"No es algo tan horrible una vida de fe", dice Kelsey Grammer, con la cadencia suave y levemente divertida de un padre leyéndole un libro de cuentos a un niño. El actor de 68 años, conocido por sus dos décadas -por las que ganó múltiples Emmy- como el psiquiatra Frasier Crane -primero en Cheers (1984-1993) y luego en el spinoff Frasier (1993-2004)-, puede certificarlo. Él va a revivir al buen doctor más adelante este año, por supuesto, en una serie muy esperada. Pero hoy está aquí para hablar sobre todo de la fe: sobre haber "renacido" como un cristiano devoto y sobre su nueva biopic religiosa, Jesus Revolution.
Grammer habla por video desde una habitación escasamente decorada "en las entrañas del canal ITV" (va a salir por This Morning justo después de la entrevista). Desde el momento en que empieza a hablar, me resulta imposible no escuchar la voz de Frasier Crane emanando de la mandíbula formidablemente cuadrada de Grammer - una mezcla entre calidez melosa y seriedad en tono barítono que le funcionó de modo tan minuciosamente convincente como un loquero con mal de amores.
Como Frasier, Grammer es una compañía elocuente y erudita, que cita a Shakespeare y al Nuevo Testamento. Puede que sea esta facilidad intelectual la que los productores de Cheers pudieron percibir durante su primera aparición como invitado, como el resuelto novio de la camarera del bar Diane Chambers (Shelley Long). Su papel -que inicialmente sólo iba a durar unos pocos episodios- terminó convirtiéndose en el rol de su vida y estableció a Grammer como uno de los actores cómicos más sofisticados en la historia de la televisión.
Pero por ahora, mantengámonos con Jesus Revolution. En la película, Grammer interpreta a Chuck Smith, un pastor real que fundó la iglesia Calvary Chapel en Orange County, California, en los '60. Chuck comienza la película como un rancio ministro aconfesional ("la mera definición de un retrógrado", dice su hija, encarnada por Ally Ioannides), antes de que la llegada del evangelista hippie Lonnie Frisbee (Jonathan Roumie) le abra las puestas de una nueva congregación de jóvenes marginados.
Joel Courtney interpreta al evangelista Greg Laurie, el protagonista del film. Jesus Revolution tiene una producción que impresiona por el nivel, poco habitual en una película cristiana; el proyecto claramente es uno muy cercano al corazón de Grammer. O quizás a su alma. "Hemos hecho muchas películas sobre Jesús, ¿no?", musita. "Estuvo La más grande historia jamás contada. La pasión de Cristo. También la de Scorsese (La última tentación de Cristo). Pero es una historia que sigue siendo relevante, porque el personaje de Jesús parece tener una habilidad eterna para sanar a la gente".
Grammer fue criado como parte de la Iglesia de Cristo, Científico. Lo especial sobre Jesus Revolution, sostiene el actor, es que toma un momento reconocible del siglo XX como "un punto de referencia histórico - un punto de inflexión, si así se quiere", y lo usa para explorar cómo las percepciones sobre Jesús fueron cambiadas en la sociedad contemporánea. "La gente tiene pavor de hablar sobre su fe", agrega. "Espero que la gente pueda hablar un poco más sobre fe como resultado de esta película".
Durante la producción, Grammer visitó la playa californiana de Corona del Mar, donde Smith llevaba a cabo bautismos masivos; allí se le acercaron varias personas que dijeron haber sido bautizadas o casadas por Smith. "Fue maravilloso ver esa evidencia de lo que una vida de fe puede ser en una persona", dice. "Y estar en California y escuchar a la gente contar eso... ¿Sabés? No es algo que se escuche mucho en California". Hay un dejo de significado malicioso en esta última afirmación.
Como uno podría esperar de una película hecha con un propósito religioso explícito, Jesus Revolution presenta una versión tendenciosa de la historia. El verdadero Pastor Smith fue criticado durante su vida por la postura de su iglesia respecto a la comunidad LGBT+; en una ocasión describió a la homosexualidad como "la afrenta final contra Dios". La eventual separación de Smith y Frisbee se ha atribuido a menudo a conflictos con la propia homosexualidad de Frisbee. Al ver Jesus Revolution, uno no se entera de esto. Grammer parece escéptico de esta versión de los acontecimientos, asegurando que no está "seguro de que Frisbee haya dejado la iglesia porque era gay... Puede ser que eso se haya convertido en parte de la historia porque la gente quiso que así fuera", afirma.
Vale la pena notar, a esta altura, lo importante que fue Frasier como parte de la televisión gay. Y no sólo por la intervención de varios guionistas gay, estrellas gay (incluidos David Hyde Pierce, quien interpretó a Niles, el tenso hermano de Frasier, y Dan Butler, quien estuvo a cargo de "Bulldog", el colega donjuán de Frasier), e historias con temática abiertamente gay. La mera premisa de Frasier -la relación discordante entre un afectado hombre heterosexual y su padre más convencionalmente masculino- hablaba intensamente sobre la experiencia de muchos televidentes queer. Entonces, ¿como concilia Grammer este costado de la iglesia con sus propia visión de la sexualidad?
Él asiente. "Creo que el cristianismo es una ética acogedora. Podés venir de un lugar de amor sin que importe otra cosa. Y creo que ese era Chuck. Y, por supuesto, Lonnie regresó a la iglesia y volvió a predicar al lado de Chuck. Chuck dio la elegía de Lonnie cuando él murió. Así que creo que probablemente deje un testimonio vívido de que esas presunciones sobre esa época en su iglesia hayan sido un poco exageradas".
Es cierto que hay cierta ambigüedad sobre la exacta naturaleza de la pelea entre Smith y Frisbee; también se ha dicho que en partese debieron a conflictos ideológicos. Pero la visión de Smith sobre la comunidad LGBT+ está bien documentada. Hoy, la Calvary Chapel -que presume de más de un millar de locaciones sólo en Estados Unidos- sigue siendo criticada por ser la plataforma de visiones anti LGBT+.
Grammer tenía 13 años cuando sucedieron los eventos de Jesus Revolution. Para él, la contracultura de los '60 fue algo que experimentó desde la periferia. "¿Dónde estaba yo en ese momento? Probablemente en las afueras de eso", dice. "No era un verdadero participante. Quiero decir, nunca tomé ácido. Creo que fumé uno o dos porros. Mi hermana estaba más involucrada. Pero yo nunca fui más que una especie de adyacente al hippismo: tenía pelo largo, era surfer, esa clase de cosas".
Lo de ser surfer tiene sentido para un chico nacido en las Islas Vírgenes. El padre de Grammer era músico, restaurador y editor de revistas; su madre, bailarina, actriz y activista republicana. Se divorciaron cuando él tenía 2 años, y fue criado en los Estados Unidos continentales por su madre y sus abuelos maternos.
A veces, durante la conversación, Grammer parece lanzar frases con fidedigna despeocupación. En otros momentos, esto le cede paso a una especie de honestidad con voz suave. "Yo voy a defender el derecho de cualquiera a estar apasionado por lo que se podría considerar un estilo de vida alternativo", asegura, refiriéndose al movimiento hippie. "Pero vivir una vida de fe probablemente sea también un estilo de vida alternativo muy bueno".
Él describe un momento en particular cuando era un adolescente que crecía en Pompano Beach, Florida, y una tarde se le acercaron dos chicas "realmente hermosas". Le preguntaron: "¿Has conocido a Jesús?" "Y yo pensé 'Bueno, creo que sí, honestamente'. Así es cómo lo sentía", recuerda Grammer. "Y, por supuesto, ellas eran tan encantadoras y positivas, y yo era un adolescente... Era tentador. Pero terminé sin irme con ellas porque no creí que necesitara renacer. Creí que ya estaba allí. Pero luego, por supuesto, la vida me tiró algunas cosas que no supe cómo manejar".
La última frase se queda corta. A lo largo de sus primeras tres décadas de vida, Grammer fue cegado por una serie de tragedias tremendas e improbables. En 1968, su padre, Frank Allen Grammer Jr, fue asesinado durante una invasión de propiedad. En 1975, su hermana Karen, de 18 años, fue secuestrada, violada y asesinada. En 1980, dos de sus medio hermanos murieron en un extraño accidente de buceo. Sufrir una de estas adversidades es horrible; apiladas una sobre la otra, el efecto es inimaginable.
A la luz de todo esto, es más que comprensible que Grammer se haya descarrilado. En 1988, cuando era una estrella de Cheers, fue arrestado por posesión de cocaína. Su uso de drogas y alcohol continuaría empeorando durante los '90. Su vida romántica fue turbulenta; se casó tres veces antes de dar el sí con su esposa actual, Kayte Walsh, en 2011. A mitad de la tercera temporada de Frasier, en septiembre de 1996, Grammer volcó con su auto deportivo mientras manejaba por Agoura Hills, California, donde vivía en ese momento. Escapó por poco a una herida grave, pero el incidente causó que sus colegas de Frasier le organizaran una intervención. Se ha mantenido sobrio desde ese momento.
"Después de los desafíos que atravesé, le di la espalda a Dios durante una buena parte de mi vida", dice Grammer. "Pero de un modo beligerante, todavía seguía buscando a Dios para que me ayudara. Pero cuando aparecían momentos realmente malos, recordaba llamar al Dios de mi infancia para pedirle auxilio".
"No recibí la respuesta de inmediato", continúa. "A lo largo de mi vida, me mantuve a cierta distancia de la idea de que la vida tiene un propósito y que el amor dura por siempre. Ya no tengo esa resistencia".
La hermana de Grammer está mucho en su mente en este momento; está escribiendo un libro de memorias sobre ella y se lo ha convocado varias veces, en los últimos años, a hablar en las audiencias de libertad condicional de su asesino. "Durante mucho tiempo, eso no fue parte de mi vida", explica. "Pero desde hace 12 o 13 años, he hablado en estas audiencias". Según el actor, estas audiencias de libertad condicional son parte de "un sistema que ha sido un poco manipulado" por el asesino y sus abogados. "Creo que ellos siguen esperando que uno de estos días el comité de libertad condicional simplemente diga 'Oh, ya ha pasado demasiado tiempo preso. Está bien, soltémoslo'".
"Por supuesto, eso sería un verdadero desafío para mí", continúa. "Pero trato de ser honesto sobre el costado positivo de esto... Lo que encontré en mi vida, incluso con la especie de malestar residente que vive en mi alma por algunas de las cosas que sucedieron... Encontré que en esos momentos, Jesús está realmente más presente, más visible, más cercano y disponible de lo que me había dado cuenta".
Grammer dice que llegó a esta conclusión cuando estaba parado en un campo de béisbol, un tiempo atrás, y le preguntó a Dios: "¿Dónde estabas?" "La respuesta llegó: 'Estaba justo ahí'. De verdad creo que cuando las cosas están en lo más bajo, ahí es cuando Cristo está más cerca".
La religión raramente se trataba abiertamente tanto en Frasier como en Cheers (con excepción de la variante del catolicismo plagada de superstición de la camarera Carla Tortelli). Pero ambas series -y especialmente Frasier- estaban absolutamente -y quizás incluso principalmente- relacionadas con la ética y la moral. La conciencia incontenible de Frasier era, en muchos aspectos, la que moderaba su pomposidad y lo hacía un protagonista verdaderamente convincente. "La ética de Frasier -el estudio del bien, digamos- era importante para nosotros", remarca Grammer. "Parecía importante para todos los que estábamos involucrados en la original y así ha seguido siéndolo en el programa en el presente".
El actor va un paso más allá: "Frasier ha sido mi ministerio, se podría decir. Él trata de difundir la palabra, poner algo de amor en el mundo -y tolerancia, verdadera tolerancia. Esas son palabra poderosas, pero la mayoría de la gente las usa para manipular. Creo que la tolerancia es un concepto hermoso. No particularmente logrado en el comportamiento en nuestro país, pero igual un buen objetivo".
En Estados Unidos, la religión y la política a menudo van de la mano; el hecho de que Grammer sea un republicano orgulloso podría parecer la extensión natural de sus creencias cristianas. Pero no es necesariamente tan simple: "No estoy seguro de que mi fe tenga que ver con mis creencias políticas, pero sí creo esto: 'Dale al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios'. Así que soy de ese equipo".
"El mundo político es necesario", continúa. "Lo entiendo. Hay una muy extraña y quizá maravillosa criatura que quiere manejarlo todo. Y van a hacer todo lo que puedan para sacarte tu dinero y ponerte impuestos hasta el cansancio, y hacerte pensar del modo que quieren que pienses. Y que Dios los bendiga".
Con una suerte de cinismo juguetón, Grammer cita la última frase de Troilo y Crésida, en la que el impío Pándaro dice: "Te lego mis enfermedades". "Esa es mi respuesta política a una serie de preguntas horribles sobre lo que sucede en la historia de un hombre y lo que nos hacemos los unos a los otros", explica el actor. "Pero estas enfermedades tienen a poblar la política. Y se las dejo a ellos".
"No creo que los republicanos sean gente desagradable y maligna. No creo que los demócratas lo sean. Creo que soy un liberal, pero el izquierdismo es la nueva fe para la gente sin fe. Así que no paso mucho tiempo de su lado de la ecuación, porque simplemente no creo que el gobierno sea la respuesta a todo". Como un buen hombre sin fe y amante de los impuestos, lucho contra el impulso de contestarle al argumento de Grammer. Hay algunas formas, quizá, en la que temo que tenga un punto. O quizá su famoso don de oratoria haya simplemente hecho su magia.
Por fuera de Frasier, el papel más perdurable de Grammer llegó poniéndole la voz al payaso criminal con pelo de mopa Bob Patiño en Los Simpson. No puedo evitar preguntarme si hay una ironía en que el actor esté involucrado en un programa que ha satirizado despiadadamente a la religión organizada. "La religión puede lidiar con eso", sonríe Grammer. "Podés ver que hubo períodos de nuestra historia contemporánea en los que quizá parecía que Satán se había posicionado por un rato -creo que estamos atravesando uno de esos períodos ahora, posiblemente-, pero de algún modo Dios siempre tiende a resolverlo".
"La idea de satirizar -o incluso arponear- ideas populares es el padre de la comedia. Y es una historieta, así que a uno realmente no le importa escuchar visiones tontamente extremas salir de las bocas de diferentes personas".
Grammer tiene que irse; la TV matutina llama. Pero antes, le pregunto sobre el revival de Frasier. El paisaje de la cultura pop moderna está plagado de decepcionantes reboots, refritos y spinoffs. ¿Qué hace que esta nueva Frasier sea diferente? "Esto no es realmente un spinoff", responde Grammer. "Es más una suerte de tercer acto, o cuarto acto. El spinoff de un spinoff".
Supestamente ausente del revival están Hyde Pierce, la actriz británica Jane Leeves (quien interpretaba a Daphne, ama de llaver de Frasier) y, por supuesto, el fallecido John Mahoney, quien interpretaba a su padre. Bebe Neuwirth y Peri Gilpin harán apariciones especiales como invitados, retomando sus papeles como Lilith, la gélida exesposa de Frasier, y Roz, el productor de radio con mucha calle, respectivamente.
Pero es la mención de los nuevos compañeros de Grammer la que logra que hable más efusivamente. Entre ellos está el "magnífico" Nicholas Lyndhurst (Only Fools and Horses), quien se convirtió en un "gran, gran amigo" mientras actuaba (y cantaba) con Grammer en una producción de 2019 de El hombre de La Mancha en el London Coliseum. Y también Jack Cutmore-Scott, quien interpreta a Frederick, el hijo adulto de Frasier.
Al principio, uno elige a esta gente y nunca la ha visto antes. Pero para la mitad del segundo episodio, pensé 'La pucha. Realmente lo está haciendo. Es el hijo de Frasier. Guau'. Así que creo que será un gran descubrimiento para la gente. Hay alguna gente nueva en el programa para enamorarse y podría decirse que -la voz de Grammer baja unos decibeles- incluso podría ser más divertida".
Como la mayoría de los fanáticos de Frasier y Cheers, he aprendido a no mantener altas mis expectativas. Pero mientras Grammer está sentado ahí sonriéndole a la webcam, es difícil no creerle.
The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.