“La próxima vez tiene que ser en un boliche”, dijo alguien del público apenas se encendieron las luces. Lo que inicialmente era un tributo a La dicha en movimiento, el disco debut de Los Twist y una de las obras fundamentales del rock argentino, se convirtió en una fiesta. Si bien últimamente se abusa del significado de la palabra, al punto de que se volvió trillada, lo que sucedió el domingo en el Auditorio Nacional del CCK se aferró literalmente a esa naturaleza. Para celebrar los 40 años de su lanzamiento, el ciclo Discos esenciales (1983-2023) convocó al músico y productor Axel Krygier para que preparara una revisita al álbum. Más que un viaje al pasado, la imaginería del ex integrante de La Portuaria dejó en evidencia la vigencia y contemporaneidad de ese repertorio. Y para ello apeló a respetar la esencia de las canciones, potenciándolas con arreglos quirúrgicos, en complicidad de un ensamble de músicos que estuvo a la altura de la encomienda.
A manera de antesala de lo que estaba por ocurrir, en plan de obra de arte conceptual, un sofá vintage auroleado de serpentinas invitaba a ingresar al auditorio. Una vez adentro, ese guiño al pop según Marta Minujín se extendía por todo el escenario. El confeti atiborraba de forma y color el espacio, pero sin invadir los instrumentos. En tanto que en la esquina derecha de la tarima otro sofá y un tocadiscos de los viejos (en el que se podía ver una edición en vinilo del álbum que se iba a homenajear) terminaban de articular la instalación. Aunque al principio parecía meramente decorativa, a medida que avanzaba el espectáculo la puesta tomaba una dimensión funcional. Todo un happening. Sólo faltaban los músicos, que a las 20 horas salieron a ubicarse en sus lugares ataviados al estilo de los teddy boys (esos sofisticados, eternos y primerizos amantes del rock and roll), con saco reluciente y corbata de lazo. Lo único de lo que carecían era del jopo.
Entonces Mariana Michi avanzó hacia ese living, y puso La dicha en movimiento en el tocadiscos. Mientras la púa rodaba sobre el vinilo, el resto de la banda saltó al escenario. Comenzaron con el tema que inaugura el disco, “Jugando hulla-hulla”. La frontwoman tomó la voz principal, y Krygier se encargó de la estrofa de Melingo. Los secundaron en coros los guitarristas Sol Bassa y Juan Ravioli. A continuación, el director, arreglista y tecladista dejó su instrumento y pasó al frente a cantar otro twist: “Veinticinco estrellas de oro”. Lo que dio pie para que Manu Schaller le sacara filo y magia a su theremín. Sin chance para un respiro, Juan Kartun apareció de un costado y Michi se posicionó como corista para interpretar “S.O.S., sos una rica banana”. Tras ese reggae que acude a la melodía del clásico sonero “El manisero”, de Antonio Machín, Sofía Viola, que hasta hace un minuto esperaba en el living, invitó a seguir en el Caribe al hacer “¡Salsa!”.
Si hasta ese pasaje del recital habían fluido los temas compuestos por Daniel Melingo y Pipo Cipolatti (o por ambos juntos), ahora era el turno para uno de los covers del álbum: ese pop con letargo doo woop titulado “Lo siento”, popularizado en 1960 por Brenda Lee. Antes que adaptarse a la versión de Los Twist, Julieta Laso la tornó en una canción propia. Al menos en la manera de interpretarla. Y es que hubiese sido un desperdicio desaprovechar ese talento tan único. Lo mismo sucedió con el resto de los cantantes, así como con la banda estable. A pesar de que en esta oportunidad hicieron las veces de sesionistas, al poner su talento al servicio de esas canciones trascendentales, no cedieron en su impronta. Tal cual antropólogos, en este caso musicales, supieron seguir cavando en busca de tesoros. Amén de la tanguera, lo que hizo Mariana Michi la confirma como una de las grandes artistas que tiene la Argentina en la actualidad.
Como si se tratara de una representación teatral, la Miau Trío encarnó a Fabiana Cantilo. Le salió tan bien que, además de poner su voz en un rango similar al de la ídola, consiguió exponer esa cualidad dual tan única de la artista de ser solista y, al mismo tiempo, coequiper. En realidad, el crédito es de Krygier, atento a ese talento. Es por eso que luego se atrevió a juntar a Michi y a sacar de su lugar de confort a Laso para que unieran sus voces en el rocksteady “En el bowling”. Si en las dos bandejas de arriba del Auditorio Nacional el público no dejaba de contonear su cintura al ritmo del twist desde que comenzó el evento, bastó con que Michi aprovechara la cadencia jamaiquina para arengar al resto del aforo para que se prendiera al baile. Ahí le dejaron la bandeja servida a Dani Umpi, devenido en un submarino amarillo del glam, para que hiciera su primera aparición de la mano del otro cover del disco: “Es la locura”, de Los Pick Ups.
De este último tema, destacó el trabajo de las violas. Sin alardear de su oficio, Bassa y Ravioli en todo momento fueron facilitadores de la canción. Apenas terminaron, el artista uruguayo avisó que tenía que cambiar el vinilo, por lo que fue y lo dio vuelta en el tocadiscos. Señal de que se venían las canciones de la cara B (originalmente los 14 temas duran 36 minutos, pero llegaron a extenderlos a 50). Arrancaron con el new wave “Ritmo colocado”, donde alternaron Umpi y Michi. Y después Sofía Viola regresó para cantar “Pensé que se trataba de cieguitos”. Antes la banda se puso los lentes de sol, y en simultáneo Umpi los enardecía desde el living. Hasta el momento, la propuesta de la performance respetó el orden del track list. Así que era inminente que estaba por sonar “Cleopatra, la reina del twist”. Sin embargo, para insinuarlo, Krygier y Michi caminaron imitando el movimiento de las manos patentado en los jeroglíficos.
Si en esa oda a la reina egipcia Bassa destacó con su guitarra a lo spaghetti western, en “Jabones flotadores” Ravioli surfeó la ola a lo Dick Dale. A propósito de tándems, fue notable el diálogo entre la bajista Clara Lambertucci y el baterista Diego Arcaute. Al igual que el del trombonista Juan Canosa y la saxofonista Yamile Burich, que no sólo dejó los pulmones, sino que le puso actitud a su ejecución en “El primero te lo regalan, el segundo te lo venden”. Laso regresó para “Mocasín”, y antes advirtió: “Hoy es sábado”. Convite para que el público se entregara al jolgorio. Axel Krygier presentó a la banda, pero el público quería más. Hicieron caso y repitieron “En el bowling”. Siguieron pidiendo más, y reflotaron “Jugando hulla-hulla”. Al terminar el show, un grupo de hombres que promediaba los 60 años entró a uno de los elevadores del CCK. Uno de ellos dijo que vio a Pipo Cipolatti en vivo la noche anterior. Otro miró a su alrededor, y afirmó: “Envejecimos bien”.