Diciembre de 1998. José Manuel de la Sota y el entonces presidente Carlos Menem celebraban a más no poder el triunfo del peronismo en Córdoba. Se terminaban 15 años de hegemonía de la Unión Cívica Radical (UCR) de la mano de Eduardo Angeloz y Ramón Bautista Mestre. Con el flamante frente Unión por Córdoba quedaba inaugurado un ciclo de más de dos décadas de gobiernos justicialistas. Mucha agua pasó debajo de la Cañada. Entre el Gallego, fallecido hace algunos años, y Juan Schiaretti alternaron la primera magistratura, cargo que ocuparon tres veces cada uno. “Cordobesismo” mediante, Unión por Córdoba mutó a Hacemos por Córdoba, germen del actual Hacemos Unidos por Córdoba.
Simbólicamente los comicios tendrán un condimento extra: será la primera vez en el siglo XXI que los apellidos de los socios fundadores estarán en la boleta. El tiempo pasa.
Con Boleta Única de Sufragio (BUS), 11 serán las fórmulas dispuestas para que 2,9 millones de cordobesas y cordobeses, el 8,69% del padrón electoral nacional, escojan al nuevo inquilino del Panal, como es conocida la Casa de Gobierno.
La disputa central, nacionalizada por distintos motivos en las últimas semanas, será entre el candidato oficialista, Martín Llaryora, actual intendente de la capital, y el senador Luis Juez (Juntos por el Cambio).
Por obra y gracia de la política cordobesa, ambas fórmulas son encabezadas por peronistas y secundadas por radicales. Miriam Prunotto, del espacio Radicales Auténticos, va por el oficialismo, mientras que el diputado nacional Marcos Carasso, actual presidente del partido, completa la fórmula cambiemita.
El delfín de afuera
Sentado sobre una fondeada administración municipal, Llaryora pica en punta para profundizar la “renovación” de Hacemos Unidos por Córdoba. Exintendente de la ciudad de San Francisco, al límite con Santa Fe y ubicada en plena cuenca lechera, el delfín oficialista no es un dirigente del riñón schiarettista. Tampoco es un delasotista de la primera hora.
De hecho, su nombre salió a la palestra cordobesa en 2013, cuando enfrentó en PASO legislativas a la boleta que encabezaba Schiaretti. Con el sello del Frente Renovador de su amigo Sergio Massa, logró colarse en el tercer puesto de la lista para convertirse luego en diputado nacional. Fue entonces cuando De la Sota lo incorporó al staff cordobesista, que lo tuvo como ministro de la Industria y vicegobernador junto a Schiaretti en 2015-2019.
Esta marca de origen es uno de los motivos no escritos por los cuales se esforzó en abrir lo más que se pueda el frente electoral. Así, en el naciente “llayrorismo” provincial se mezclan radicales, dirigentes del PRO e incluso filokirchneristas como Martín Gill, intendente de Villa María y ex funcionario nacional. “Hacer base para aspirar a más”, repiten desde su entorno.
Como una mamushka, esto se replica en el espacio municipal, donde el 23 de julio se renovarán autoridades. Allí, Daniel Passerini (actual viceintendente) será acompañado por el expresidente del PRO Córdoba, Javier Pretto.
Entre dos tierras
Para Luis Juez, en tanto, será la tercera oportunidad en la que buscará dar el salto a la gobernación. De trayectoria sinuosa y verba afilada, se inició como presidente de la Juventud Peronista, fue diputado provincial y fiscal Anticorrupción en 2002. Ahí rompió con el PJ cordobés. Intendente en 2003, estuvo a punto de ser gobernador en 2007. Con el 36,04% de los votos fue derrotado por Schiaretti, que logró 37,17%. Juez denunció fraude tras un extraño apagón en la sede del Correo, donde se hacía el escrutinio provisorio. “Me chorearon la elección”, repite cual mantra.
Tras una delicada orfebrería interna, que llevó dos años, desde la sonada victoria en los comicios de medio término, logró dirimir la candidatura con el diputado Rodrigo de Loredo, postulante a la intendencia de la capital.
El problema mayor que enfrentó en la campaña llegó del lado inesperado. La decisión de su otrora mentor, Horacio Rodríguez Larreta, de abrir Juntos a nivel nacional, lo obligó a “halconizarse” para pasar al sector de Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Dato no menor. En diciembre del año pasado se filtró una reunión entre Macri y Llaryora. Juez estalló. Sin embargo, hubo un pacto de no agresión y el exPresidente expresó su apoyo al exembajador en Ecuador. “Está todo bien. Pero hasta ahí”, dicen desde su mesa chica.
Campaña en patrullero
De una bajísima intensidad, la campaña discurrió principalmente en la cuestión de la seguridad. Ambos candidatos se mostraron a favor del uso de armas no letales y, bajo el síndrome Rosario, de la intervención para combatir el narcotráfico de fuerzas ajenas a la policía como el Ejército, en el caso de Llaryora, y Gendarmería, en el caso de Juez. Este último, incluso, señala que se hará cargo “personalmente” del tema. “Voy a ser el ministro de Seguridad”, señaló.
Con nulos actos multitudinarios y poco calor eleccionario, las estrategias de campaña fueron casi similares. Pequeñas reuniones, muchas redes y revalorización de los amigos, entre ellos “el campo”. El sector agropecuario tiene una excelente relación con ambos sectores, que a su vez lo perciben como un aliado.
Mientras Llaryora intentó despegarse de los escándalos que en la última parte del año protagonizó la administración de Schiaretti, Juez insistió en el lema ciclo cumplido aunque destacando algunas acciones del actual gobernador.
Con coincidencias hasta en los elogios, el próximo domingo Córdoba ingresará en una nueva era política. Distinta de ayer, pero casi igual.
Volver a ser
El kirchnerismo, bajo el sello Creo en Córdoba, presenta la candidatura del intendente de la localidad turística de Embalse, Federico Alesandri, acompañado por la diputada nacional Gabriela Estévez. Será la reaparición en las boletas de la coalición de gobierno, ya que en 2015 no hubo lista, y varios partidos corrían el riesgo de perder la personería. Sin posibilidades reales de ganar, la aspiración es recuperar espacio en la Legislatura Unicameral, que también se renovará en su totalidad. El menú de encuestas le otorga entre un 6% o 7% de intención de voto. El binomio, que contó con la bendición de la mismísima Cristina Fernández de Kirchner, expresa una suerte de síntesis entre los sectores que adhieren al proyecto nacional: el albertismo encarnado por Alesandri y La Cámpora, con Estévez.
En cuánto a la moda libertaria, habrá dos listas, ninguna de ellas auspiciada por Javier Milei. Completan el menú de espectable, el FIT-U, que en 2019 logró tres bancas, y el Nuevo Más, encarnan las opciones de izquierda, al tiempo que el conservador Encuentro Vecinal.