Carla Godoy nació en el municipio de Florencio Varela el 25 de febrero de 2001 y con menos de tres años rindió su primer cinturón de taekwondo. Cuando el seleccionado nacional se fijó en ella, su familia hizo un rotundo cambio de vida y dejó atrás el barrio Villa Mónica Vieja para mudarse a Santa Teresita. “El deporte fue mi sostén”, le cuenta Godoy a este diario. En el medio, los viajes para entrenar, las competencias, las medallas y un puesto 39 en el ránking mundial que la motivó a ir por todo. “Hasta los Juegos Olímpicos no paro”, asegura. Es tetracampeona a nivel nacional, viene de participar en el Campeonato Mundial de Azerbaiyán y en octubre competirá en los Juegos Panamericanos de Santiago 2023, la competencia deportiva más importante de América.

Que su papá fuera el profesor del club barrial hizo que Carla pisara el tatami desde bebé. Al igual que su mamá y sus hermanos, la varelense encontró en el taekwondo una forma de expresión y continuó con el legado de su familia. “El taekwondo es mi mundo, allí me encuentro conmigo misma”, le cuenta a BuenosAires/12. Carla se perfila como uno de los diamantes del deporte nacional aunque, para obtener los logros que ostenta, debió pelear y resistir con tenacidad ante múltiples dificultades.

Al repasar los inicios de su historia, Godoy cuenta entre risas: “No puedo decir que dedicarme al taekwondo fue por decisión propia. Era como la bebé de juguete del gimnasio donde trabajaba mi papá, hacer este deporte para mí era un juego. No había cumplido tres años y ya estaba rindiendo un cinturón: hace poco aparecieron fotos y videos de eso, yo no tenía recuerdos.” A los siete años, Carla se alejó del deporte por un particular motivo: “Le decía a mi entrenador que no quería competir. Era muy chica y en infantiles no hay contacto. Hay luchas, pero son sin impacto por el cuidado de la edad, entonces no me gustaba porque, para mí, pelear era pegarse. Veía a los competidores más grandes que se mataban y ahí me agarraban las ganas. Para mí pelear era eso, pegar y que te peguen. Pero los chicos no podíamos tocarnos”, explica la taekwondista.

Cuando más alejada estaba del dobok y los cinturones, una pelea de su hermano menor la motivó a volver por todo: “Vi pelear a mi hermano en una competencia y me dieron ganas de tener una lucha. Eso me tentó a volver. Yo tenía diez años y a esa altura, en las peleas ya entrábamos en contacto, aunque no podíamos patear a la cabeza. Ahí empecé a competir y a subír de categorías... y no paré hasta el día de hoy”, explica Godoy. Al igual que en todos los deportes, el hecho de competir no es una obligación. Muchos practicantes de taekwondo elijen realizarlo a modo recreativo, para crear un vínculo a través del pasatiempo y compartir entre profesores y compañeros. El tema es que Carla, con una convicción entrañable, supo desde entonces que éste era su camino a seguir.

Godoy incrementó su actividad y en 2013 se le presentó una oportunidad inesperada. Distintos atletas del país serían evaluados en el CeNARD en una convocatoria abierta para taekwondistas. Ella viajó hasta el barrio porteño de Núñez y destaca la inocencia que la acompañó: “Lo tomé como un entrenamiento más, pero no llegué a dimensionar que era una evaluación a nivel nacional y que estaban observándonos el cuerpo técnico de la selección y dos deportistas destacados de aquel entonces. Fuimos con un grupo de compañeros y la actividad era una mezcla de entrenamiento y lucha por categorías. En la mía éramos seis y peleábamos en rotación. Yo estaba con una actitud natural porque no estaba al tanto de lo que significaba eso”, destaca.

Su desempeñó generó que los organizadores posen su mirada en ella y la convoquen para integrar la Selección Nacional de Taekwondo. En paralelo, continuaba entrenando en su escuela de Varela junto a su profesor personal. Viajaba tres veces por semana hasta el CeNARD y fue allí donde comenzó el gran sacrificio. Tres colectivos desde Villa Mónica Vieja hasta Núñez, a veces el tren, la alimentación salteada y la escuela secundaria hacían de su vida una rutina muy intensa: “Los horarios del colegio se mezclaban y eso me complicaba, no podía volver a mi casa y sentarme a comer. Mi mamá me buscaba y hacíamos un cambio, yo le daba la mochila de la escuela y ella me traía el bolso con la comida y la ropa para entrenar. Necesitaba alimentarme bien porque un deportista no se arregla con una botella de agua y una fruta. Fueron momentos difíciles”, relata.

A partir de 2014, cuando integraba la categoría Cadete de la Selección Nacional de TKD, comenzó una ola de logros que parece no terminar: Fue campeona regional, nacional y obtuvo la medalla de bronce en el Argentina Open G1, un torneo oficial que rankea a nivel mundial; en 2015 fue campeona Nacional del CeNARD; obtuvo las medallas de oro en el Open G1 en Paraguay, el Open G1 Bolivia y el Open G1 Argentina; y también fue Campeona Sudamericana en Perú.

“Estar en la selección no es sólo representar a mi país, sino a todo el grupo que está detrás mío. Es representar a mi familia, a mi escuela, a mi entrenador personal, Raúl Zambrano, y al cuerpo técnico del seleccionado. Hay un laburo muy fino en el que se dejan cosas de lado. La competencia, el entrenamiento y los viajes generan cansancio físico y mental. Hay buenos y malos resultados, pero siempre tenés que volver a empezar. Esto es un trabajo: ganes o pierdas arranca todo de cero”, explica Carla.

Cuando todo marchaba sobre ruedas y la rutina era costumbre, un giro inesperado cambió radicalmente el panorama de Godoy: Papá Jorge y mamá Érica, que anhelaban una mejor calidad de vida, decidieron partir hacia la costa atlántica. A sus 15 años, la taekwondista se mudó a Santa Teresita y desde el 2017 comenzó a entrenar en Mar del Plata, donde se instaló definitivamente en 2019. Cuenta Carla: “Estábamos buscando vivir más tranquilos. En la costa conocíamos gente con la que teníamos relación a través del deporte, y eso me facilitó un poco las cosas. A mí me costó mucho, fue a una edad de la adolescencia donde ya tenía formado mi grupo de amigos. Aparte, quedó toda mi familia en Varela. Más allá de que Santa Teresita es más tranquilo, Varela era mi lugar y extrañaba mis manejos. En ese proceso el deporte fue mi sostén. como ya conocía deportistas de la zona, me sentía cómoda y más tranquila. Entrenaba con ellos, me juntaba fuera del taekwondo y gracias a eso logré adaptarme.”

En 2016 se sumó a la categoría Juvenil del seleccionado argentino. Obtuvo la medalla de oro en Torneo Regional, participó en el Mundial de Canadá y ganó el oro del Brasil Games, tanto en Lucha Individual como en Duplas. En 2017 fue campeona en TK5 Nacional del CeNARD. Viajó a Chile y trajo el oro en el Torneo Copa Cordillera, donde fue reconocida con el premio a la mejor atleta. Se consagró campeona Nacional en el CeNARD, logró el ronce en Open G1 de Costa Rica, el bronce Argentina Open G1 y fue medallista en los Panamericanos de Costa Rica y en los Juegos ODESUR de Chile.

“Disfruto mucho salir a pelear. A medida que fui creciendo y empezaba a dimensionar los contextos me ponía más nerviosa, quizás no arriesgaba tanto. Cuando crecés en el deporte y te tomás en serio la competencia, a la vez se juegan más cosas, pero la realidad es que me olvido de todo cuando estoy entrenando o cuando voy a competir y me meto al área, sea cual sea la competencia. Me pongo a prueba todos los días, nos preparamos durante tres meses para una competencia de tres rounds de dos minutos. Entonces cuando me salen las cosas que entreno me ponga muy contenta”, le explica la multicampeona a este diario.

Para el año 2018, Carla Godoy integraba la categoría Mayor y eso la potenció. Fue campeona Nacional del CeNARD, participó en el Mundial de Túnez, se consagró en el TK5 Nacional Mayores y fue seleccionada entre 800 chicos de todo el país durante los Juegos Olímpicos de la Juventud, pese que después no participó por el apartamiento de su categoría de la nómina olímpica. En 2019 fue medalla de Plata en el Torneo Regional, oro en el Torneo Nacional y bicampeona en la categoría mayores. Obtuvo el bronce en el Torneo Internacional G1 Chile y fue reconocida municipalmente como Atleta destacada.

Durante el año 2020 y 2021, la pandemia que arrasó con las normalidades no hizo la excepción con Carla. Ella dejó de competir, aunque mantuvo sus entrenamientos. Cuando la realidad apretaba, los precios volaban por los aires y viajar desde Mar del Plata al CeNARD todas las semanas era una odisea, fue la subsecretaría de Deportes de la Provincia d Buenos Aires quien le dio el empuje necesario y el apoyo económico para no abandonar el deporte de su vida.

La ayuda de la subsecretaría era algo que realmente necesitaba. Pude costear los pasajes, los almuerzos y demás cuestiones que se me hacían muy cuesta arriba. En el último torneo nacional, se acercó el subsecretario y nos comentó que quería estar cerca nuestro y lo demostraron porque la comunicación hacia nosotros es muy dinámica. Nos contestan rápido, nos resuelven problemas y hasta nos dan la indumentaria de entrenamiento, los bolsos y las protecciones. Es un apoyo de persona a persona, nos preguntan cómo estamos y se interiorizan en lo que hacemos. El acercamiento de la subsecretaría me vino muy bien, era un momento difícil. Ellos me motivaron a seguir”, afirma.

En 2022 retomó sus actividades... y sus logros. Fue tricampeona del Torneo Nacional del CeNARD, ganó la titularidad de la categoría —53 kg— lo que le permite participar nuevamente de los torneos internacionales como parte de la Selección, obtuvo la medalla de Plata en Torneo G2 de República Dominicana, fue medalla de Oro en México y medallista en los Juegos ODESUR de Asunción. Este año se consagró tetracampeona Nacional del CeNARD y obtuvo en Brasil la clasificación a los Juegos Panamericanos de Santiago 2023.

“Es muy lindo e importante competir tan alto porque sé que no todos llegan. Hoy me toca a mí, pero si no rindo le toca a otro. A mi familia no la veo hace un montón, por eso significa mucho representar a mi país. No es sólo representar una bandera, no quiero quitarle mérito ni importancia, pero hago énfasis en el grupo de gente que hay detrás de eso. Al tatami salgo yo sola, nadie ve toda la gente que hay atrás para que yo esté ahí parada. Las ayudas de la Provincia y de quienes me acompañan son invisibles, pero están conmigo en cada lucha”, afirma Godoy.

Previo a participar de un torneo abierto en Luxemburgo, Godoy luchó por primera vez en un campeonato mundial de adultos, en Azerbaiyán. Mientras miraba las finales junto a su entrenador, Raúl Zambrano, él le preguntó: ¿El año que viene vamos a estar ahí, no? Carla Godoy no tiene dudas: “El próximo mundial de adultos vamos a estar con una medalla porque es algo que quiero y que lo tengo puesto en la cabeza. Tengo instalado ese chip, el de ganar una medalla del mundo. Hasta los Juegos Olímpicos no paro. Quiero seguir escalando en el ranking... llegué a estar en el puesto 39 a nivel mundial, después de ver eso ¿Cómo voy a querer menos?”.