Lo conocí por primera vez cuando la Federación de Mujeres de la Revolución nos invitó a las abuelas a la isla en 1984. Viajamos con otra abuela, invitadas por Vilma Espín, la esposa de Raúl Castro. Estábamos emocionadas y ansiosas porque, no sabíamos, pero quizá alcanzábamos a ver a Fidel. Recuerdo que para mí y para mi esposo la Revolución cubana había sido una alegría. Y finalmente pasó lo que las mujeres de la federación suponían que podía llegar a pasar: de repente apareció Fidel, que pasaba a visitar la reunión de la que estábamos participando. Solía hacer eso, nos dijeron: se escabullía de su custodia y armaba la rutina de su día como él quería. Los tenía siempre locos a quienes lo custodiaban. Después de ese encuentro, hubo varios otros. Lo vi al año siguiente, también invitada por la Federación. Más adelante, viajamos con mi esposo, otra abuela y su esposo, que era maestro de orquesta y había sido invitado por Cuba a dar un concierto a beneficio de la búsqueda de los nietos robados en Argentina. Esa vuelta charlamos con él los cuatro casi dos horas. Era un hombre que sabía de todo: de música, de pintura, pero también de lo que había pasado en nuestro país, de la dictadura cívico militar. Era una persona cordial y muy simpática. Un hombre íntegro, que no tenía miedos y que le encantaba andar entre su gente. Él sabía quiénes éramos, por qué éramos Madres o Abuelas de Plaza de Mayo y quiénes y por qué habían matado a nuestros hijos, a nuestros revolucionarios. Reivindicaba nuestra lucha, ofrecía su ayuda, sobre todo para difundir nuestro trabajo, consustanciado en la defensa de nuestro derecho a seguir pidiendo justicia, encontrar a nuestros nietos, cultivar la memoria. Su recuerdo, su historia y su presencia será permanente. Estará junto al Che, junto a Chávez y desde algún lugarcito seguirá mirando nuestras patrias y empujándolas al sueño de la patria grande. Pienso que los pueblos aprenden, como hemos aprendido nosotros. Y aunque vengan tiempos distintos ahora para Cuba, porque Fidel era alguien que lideraba desde donde estuviere, lo que aprende la sociedad no se olvida y no creo que por el hecho de que no esté físicamente el pueblo cubano llegue a perder la fuerza de su liberación, de su autodeterminación. Con miserias y escasez, siempre fue un pueblo fuerte y valiente. Latinoamérica, desde donde estemos, debemos ayudarlos a que sigan viviendo, tal vez con estrechez, pero con libertad.
Mis encuentros con un hombre íntegro
Este artículo fue publicado originalmente el día 27 de noviembre de 2016