El fútbol argentino se apresta a oficializar este jueves la doctrina que el presidente de la AFA, Claudio "Chiqui" Tapia, empezó a aplicar en 2019 cuando en medio del campeonato de la Primera B de ese año, autorizó el aumento de los ascensos de dos a cuatro para ampliar su base de poder y favorecer a algunos clubes que le eran políticamente cercanos. Desde entonces y hasta ahora, los dirigentes de cualquier categoría tienen la impresión de que aún en plena disputa de los torneos, es posible convertir la letra fría de los reglamentos en letra muerta de acuerdo con las necesidades y conveniencias propias y de cada uno de sus clubes. 

En todo caso, la decisión que habrá de votarse a mano alzada en la Asamblea extraordinaria que deliberará en el predio Lionel Messi de Ezeiza, parece inspirarse en una norma que algunas veces aplicó el Turismo Carretera: la de los "reglamentos abiertos". Según la misma, las reglas de los campeonatos se pueden ir amoldando sobre la marcha para asegurar la competitividad y el interés deportivo y comercial de las competencias. En el fútbol, la decisión de reducir de tres a dos los descensos que habrán de operarse a fin de año en Primera División se inscribe en esa lógica acomodaticia.

Ni siquiera se sinceran las verdaderas razones del dislate por venir. Cuando las luces se apagan, los micrófonos se silencian y llega el momento de las confesiones, los dirigentes de los clubes más amenazados argumentan que los errores arbitrales tanto en los campos de juego como en las cabinas del VAR han desvirtuado irremediablemente la marcha del campeonato de la Liga Profesional y que tanto la tabla anual como la de los promedios están distorsionadas.

De acuerdo con esa mirada, como lo que ya pasó no se puede modificar, la mejor manera de reparar los errores y evitar a futuro consecuencias no deseadas es achicar los descensos. Según el reglamento por ahora en vigencia y aprobado en enero de este año, si Arsenal, último en las dos tablas, finalmente perdiera la categoría a fin de temporada, lo hará por la de los promedios. Con lo cual quedan a la intemperie Vélez, Huracán y Banfield (por ahora penúltimos en la endemoniada tabla anual) con la proximidad de Independiente, Atlético Tucumán y Unión.

El presidente Tapia es de la opinión que el peor equipo de la temporada debe ser uno de los que pierda la categoría. Pero algunos dirigentes de los equipos amenazados por la tabla anual miran bajo el agua y ven en esa idea, la pretensión de preservar a Barracas Central (el equipo de la familia Tapia) y a Central Córdoba de Santiago del Estero (cercano a Pablo Toviggino, el poderoso secretario del Comité Ejecutivo). La rosca política, el juego de intereses y conveniencias y las suspicacias pueden estirar la definición casi hasta último momento y generar cambios imprevistos. Todo es posible cuando la única decisión es pasar por encima de las reglas y crear una nueva legalidad porque la que está vigente, a algunos ya no les conviene.