Oktupak, la primera cooperativa de trabajo que funciona en un penal, con internos cooperativistas, es bonaerense y nació en el penal de Batán, partido de General Pueyrredón, muy cerca de Mar del Plata.

La cooperativa se constituyó ante la dirección de Personas Jurídicas de La Plata en 2020, en plena pandemia de coronavirus, cuando los presos temían contagiarse y las fake news sobre liberaciones masivas alteraban a la opinión pública. Pero para comprender el orígen de la historia, hay que remontarse hasta 2009, cuando la ONG local Cambio de Paso, comenzó con la enseñanza de rugby a los presos. 

“Para sumarse al programa de enseñanza y práctica deportiva de Cambio de paso, además de bancarse una gran exigencia física, había que tener una conducta ejemplar y trabajar o estudiar", cuenta el presidente de la cooperativa y entrenador del equipo, Juan Manuel Aiello. "Este paquete de condiciones llevó a que, en acuerdo con las autoridades del penal, dos años más tarde, en 2011, se creen dos pabellones para deportistas estudiantes: el de pibes de entre 18 y 24 años, Paka Paka, y el de mayores de 25, Oktubre”, describe mientras explica que el nombre de la cooperativa surgió de la fusión de los nombres de esos pabellones.

Ese mismo año, cuando supo de la existencia de Cambio de Paso, Aiello jugaba profesionalmente al rugby en Italia. Al año siguiente su equipo vino de gira a Argentina y jugó tres partidos, uno de ellos en el club más antiguo y tradicional del país, Atlético de Rosario, y otro contra el equipo de Batán, en la cárcel. Al año siguiente volvió a radicarse en Mar del Plata y se convirtió en entrenador de quienes habían sido sus rivales.

El objetivo inicial de la cooperativa era brindar una oportunidad de generar ingresos a los liberados, apenas salieran, para evitar la reincidencia, obviamente en una tarea articulada con el Patronato de Liberados, la institución provincial que tiene el mismo objetivo. Hoy son unos veinte trabajando afuera en carpintería, herrería y jardinería: entre ellos, la reincidencia es cero. De hecho, algunos de ellos integran la comisión directiva de la institución.

La iniciativa es contemporánea y similar al plan Qunita bonaerense, una iniciativa interministerial impulsada por las carteras de Justicia (Julio Alak), Trabajo (Walter Correa), Desarrollo de la Comunidad (Andrés Larroque) y Salus (Nicolás Kreplak), pero desarrollada desde la sociedad civil. Qunita bonaerense es la reedición del plan nacional, inspirado en uno similar de origen finlandes, que se discontinuó en 2016 y entregaba a cada recién nacido un kit que incluía cuna, mantas, ropa, jabones, shampúes y juguetes. Ahora, todos esos elementos se fabrican en penales, con trabajo de los internos.

Aiello cuenta que generar ingresos para que los presos o sus familias no sufran carencias es lo más urgente, pero lo importante es otra cosa. “Muchos de estos pibes son padres de familia, y para nosotros es fundamental que sus hijos los vean laburar, ganarse el mango dignamente, que aprendan desde chicos que hay otro modelo, otro proyecto de vida posible.”

Oktupak hoy tiene dos patas, una base externa, ubicada en la zona sur, desde donde se brindan servicios de mantenimiento de parques, y un taller intramuros en un espacio cedido por el penal. Allí se fabrican muebles con materiales recuperados y se realizan trabajos de herrería de obra y herrería artística. “Hace poco hicimos unos souvenirs para un club de rugby a partir de bulones”, cuenta Aiello con orgullo. También realizaron vallas de madera que los trabajadores de Espacio Público de la municipalidad utilizan para cortar el tránsito.

En otro momento, repararon sillas de ruedas para el PAMI, pero como ONG les resultaba muy difícil cobrar por su labor y pagarles a quienes las habían realizado. Por esa experiencia, decidieron crear una cooperativa. Hoy ambas funcionan en paralelo. “Para que se restablezca la cultura del trabajo, tenes que cobrar, se tiene que cerrar el círculo”.

Uno de los primeros clientes de Oktupak fue el propio municipio, cuyo intendente, Guillermo Montenegro, estuvo siempre ligado al mundo del rugby, aunque desde la cooperativa asumen que trabajar con el estado local genera complicaciones. “En este contexto, por los plazos de pago que tienen, combinados con la inflación, se nos hace muy difícil venderles a ellos”, señalan y agregan: “a pesar de lo complejo de la situación económica, no desaparecimos, seguimos en carrera y eso no es poco”.

Los cooperativistas están atentos para detectar oportunidades dónde y cómo sea. Recientemente, consiguieron trabajo con un viejo ómnibus escolar abandonado, que pacientemente restauraron y acondicionaron hasta convertirlo en una casa, a pedido de un cliente. También están en contacto con empresas constructoras locales, para empezar a proveerlas de estribos realizados en su herrería. Los estribos son cuadrados de hierro con los que se forman los armazones de las columnas, que luego se rellenan de hormigón.

A la vez, son bastante recelosos de contar sus historias personales. Temen que, si se conoce su pasado, los clientes se asusten y los encargos se caigan, o eso pueda interferir de alguna manera con su presente y, su futuro. “Hay que cuidar las oportunidades que aparecen”, resumen.

Los trabajos de la cooperativa se pueden ver en el Instagram @oktupak. "Necesitamos todo tipo de máquinas y herramientas de carpintería y herrería, pero lo que más hace falta en este momento son clientes. Clientes, encargos, pedidos", agrega, por si no hubiera sido claro.