Sin dudas, suena pretencioso asegurar que solamente este diario ha hecho una cobertura seria y profesional del enigmático, atroz caso de la desaparición –y probable muerte– de Cecilia Strzyzowski, la joven chaqueña cuyo paradero se ignora desde el primero de junio en la ciudad de Resistencia, y caso que –como es público y notorio– ha desatado un sinnúmero de conjeturas, confusiones, delirios y absurdos que no han terminado.
La investigación policial y judicial en la capital chaqueña ha sido por demás confusa y no sólo por la complejidad que rodea a todo crimen sino por la interesada intromisión de factores perturbadores de toda investigación: en este caso la desaparición del cuerpo de la víctima, sustituido por infinidad de supuestos, chismes, rumores, confusiones, intereses periodísticos non-sanctos y pésima información veraz. Y todo tapado por la ferocidad de estilos periodísticos que repugnarían a cualquier academia profesional del mundo.
Sometido este caso al estilo perturbador de los grandes medios que privilegian confusión antes que información, y que son expertos en mentir y manipular, en el "caso Cecilia", como ya se lo conoce, es evidente una especie de torneo de falsedades en las páginas de todos los diarios y en la casi unánime televisión que abruma al pueblo argentino con mentiras, exageraciones y acusaciones absurdas.
Así, el desdichado caso de esta muchacha no sólo no está cerrado sino que es evidente el abuso de vacuos palabreríos y repudiables interpretaciones morbosas, que obviamente no son periodismo. De ahí que, contrario sensu, que la cobertura profesional de Karina Micheletto, en este diario, ha sido ejemplar.
Y es que el periodismo falsario no sólo remitió esta semana al horrible caso chaqueño, sino que también afectó, en modo infame, a los sectores más postergados de la Provincia de Jujuy, donde una incalificable reforma constitucional despachada en dos días y a gusto y piacere de un gobernador radical sobrado de ambiciones políticas y sensibilidad de hiena, hizo aprobar –con ayuda de peronistas y según se ha dicho a precios variados– una Constitución Provincial retrógrada y limitativa de derechos populares. Tanto es así que acabó siendo una provocación colectiva para que el pueblo jujeño la repudiara. Y el gobierno se lanzó a reprimir con la típica brutalidad policial argentina.
Lo cierto es que el caso estuvo –lo está todavía al cierre de esta nota– infestado de engaños, supuestos, confusiones, insultos y lo que ya debería llamarse “desinformación programada”, más para alterar a la ciudadanía que para informarla.
Así, la semana que pasó resultó una especie de ensayo, diríase una prueba perfecta del país que espera a casi 50 millones de argentinos y argentinas si las retóricas de dirigentes políticos odiadores siguen prosperando, por un lado, y si por el otro el pueblo sigue sometido a lo que bien cabría calificar irónicamente como "democráticas obediencias debidas".
Un país así, una sociedad así, difícilmente recupere los senderos de crecimiento, educación, talento y potencia laboral como la Argentina tuvo en tiempos no lejanos.
Y es claro que ésta hipótesis puede ser criticada, contrariada, tergiversada y hasta condenada. Pero lo cierto es que tanto el infierno que vive el pueblo jujeño en estas horas, por un lado; y por el otro la seguidilla de charlatanerías con que la telebasura infectó la tradicional pachorra provinciana chaqueña, una y otra han generado en estos días un odio y un resentimiento –esas viejas artillerías mediáticas– que no se sabe exactamente cómo van a terminar.
Claro que también hay que destacar las fraternales solidaridades recibidas desde todos los rincones de la Patria para con el valiente y corajudo pueblo jujeño, acompañado desde todo el país en su lucha contra el antidemocrático, autoritario y violento régimen encabezado por el gobernador Gerardo Morales.
Desde muchos sectores –primereados por la Coalición Paz, Democracia y Soberanía– se elevaron voces para exigir que el Gobierno Nacional, cada día más cuestionado y posiblemente de próxima despedida, finalmente abandone el ritmo lento e indeciso que lo caracteriza desde hace mucho y asuma de una vez la responsabilidad de asegurar la Paz procediendo a la Intervención Federal de la provincia de Jujuy.
La feroz represión a su propio pueblo reconvirtió a Gerardo Morales en un dirigente político repudiado y, a la vez y como persona, despreciado por su cobardía y cinismo al sostener lo insostenible. De ahí el reclamo generalizado al presidente Fernández para que disponga la inmediata Intervención Federal a la Provincia de Jujuy, lo que al cierre de esta nota aún no ha hecho, ni pinta que lo haga, lo cual auguraría más tiempos sombríos para esta hiperzarandeada República, ya que ninguno de los varios candidatos presidenciales oficialistas santificados por la flamante UP se atrevió a sacar los pies del plato: de hecho lo que fue el "Frente de Todos", ahora rebautizado "Unión por la Patria", sigue en silencio.
Y es que además los grandes temas nacionales, como el que obsesivamente trajina esta columna desde hace años –el río Paraná y el Canal Magdalena– no sólo no amainaron sino que se deben ratificar los efectos letales de las políticas cipayas. Por ejemplo, acaba de terminarse el estudio de batimetría (conjunto de técnicas para la medición de las profundidades del mar y los ríos, y que incluye el estudio de la distribución de plantas y animales en diversas capas o zonas), o sea la medición de profundidad. En el ambiente marítimo se dice que se hizo sólo para "demostrar que había piedras y que el canal era inviable, pero les salió el tiro por la culata porque no sólo no había piedras, sino que el fondo del Canal es blando y tiene una profundidad natural y pareja de 4,5 metros, con lo cual es perfectamente navegable", como explicó sonriente a esta columna un práctico con mucho oficio. Pero quien concluyó, no sin tristeza, que "no haber hecho el Magdalena ya le ha costado a la Argentina varias deudas externas".
Y encima, y para colmo, informes responsables llegados a esta redacción aseguran que los barcos varados en la zona de Ramallo y más al Sur, son ya casi una plaga: el granelero británico "Berge Tateyama" encalló este sábado y quedó atravesado en el río Paraná. Otros tres grandes barcos reportaron quejas por roces contra el fondo y no dudaron en acusar a las autoridades, según reportan medios y boletines de los muchos que advierten de trastornos y varaduras.
Otro veterano capitán fluvial, ya retirado, declaró a esta columna: "En conversaciones con prácticos amigos, me entero de que las profundidades que emanan de la Administración General de Puertos (AGP) no suelen ser las reales, y por eso últimamente se varan buques tan seguido".
Es la Argentina que nos dejan casi tres décadas de cipayajes fluviales y marítimos, y en particular los gobiernos de Mauricio Macri y de Alberto Fernández.