En un potente editorial desde San Salvador de Jujuy titulado Jujuy, Massa, el PJ local y la nueva conquista del desierto en ciernes, la periodista Cynthia García, junto a Pablo Di Pierri, analizó la actualidad de la provincia, en medio de masivas movilizaciones en contra de la reforma constitucional, y cuestionó los armados políticos que le permitieron a Gerardo Morales avanzar en esta dirección sin consenso del pueblo.
El editorial de Cynthia García desde Jujuy
Decenas de heridos, detenidos y desaparecidos tras las protestas contra la reforma constitucional de la carta magna provincial constituyen el corolario radicalizado de lo que La García denunció desde los albores del ascenso macrista: Gerardo Morales había puesto en marcha en su provincia el laboratorio del Lawfare cuando armó el Poder Judicial a la medida de la persecución contra Milagro Sala.
Ahora, sin que sorprenda a los que nunca miraron para el costado, el posible compañero de fórmula de Horacio Rodríguez Larreta sancione una Constitución provincial diseñada contra la protesta social y la organización popular. Jujuy dejó de ser un laboratorio hace rato y, también como se dijo en este espacio, es ya sin ninguna duda una cárcel a cielo abierto.
En Jujuy te echan de tu trabajo si no pensás como el gobernador. En Jujuy te meten preso si hacés huelga. En Jujuy te pierden el rastro tu familia y tus amigos si defendés tus derechos constitucionales en la calle. En Jujuy te puede pasar todo eso porque el Partido Justicialista es socio del radicalismo en la opresión, la represión y los kioscos comerciales derivados del sistema político.
El presidente del Partido Justicialista de Jujuy, Rubén Rivarola, es también diputado de la Legislatura de esa provincia pero, además, es el director del diario El Tribuno, maneja el servicio de limpieza a través de una empresa suya en la ciudad de San Salvador de Jujuy y ha prestado para testeos de Covid durante la pandemia un galpón de su propiedad.
Rivarola ha promovido y votado el desafuero de una diputada kirchnerista que denunció su connivencia con Morales. Rivarola empuja el peronismo a su mafiosa fusión con el carcelero de Milagro Sala y el PJ, en su entendimiento con la UCR macrista, es a su vez la explicación cabal de la existencia de la Tupac Amaru: el surgimiento de una organización popular que construía viviendas, escuelas, polideportivos y centros de salud no hablaba tanto de la vocación de poder de la militancia como de la inutilidad del sistema político de esa provincia.
Dicho de otro modo, el peronismo jujeño, en su fracción mayoritaria, coincide con el radicalismo en su alergia contra el colla, su desprecio al indio, su odio al trabajador. Por eso, la reforma constitucional se aprobó por unanimidad: el PJ y la UCR levantaron la mano juntitos para contradecir desde un mamarracho jurídico en Jujuy el artículo 14 bis de la Constitución Nacional.
Que en ese contexto casi ningún dirigente nacional del peronismo se pronuncie tampoco debería llamar la atención. El ministro de Economía, Sergio Massa, fue -y tal vez sigue siendo- socio de Morales en menesteres profanos como el cálculo político de presumir de una moderación gaseosa en los medios a nivel nacional mientras el gobernador saliente practica una saña sangrienta contra sus antagonistas en su pago chico.
Incluso se especula con que Daniel Scioli ha mantenido contactos con Rivarola, por interpósitas personas, para el armado de su lista en la provincia del norte. Y el senador peronista Guillermo Snopek ha denunciado públicamente que Morales se jactó en Clarín, ya en junio de 2020, que el presidente de Alberto Fernández no quería promover la intervención del Poder Judicial de Jujuy. El Jefe de Estado lo ha negado pero el proyecto parlamentario que promovía esa iniciativa durmió el sueño de los justos en el Senado nacional sin que ninguna fracción del Frente de Todos impulsara su tratamiento en la Cámara alta.
Sin embargo, Jujuy arde y espeja a la vez. Arde porque a su belleza telúrica, paisajística y cultural se le adicionan los manantiales de sangre y fuego con que la riega Morales. Y espeja porque hay una vacancia dirigencial idéntica a la que padece el peronismo en todos los estamentos distritales del país. No es que no haya cuadros honorables sino que, hasta acá, en Jujuy y en casi todas partes esos cuadros no detentan las palancas institucionales que defenderían a la población del autoritarismo y la violencia criminal de gobernantes tutelados y domesticados por el poder económico.
Y en ese ardor, insoportable ya, los trabajadores y las comunidades originarias confluyeron en las rutas para hacer, precisamente, lo que la flamante e infame constitución provincial prohíbe: organizarse y pelear.
Mientras balea al pueblo que gobierna, Morales cursa invitaciones para la presentación de ese desaguisado jurídico que sancionó con los votos de su partido y los del PJ. Mientras convierte a Jujuy en la Guantánamo del norte argentino, Morales sueña con manejar la campanita del Senado. Mientras Morales le muestra a sus financistas lo que haría si fuera Presidente o Vice, buena parte del peronismo calla cobardemente, por alquimias electorales, encuestas de cualquier calaña y futuros de una espesa opacidad ideológica.
No obstante, hay que entender algo de forma urgente: Morales no es un invento de la nada. Morales es el perro manto negro de la derecha porque casi toda la dirigencia peronista se escondió en las madrigueras. Y el pueblo ha decidido salvarse solo porque sabe que no está escrito aun el final de la historia.