La brutalidad e ilegalidad con que está tratando el actual gobierno de Jujuy de Gerardo Morales a los pueblos originarios (y a los y las maestras, que en su gran mayoría son y somos parte de mestizajes con pueblos originarios, como casi toda la población de la Argentina) nos lleva a escribir estas líneas, sobre los abusos de los espejitos de colores que circulan en nuestros días y de su infalible engaño para finalmente despojar y lastimar a quienes se resisten a tal despojo. La violencia física siempre es precedida por la violencia verbal, pero antes, mucho antes, por la violencia simbólica.
Escribimos como arqueólogas y antropólogas y nuestra tarea es investigar y enseñar develando esa violencia simbólica, que aparentemente no daña, pero es la antesala de la muerte. Por eso vamos a aclarar que, en realidad, no son cinco siglos igual, como dice León. Son más precisamente 480 años, casi cinco siglos, y no han sido iguales.
El siglo XIX, se forma una república (palabra que amó siempre la derecha, pero como estandarte vacío de contenido real) que consolidará políticas de derecha, ya que fue entonces que empezó el gran despojo territorial indígena en el noroeste argentino (y en patagonia, y pampa y chaco, claro!!). Los pueblos originarios pelearon codo a codo con y en los ejércitos patriotas. Sufrieron para ello varios éxodos en la hoy provincia de Jujuy; éxodos durísimos que no son lo suficientemente visibilizados en nuestra historia comunicada a todo público. Allí sí, indígenas y criollos de ascendencia mestiza eran respetados por algunos, como lo indican, simbólicamente, las dos versiones en idiomas originarios de nuestra Acta de la Independencia. Pero muy pronto luego la república se volvió de Derecha y dejó de incluirlos y protegerlos como iguales y reprodujo y potenció los abusos y muertes generados por la conquista y colonia española.
Sorprenderá a algunos lectores saber que han sido más despreciados y despojados los pueblos originarios por esta República de Derecha que durante la colonia española (al igual que toda la población mestizada, que hoy denominan despectivamente como “los negros” y antes “cabecitas negras”). Sorprenderá a algunos lectores también saber que los estudios de ADN actuales están mostrando que la sangre indígena de nuestra población es mayor que la europea, aunque algunos crean que los argentinos bajamos de los barcos -otro modo de hacer violencia simbólica, negando esa mayoría amerindia en nuestra población y trayendo con orgullo lo peor de Europa (lo violento y extractivista). Pero es también patológico de esta República de Derecha que se emocionan ante los objetos de cerámica, madera, plumaria, textil, metales y lítico realizados por los pueblos prehispánicos. Los consideran arte; los coleccionan cuando pueden evadir la ley y han pagado enormes precios por muchas piezas. Se emocionan ante las obras de caminería y arquitectura de sus pueblos. Promueven un turismo cultural asociado a ellos y compran artesanías realizadas por ellos.
Difícil olvidar la extrañeza que nos produjo ver en las redes las escenas del casamiento “estilo sirviñacu” de Morales (que no podía acceder a la iglesia) y de Macri y sus consortes haciendo una ofrenda a la Pachamama (más de una, en realidad) del modo más colorido y llamativo posible. Ofrendas a una paz social en la que no creen, con hombres y mujeres de culturas que desprecian profundamente, salvo cuando las necesitan para algún negocio. Estéticas que menosprecian, salvo para exotizar sus fotos en las redes y parecer inclusivos y “cool” (si si, esa palabra debe ir en inglés). En síntesis, los pueblos originarios son vistos con beneplácito en la mirada exótica en el pasado, pero se niegan sus agencias y su valor en el presente. Se valoran y custodian los espacios de los tiempos pretéritos (que llaman “ruinas”), pero no los espacios de vida y producción y reproducción que necesitan para seguir existiendo en el presente. Es como si amaran al indio muerto, que no les puede hacer ya frente, y odiaran al indio viviente, que sí se les puede oponer. Si eso no es violencia simbólica que genera violencia física y social, yo soy Tutankamón.
Innumerables ejemplos de represión contra ellos y ellas podemos ver en la historia de esta ya no tan jóven República Argentina. Estudiamos e investigamos temas que se relacionan con una historia indígena mucho más profunda, pero estudiaremos también esos cartuchos verdes de balas usados por infantería de la provincia (que no puede intervenir en rutas nacionales, pero la República de Derecha no se ciñe a derecho, sólo lo declama) usadas para reprimir a las gentes y comunidades. Y también los envases de gases lacrimógenos vencidos y que son doblemente tóxicos y peligrosos y cuyo uso está prohibido (pero la República de Derecha…).
En este feriado extendido, donde se supone que salimos de vacaciones o descansamos ensalzando justamente ese segmento de la historia, honrando el valor de Güemes y sus gauchos y la creación de la bandera, hemos tenido que ver en cambio la brutalidad del gobierno de Jujuy, el más feroz e impúdico del momento, contra los pueblos originarios y maestros.
Un país, un Estado, nuestra nación, es inviable con esta violencia simbólica, verbal y ahora física de las agendas de la República de Derecha. Hoy es Jujuy. Antes fue Mendoza. Un poco antes fue Catamarca. Y así viene siendo: el avance de la derecha en nuestro país tiene como corolario directo la opresión al pueblo y, entre ellos, a los pueblos originarios. Es que nuevamente van contra sus recursos, que están nuevamente en sus territorios, en los que les dejaron porque eran inservibles para la agricultura y ganadería, pero ahora sirven para la minería. Tres siglos igual, del XIX al XXI no hemos aprendido nada bueno. Pero ahora no hay espejitos de colores que puedan engañarlos. Y sin territorio comunitario, derechos de la tierra y posibilidad de la protesta social ante divergencias, no hay igualdad, interculturalidad, ni paz social posible.
La patria somos todxs y lo demás no importa nada.
*Nota realizada en y con colectiva de arqueólogas “El pasado nos convoca”