Tal vez la expresión “bunga bunga” a usted no le diga nada. Pero estas dos palabras conmocionaron a Europa. Así se conocieron las escandalosas fiestas de Silvio Berlusconi, alimentadas de prostitución, drogas, sexo con menores y violencia de género. Reuniones privadas a la que asistían políticos, artistas, empresarios, futbolistas, y la “creme de la creme” de la sociedad “cool” italiana.

Las fotos del exprimer ministro checo Mirek Topolanek completamente desnudo y en erección, rodeado de señoritas en la terraza de la residencia del entonces primer ministro italiano, resultaron de un gótico deslumbrante. La fiscal de Milan Tiziana Siciliano acusó a Berlusconi de tener a su disposición “grupos de esclavas sexuales”, y aseguró que en sus residencias se desarrollaba "una violencia horrible contra las mujeres". La menor de edad marroquí Karima El Mahroug, conocida como Rudy, fue el detonante de las escandalosas revelaciones. 

Il Cavalieri fue acusado en más de 30 procesos judiciales: proxenetismo, sexo con menores, prevaricación, fuga de capitales, blanqueo, extorsión, soborno. Pero solo fue condenado (e indultado) una vez, y por evasión fiscal. En esta realidad en el que ignorar hace todo más fácil y más gozoso, Il Cavalieri recibió estos días un duelo de Estado con honores militares. Un reconocimiento solo concedido a dos ex presidentes de la República. Que talento el del milanés, hasta muerto se sigue burlando de nosotros.

Berlusconi se cinceló a si mismo como un empresario de éxito. Un gracioso titiritero deslenguado y socarrón que se aprovechó el fútbol para alcanzar su verdadera vocación: la de político impune. Hay ejemplos por todo el mundo. Nosotros tenemos uno. Muy suelto de cuerpo y de deuda. ¿Le suena? Salvadores de un fútbol asquerosamente rico, concebido como una prolongación obscena de sus negocios y de sus beneficios. La caravana de sanguijuelas asociados a este deporte es extensa: los hermanos Glazer, Egon Durban , Sheilk Tamin Bin Hamad, Dan Friedkin, Mansur bin Zayed, los “jefazos” del Mapfre AM Behavioral Fund, y del CVC Capital Partens, y, por supuesto, los nuevos oráculos del fútbol de la modernidad: los hermanos Mas Canosa.

Esos ideólogos del regate fino, que escupen millones al aire como huesos de aceitunas. Su conglomerado empresarial siempre estuvo en entredicho. El portal Pro Football Reference sostiene que algunos negocios de la familia se financiaron con aportes de la mafia latina de Miami y por el aceitado de la extrema derecha norteamericana. Leo Messi se acaba de echar al monte de la Sierra Maestra de sus negocios. No hay intención de convencer a los ya convencidos de lo acertado de su decisión. Pero siempre se ha creído que para tener una buena digestión lo más importante son los comensales. Sabemos que la felicidad no consiste en poseer, pero poseemos. Y poseer es parte de la nueva modernidad. En ocasiones es beneficioso regresar al lugar del que nunca nos hemos ido. No pudo ser. Estas Ligas de “pandereta”, transformadas en cementerios de elefantes, siguen atrayendo como señuelos pegajosos a las figuras del fútbol internacional. Inclusive, al mejor jugador del mundo.

El fútbol de ayer ha desaparecido. La “empresa-club-empresa” es el nuevo algoritmo. Ya no nos necesitan. No quieren “hinchas pelotas” (nunca mejor dicho) que reclamen derechos, pertenencia, identidad. Nos quieren como ese hombre de traje negro que en 2040 reúne a un grupo de niños y les dice: “Tengo que comunicarles una mala noticia: la tierra se ha vuelto inhabitable. Tranquilos, la buena noticia es que el Estado y los subsidios han desaparecido”. Al ritmo de hoy, este fútbol no llega a 2040.

(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón del Mundo 1979