En el marco del ciclo que Centro Cultural Cine Lumière (Vélez Sarsfield 1027) organiza junto a Alianza Francesa Rosario e Instituto Francés de Argentina, los días jueves a las 20 con entrada gratuita, la próxima función estará dedicada a Josep, película animada de 2020, con dirección de Aurel (Aurélien Froment). Si se la compara con el lugar limitado (Disney y otras) que las producciones animadas ocupan en la pantalla comercial –excepción hecha en algunos servicios de streaming–, un film como Josep sería una anomalía, habida cuenta de su orientación temática, dedicada al público adulto.
Desde ya, la animación no es un cine pensado de manera exclusiva para las infancias, lo señala su mismo desarrollo histórico tanto como la variedad de técnicas y recursos que emplea; en este sentido, el dibujo es apenas una de ellas. La proyección de Josep por parte del Cine Lumière permite el acercamiento a esta diversidad, a través de un film que fue premiado con el César a la Mejor Película Animada. A partir del guion de Jean-Lous Milesi, Josep es un acercamiento a la vida del artista plástico Josep Bartolí (1910-1995) y su estadía en los campos de concentración franceses, donde se dio “cobijo” a los refugiados perseguidos por el franquismo. Bartolí no solo sobrellevó el maltrato francés, escapó también de la Gestapo, se exilió en México y fue amante de Frida Kahlo; además, formó parte del escenario artístico de Estados Unidos y trabajó en Hollywood.
Antes bien, el film del animador francés –éste es su primer largometraje–, deposita su atención en los campos de concentración con los que su país contuvo a la marea republicana que huía tras la finalización de la guerra civil. Elige también otro personaje, a través del cual practicar el acercamiento a Bartolí; se trata de Serge, un gendarme francés con quien Josep traba amistad. A través de éste, la película encuentra el eje narrativo; y lo hace en dos tiempos superpuestos. En un primer momento, desde el presente; con Serge ya moribundo, en cama. Desde el lecho, el viejo despierta la atención del nieto, a quien le narra la historia contenida en un dibujo que cuelga de la pared. El pibe se interesa, escucha, y abre la posibilidad del salto en el tiempo. En este sentido, Josep replica la estructura narrativa de Tierra y Libertad, de Ken Loach, donde también y de manera similar una adolescente descubría episodios de la guerra civil española. En uno y otro caso se actualiza la memoria, algo que ambos desenlaces corroboran con la imagen de un puño en alto (y desde el tiempo presente).
En el film de Aurel, entre Serge y Josep se conforma un dúo cómplice, aun en el peor contexto. Serge no puede creer la ruindad que corroe a sus pares. Mear a los españoles, arrojarles trozos de pan al barro, son apenas detalles. La humillación llega a extremos mayores, con violaciones y torturas. Aurel plasma con serenidad todas y cada una de estas aberraciones. La calma se la permite el medio elegido. Es decir, la animación que emplea ofrece una distancia estética que reflexiona, que medita. Y aquí hay algo notable. En el tiempo presente del relato, mientras el abuelo narra a su nieto, los movimientos de los personajes y sus acciones son fluidos, están animados de manera completa; en cambio, lo referido al pasado trabaja el movimiento desde las elipsis: los cuerpos se mueven con menos frames y pocos dibujos, es el espectador quien debe “completar” esos espacios en blanco, esos “trozos” de movimiento faltantes. La decisión formal es estupenda. Por un lado, permite el contraste temporal del relato; pero por el otro, pareciera interpelar a quien mira para que, así, complete tales movimientos: como si fuera un ejercicio mental y relativo a los recuerdos, por cómo éstos se manifiestan siempre: incompletos; y porque requieren, por ello, de esfuerzos suplementarios que modelen lo que el tiempo dejó atrás. De este modo, el film de Aurel incita a tomar partido por la memoria, ni más ni menos. Mirar no es un acto ingenuo.
Entremedio, el argumento ofrece alertas sobre el rol que los dictadores y su peso brutal ocupan en ese escenario en ciernes, mientras Francia mira distraída y ególatra. También está el retrato de una mujer amada, presuntamente embarazada, a la que Josep espera reencontrar. Este dibujo es uno de los varios que el artista lleva a cabo durante esta estadía de espanto; algunos parecen bocetos, otros están más terminados, muchos son un comentario grotesco del aire malsano que allí se respiraba. Todos ofrecen una radiografía horrible, con el pulso firme de un artista que hace lo que debe, aun en el escenario más inimaginable. Estos trabajos pueden consultarse en Internet, y es de interés observar cómo el film los incluye narrativamente. En última instancia, se trata también de pensar en cómo el arte de Josep Bartolí incidió en el del propio Aurel; y en cómo éste, afectado, dice lo que piensa en la forma de una película que es, a pesar de todo, bella.
Josep 7
Francia/España/Bélgica, 2020
Dirección: Aurel.
Guión: Jean-Louis Milesi.
Con las voces de: Sergi López, Bruno Solo, Gérard Hernandez, David Marsais, Valérie Lemercier, Alain Cauchi.
Música: Silvia Pérez Cruz.
Montaje: Thomas Belair.
Duración: 74 minutos.