro'".